(Esta historia está basada en la investigación del periodista argentino, Ricardo Ragendorfer, la que, luego de unos cuantos años de trabajo y decenas de entrevistas y revisión de documentos, dio origen a su libro “Los Doblados: La infiltración del Batallón 601 en la guerrilla argentina”, publicado en 2016. La extensa investigación abordó además los casos de aquellos militantes y dirigentes de la guerrilla argentina de los años 70, que se convirtieron en colaboradores permanentes de los agentes represores. Un tema tabú en las izquierdas latinoamericanas. El libro está además cruzado por el Plan Cóndor y la actuación de la DINA en Argentina, parte que sustenta esta crónica).
De un manotazo, Balita hizo saltar por el aire un montón de papeles sobre su escritorio. Del otro lado, Copihue se asustó, y dio un respingo en su silla.
-Es que la DINA está urgida en Chile con ese-, dijo Copihue como pidiendo disculpa.
-Y a mí que carajos me importa-, mintió Balita.
Porque al segundo jefe del Batallón 601, nada menos que el Servicio de Inteligencia de Argentina, SIE, claro que el mirista le interesaba…y mucho.
Y con esa mentira, despidió sin más al marica, como dentro del 601 se conocía a Copihue entre sonrisitas burlonas.
A partir de ese momento, Balita trazó su plan para cazar al correo del MIR chileno, que iba y venía entre París y Buenos Aires. Transportaba material de información y órdenes y contra-órdenes.
Ordenó su vigilancia estricta las 24 horas. Exigió informes cada 12 horas de lo que ocurría en el departamento de Montevideo y Santa Fe. Estaba a un par de cuadras de la sensacional librería El Ateneo Grand Splendid. El agente 601, mayor Santiago Manuel Hoya, quedó a cargo del operativo de vigilancia.
-¡Pero a ella no le tocan un pelo, carajos! Me entendieron?
Hoya y el mayor Carlos Españadero, asintieron con un movimiento de cabeza. A Balita había que temerle.
Pero durante varios días de octubre de 1975, de aquel departamento no entró ni salió nadie. Así indicaban los reportes enviados a Balita. Eso lo ponía más rabioso.
-Ese tiene que estar encamado con la mina esa- dijo Hoya a Balita en una de las comunicaciones telefónicas.
La arquitecta argentina Alicia Carbonell, era por entonces amante del mirista. A su nombre estaba alquilado el departamento.
Mientras tanto, Copihue seguía preguntando a Balita, con cierto temor, por “el mirista ese”. Claro, desde Santiago, Don Elías le cargaba la mano a Copihue casi a diario. Y al jefe de la DINA exterior, Raúl Iturriaga Neumann, Don Elías, se la cargaba el mismísimo Mamo Contreras, su jefe. Y a éste directamente lo hacía el dictador Augusto Pinochet. Había que cazar al jefe del MIR, Edgardo Enríquez, hermano del asesinado líder natural de ese movimiento, Miguel Enríquez. El Pollo Enríquez permanecía oculto en un constante cambio de domicilios por barrios y suburbios de Buenos Aires. Ahí estaba la urgencia de Enrique Arancibia Clavel -Copihue como a veces firmaba sus comunicaciones a Don Elías- y la de sus jefes en Santiago.
En Argentina, y sobre todo en Buenos Aires, cada hora se olía más profundo el golpe militar que se preparaba. Muerto el general Perón, ahora la Presidenta de la Nación era su viuda, Isabel Martínez, Isabelita, para no pocos, más loca que una cabra.
El Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, de Mario Roberto Santucho, desarrollaba la guerra de guerrillas en los montes de Tucumán. Tenían la esperanza -a lo Che Guevara en las montañas de Bolivia- que los campesinos tucumanos se les unieran para “liberar al pueblo argentino del yugo capitalista”. Pero los campesinos, más bien, delataban sus posiciones al Ejército que los iba acorralando para provocarles cada vez más derrotas y bajas.
Por su parte, Montoneros de Mario Firmenich, movimiento armado peronista, hacía lo suyo asaltando cuarteles militares. Su bautizo de fuego ocurrió el 5 de octubre de 1975. Ese día, un pelotón de Montoneros tomó por asalto el Regimiento de Infantería del Monte N°29 en la provincia de Formosa. Capturaron varias armas. Fue la llamada Operación Primicia, con bajas por ambos lados.
