Definitivamente, ya estamos en tierra derecha. De hecho, me parece que una buena parte de la gente ya tomó su decisión, obviamente, sin ver el texto final (¡yo soy uno de ellos!). Cuando veamos el texto final, lo que vamos a hacer es, simplemente, buscar argumentos para respaldar la decisión que ya tomamos. Ahora, una cosa es la decisión que se tome en el plebiscito del 4 de septiembre y otra es la actitud que deberíamos tener, como sociedad, frente a ese resultado. Cualquiera que este sea. Esa actitud no puede ser otra que desdramatizar los resultados y aceptarlos en paz y tranquilidad.
Si gana el rechazo, la constitución propuesta por la convención no va a entrar nunca en vigor. Punto final. Habrá que buscar alternativas para que la voluntad del casi 80% de los votantes que en el plebiscito de entrada respondieron que sí querían una nueva constitución, se vea reflejada en un nuevo texto. Sin embargo, mientras no tengamos esa nueva constitución, seguirá vigente la del 80 (con todas sus reformas). Esas son las reglas que nos autoimpusimos. Nos gusten o no.
Si gana el apruebo. Por el margen que sea (50,01%, por ejemplo), la constitución propuesta por la convención va a entrar en vigor, tal como lo señalan las normas que se acordaron y que son parte de la constitución vigente. Ya no importarán las encuestas, ni las normas que no nos gustaban. Lo único importante será el resultado en las urnas. Esa será nuestra nueva constitución (nuestra casa de tod@s) y deberemos respetarla (y, sobretodo, acatarla) hayamos o no votado apruebo.
Al respecto, creo que puede ser interesante mirar la experiencia reciente que tuvo el Reino Unido con el BREXIT. Como saben, el Reino Unido no tiene constitución escrita (o, por lo menos, no en un solo documento), sin embargo, el salirse de la UE (organismo al que estuvieron vinculados, en sus distintas versiones, por alrededor de 50 años) fue algo tanto o más traumático que cambiar de constitución. Pues bien, el resultado del referendo fue 52% “salir” de la UE y 48% “permanecer” (es interesante el caso de Escocia, donde el 62% votó “permanecer” en la UE y solo el 38% votó “salir”). El tema fue incluso más complejo, ya que el referendo ni siquiera era vinculante. Sin embargo, pese a todo lo anterior, el Reino Unido tomó la decisión de cumplir las reglas del juego que se había autoimpuesto y salirse de la UE, a pesar de lo estrecho del margen, de que el plebiscito no fuera vinculante y de todas las dificultades con las fronteras entre las “irlandas” (de las que se dieron cuenta después de aprobado el BREXIT).
En conclusión, la actitud que como sociedad deberíamos tener el 5 de septiembre es ser capaces de acatar las reglas del juego que nos autoimpusimos. Tal como lo hicieron los ingleses con el BREXIT. El acatar las reglas del juego no puede estar supeditado a si nos gusta el resultado del juego (o, lo que es peor, a lo que digan las encuestas). En mi opinión, esto (y no el ingreso per capita) es lo que hace la diferencia entre un país desarrollado y otro que no lo es. Las reglas del juego democráticas se cumplen…aunque duelan, tal como sucedió con el BREXIT. Sin peros, excusas, ni contextos.