Por esas corazonadas de la vida, Balita llamó a la Dirección Nacional de Migraciones de Argentina. Preguntó si en los últimos días de octubre de 1975, una persona de nombre Jean Ives Claudet Fernández, de nacionalidad chilena, había salido del país. La sangre le subió hasta los ojos cuando escuchó la respuesta:
La persona consultada salió de Buenos el 19 de octubre de 1975 rumbo a París, en vuelo de la línea alemana Lutfhansa.
La presa se le había esfumado delante de su nariz, mientras él recibía los informes que indicaban que en el departamento de Montevideo y Santa Fe no volaba una mosca.
Balita recordó entonces la frase del mayor Hoya: -Ese tiene que estar encamado con la mina esa. Hoya hablaba de Alicia Carbonell. No había ocurrido así, pero esa sola frase enloquecía a Balita. Claudet estaba casado desde 1962, y con su esposa Arhel Danus y sus dos hijos pequeños vivían desde fines de 1974 exiliados en Sarcelles, al norte de París. Ahora al parecer estaban separados.
El 24 de octubre de 1975, Claudet, ingeniero químico del MIR, se reunió en París con su responsable político del movimiento.
-Al Trosko se lo llevaron a Santiago, lo pillaron al entrar a Paraguay junto con Amílcar, el hermano del Roby-, le dijo su contacto en París. Roby era la expresión cariñosa, o a veces clandestina, como en el ERP llamaban a su líder, Mario Roberto Santucho.
El contacto mirista en París también le reveló que al Trosko lo interrogó y torturó en Asunción, un militar argentino que se identificó como Rawson.
Al parecer, el MIR en el exilio contaba con un informante de la DINA, aunque aquello nunca pudo ser establecido. Lo cierto es que la dirección del movimiento en el exilio recibía información dura de algunos acontecimientos, que le ayudaban a cambiar, anular o apurar acciones.
La noticia alarmó a la estructura del MIR en el destierro. La policía paraguaya arrestó al sociólogo chileno, Jorge Fuentes Alarcón, el 17 de mayo de 1975. A la DINA le interesaba cazar al sociólogo. El Trosko operaba de correo y enlace entre Edgardo Enríquez en Buenos Aires, y la Junta Coordinadora Revolucionaria, integrada por los movimientos guerrilleros de Argentina, Chile, Bolivia y Uruguay.
El Plan Cóndor se preparaba. Y Copihue celebraba agrandado ante Balita y el jefe del Batallón 601, el coronel Alfredo Valín. Ahora, que el cabrón de Balita no le viniera con manotazos sobre su escritorio, ni a burlarse de su condición de homosexual que Copihue llevaba con orgullo.
De todas maneras, a Balita era mejor tenerlo de amigo. Por eso Copihue escribió a Don Elías en Santiago:
“Sería muy conveniente, para seguir contando con la amistad de Rawson, que se le envíe un obsequio típicamente nuestro. Sugiero una bayoneta en miniatura con el escudo de la agencia”, como llamaban a la DINA.
Así ocurrió, y el sub jefe del Batallón 601, el coronel José Osvaldo Riveira, Balita o Rawson como también se hacía llamar, recibió el obsequio.
El que ahora daba manotazos era Don Elías, enfurecido en el Cuartel General de la DINA en calle Belgrado 11, a pasos de Plaza Italia.
¡Quién rechuchas filtró el arresto de ese hijo de puta del Trosko Fuentes y su traslado a Santiago!
La mala nueva se la comunicó desde Buenos Aires el fiel Copihue. Ahora el MIR estaba alertado de la colaboración de los Servicios de Inteligencia del Cono Sur, aunque no conociera aun el término Cóndor.
Ni supiera de la “Primera Reunión Interamericana de Inteligencia Nacional” efectuada en Santiago entre el 25 y 29 de noviembre de 1975, de los Servicios de Inteligencia de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, para dar forma a esa colaboración anti guerrillera-marxista.
En el “Acta de Clausura” de esta reunión de fecha 28 de noviembre de 1975, en el punto N°5, letra l, se lee:
“El presente Organismo se denominará CONDOR, aprobado por unanimidad conforme a la moción presentada por la Delegación de Uruguay, en homenaje al País Sede”.
El vuelo majestuoso y vigilante, desde la altura de las montañas del extremo sur del continente americano.
Claudet recibió la orden de regresar urgente a Buenos Aires, para alertar al Pollo Enríquez y a toda la estructura del MIR en esa ciudad sobre la caída del Trosko.
La mañana del miércoles 29 de octubre de 1975 Claudet aterrizó en Ciudad de México, escala del vuelo a Buenos Aires. Desde el aeropuerto llamó a un teléfono de la capital argentina.
-Avísale a Alicia que llego el viernes…nadie más debe saber de mi llegada.
Alicia…la argentina Alicia Choren a quien llamó, prometió avisarle rápido a Alicia Carbonell. Así lo hizo el jueves 30 de octubre en la casa de sus padres en la Avenida Coronel Díaz, en el barrio de Palermo. Ahí había permanecido todos esos días, y no en el departamento vigilado. En la despedida, Choren notó algo distinto en la mirada de su amiga…no conocía esa mirada.
Por la tarde de ese miércoles 29 de octubre, Claudet tomó un vuelo a Ciudad de Panamá, la última escala antes de su destino final. Se alojó en el Hotel Centroamericano. Al día siguiente llamó a su control en París:
-Todo sigue en orden-, dijo lacónicamente.
A las 22.30 hora local de ese jueves 30, subió la escalerilla del vuelo 515 de Panam. Ahora volvía al nido para encontrarse con su amada en Montevideo y Santa Fe. Pero también regresaba a la boca del lobo. Y para entregar a Enríquez una gran cantidad de información. Efectivamente, como avisó a Alicia Choren, llegaría en la madrugada del viernes 31 de octubre a Buenos Aires. El vuelo duraba seis horas.
Luego del aviso de Choren, la arquitecta empacó algunas cosas y ese mismo jueves 30 retornó al departamento de calle Montevideo.
Mientras Claudet estaba en vuelo final a su destino, en París su control político recibió una llamada:
-Urgente…que el hombre no vaya a ese lugar…la inteligencia del Ejército lo tiene ocultamente cercado. Y el teléfono está intervenido.
Quien llamaba no se identificó y cortó la llamada. Ahora no había como avisar a Claudet. En París se armó de inmediato una reunión de extrema urgencia de la dirección mirista en esa capital. Las horas palpitaban cual corazón infartado.
En París solo guardaban la esperanza que Claudet volviera a llamar para reportar su arribo a Buenos Aires sin novedad. Pero ahora la novedad era la otra: desesperada…incendiada…como espía alemán doble agente infiltrado en el staff del Führer, sorprendido por la Gestapo.
El vuelo Panam aterrizó en Ezeiza. Eran las 07:05 de la mañana del viernes 31. El pasajero chileno descendió tranquilo la escalerilla. En el fondo, estaba contento de retornar a Buenos Aires. La responsabilidad política y confianza que recaían en él lo hacía feliz. Y volver a encontrarse con su Alicia.
En el mediodía de París, su control permanecía mirando el aparato telefónico, cual tigre atento antes de atacar. Rogando el campanillazo.
Claudet ingresó a Policía Internacional. Viajaba con pasaporte chileno con su nombre. No esperaba ningún sobresalto, ni menos un brazo apretando el suyo preguntando su identidad. Todo tranquilo.
En el entorno del departamento en Montevideo y Santa Fe, los del 601 afinaban inquietos la vigilancia ordenados por Balita. Reforzaron el contingente. Ahora sabían que la arquitecta había vuelto al lugar después de varios días. Y Balita sabía que, lo que tanto esperó, estaba por llegar: cazar al mirista. Lo quería entre sus garras.
Pero a Hoya y Españadero les sonó raro que les volviera a advertir:
-Recuerden, carajos, a ella no le tocan un pelo.
Debe saber algo más que no sabemos…este trabajo siempre es estrictamente compartimentado…y Riveiro se las trae…tiene fama de zorro…seguro que a ella la quiere para dar el golpe mortal…cazar y cocinar al Pollo ese…el jefe del MIR, meditaban los dos agentes.
Antes de buscar un taxi para ir a encontrarse con su Alicia, Claudet llamó a su control en París desde un teléfono público.
-No vayas ahí…el lugar está quemado…no vayas, es una orden…y regresa a París de inmediato.
Fueron solo esas palabras, y el control cortó la llamada. El ingeniero se quedó con el auricular en la mano. No entendía cómo la inteligencia argentina había descubierto el lugar. Él siempre tomó todas las precauciones. Le costó un tiempo pensar. Era una orden y no la iba a desobedecer. A esa hora no tenía como buscar el próximo vuelo a París. Entonces llamó a la arquitecta al departamento. La llamada entró a las 07:45.
-Hola, estoy en Ezeiza…ese lugar está quemado…no voy para allá-, dijo.
En claves que entre ellos tenían arregladas, le indicó el lugar donde se iría en los próximos minutos: –Anda ahí para vernos-, le pidió.
La llamada quedó grabada por los agentes del 601, pero no pudieron saber dónde se iría ahora.
En Ezeiza, Claudet tomó un taxi que al ingresar al microcentro de Buenos Aires, descendió por Corrientes y se detuvo poco antes de Florida. Ahí, en el 632, estaba el Hotel Liberty. El químico se alojó con su nombre en la habitación 12 del primer piso. Ahí esperaría a la arquitecta. Desde hacía un tiempo, ésta se mostraba solidaria e identificada con el MIR y el ERP, que cobijaba y cubría al Movimiento de Izquierda Revolucionaria chileno en el exilio argentino.
Al mediodía de ese viernes 31, Alicia Carbonell salió del departamento en Montevideo con un bolso. Los agentes del 601 se sacudieron la modorra de la larga espera. El mayor Hoya ordenó a dos de ellos que la siguieran. Ahora sí sabrían dónde estaba la presa a cazar. Pero, extrañamente, la mujer no fue al Hotel Liberty y regresó a la casa de sus padres en Coronel Díaz por Palermo.
Minutos después de la salida de la arquitecta, llegó Balita, petizo y rechoncho, en un Torino azul. Le hicieron escuchar la llamada de Claudet desde Ezeiza a su amante. El coronel Riveiro no dijo nada. Le informaron que la arquitecta no fue a encontrarse con él, sino que volvió a casa de sus padres. Balita tampoco dijo nada y, curiosamente, se mostró tranquilo y expresó:
-El pajarito ya llegó a su nuevo nido.
El mayor Hoya le preguntó impresionado si su metáfora significaba que ya sabía dónde estaba Claudet, pero Rawson solo esbozó una leve sonrisa.
Sonrisa que no alcanzaba a disimular su estado de alteración: horas antes, el coronel Riveiro tomó sus cosas y se fue definitivamente de su casa. No regresaría a vivir con su esposa, María Purcaró. Tenía ahora Balita otro nido para armar con alguna agente del 601?
Después de escuchar la cinta de la llamada de Claudet a la arquitecta desde Ezeiza, donde la alertaba sobre la vigilancia del 601 al departamento, el subjefe del SIE se quedó pensando en la confidencia que días atrás le hiciera Copihue en su oficina:
-Desde la DINA, alguien está filtrando datos al MIR, y pareciera que se trataría de alguien con grado de oficial. En Santiago, Iturriaga está indagando y están preocupados.
Aún no clareaba el sábado 1 de noviembre, cuando un pelotón de agentes ingresó al Hotel Liberty. Revisaron el libro de ingresos y verificaron la presencia del pasajero. Ahí estaba el objetivo registrado con su nombre en la habitación 12 al fondo del pasillo del primer piso. Subieron en tropel por la escalera, derribaron la puerta, y lo sacaron a golpes de la cama. Lo esposaron y lo arrastraron por la escalera hasta la planta baja. Afuera esperaban Balita y Copihue, ahora como dos buenos camaradas. El coronel Riveiro lo había invitado al secuestro, para que Arancibia llegara a la esquina de Corrientes y Maipú a la hora indicada “con sus hombres”, como ocurrió. La DINA actuó hermanada con el Batallón 601.
Horas después, dos agentes argentinos ingresaron a la habitación 12 y se llevaron el equipaje de Claudet. El secuestro del ingeniero químico chileno fue el estreno del Plan Cóndor en Argentina.
Por esas horas, Alicia Choren llamaba insistentemente a su amiga Carbonell al teléfono del departamento en Montevideo y Santa Fe. Quería saber de ellos…como estaba Claudet.
Finalmente se rindió y partió a la casa de sus padres en Avenida Coronel Díaz. Tocó el timbre pero nadie abrió. Insistió. Sin abrir, doña Encarnación, la madre de la arquitecta, le dijo por el citófono que no estaba. Que no sabía nada de ella. Y fue cortante.
A Choren le extrañó lo cortante de la madre. No atinó a entender lo que pasaba. Por su mente cruzó la idea de que su amiga hubiese quizás sido secuestrada por la inteligencia del Ejército debido a su vínculo con el mirista. Lo cierto es que Alicia Carbonell había desaparecido. Y no precisamente con su amante chileno.
Muerto Perón el 1 de julio de 1974, y asumida como Presidenta de la Nación su viuda, María Estela Martínez, apodada Isabelita, en Argentina comenzó a hacerse fuerte la guerrilla armada.
Dos meses después de su muerte, el 19 de septiembre de 1974, Montoneros dio el golpe más relevante de la historia argentina: el secuestro de los hermanos Jorge y Juan Born. Eran hijos del multimillonario dueño del imperio económico Bunge & Born, Jorge Born II. Por ello, la guerrilla peronista cobró el rescate por secuestro más grande de la historia en el mundo: 60 millones de dólares.
Ante el alza de los grupos guerrilleros, el Batallón 601 comenzó un aguerrido programa de infiltración. Logró infiltrar agentes en los niveles altos y medios de Montoneros y el ERP, que hicieron caer decenas de militantes asesinados y desaparecidos.
En paralelo, operó la llamada Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), fundada por el ministro de Bienestar Social bajo Perón e Isabelita, José López Rega.
En todo caso, aquel “anticomunismo” fue solo una frase grandilocuente usada para referirse, en verdad, a la izquierda argentina peronista y grupos armados guerrilleros guevaristas. El Partido Comunista argentino no tenía, ni nunca tuvo, un peso político relevante en una Argentina profunda y ampliamente peronista.
A la Triple A se le atribuyen entre mil y dos mil izquierdistas asesinados.
A las infiltraciones de la inteligencia argentina, se agregaron las traiciones de las que también trata la extensa investigación del periodista argentino Ricardo Ragendorfer.
Y que, como se dijo al comienzo, sobre la cual está construida esta crónica. Son los llamados Doblados, militantes de estos grupos guerrilleros que se convirtieron en agentes colaboradores permanentes del Batallón 601. Distinto a quienes tuvieron que entregar información y nombres bajo tortura.
Todo indica que Claudet mantuvo sus secretos en la tortura. Prueba de ello es que, en las semanas siguientes, no hubo operativos selectivos del 601 contra el MIR ni el ERP.
No obstante, en su equipaje capturado en el hotel los agentes encontraron 97 microfilms. Contenían distintas informaciones: órdenes, citas, instrucciones tácticas y varios apodos nombrados para todo ello. Sin embargo, desde París informaron que en ellos no había nombres reales, direcciones ni teléfonos.
De todas maneras, enterada la dirección del MIR en Buenos Aires de la caída de Claudet, y la gran cantidad de información ahora en manos de la inteligencia argentina, resolvió urgentes reubicaciones. Edgardo Henríquez salió rápido del lugar que hasta ese momento habitaba en calle Ucrania de Villa Adelina. Era la casa del integrante de la cúpula del Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, brazo político del ERP, Luis Mattini.
“De Vicente Para Luis Gutiérrez:
Luis Felipe Alemparte comunica antecedentes obtenidos del comandante José Osvaldo. Cdte. José Osvaldo viajaría martes o miércoles próximo llevando material microfilms. Verificar quién tenía acceso a información del traslado del Trosko, ya que en París se sabía. Alguien de la Agencia aparece informando”.
Es el telex enviado por Vicente, apodo del agente control de Arancibia Clavel, coronel de Ejército agente DINA, Víctor Barría Barría. Luis Gutiérrez fue un segundo apodo del jefe DINA exterior, Raúl Iturriaga Neumann, además de Don Elías. Luis Felipe Alemparte, fue un segundo apodo de Copihue. En el telex, el coronel Barría se refiere al viaje que a Santiago haría Balita, José Osvaldo Riveiro, llevando los 97 microfilms encontrados a Claudet. Además, advierte que, desde DINA, alguien está pasando información al MIR.
Por aquellos días, Alicia Choren recibió la llamada telefónica de una mujer. Le informó que su amiga, Alicia Carbonell, fue arrestada la noche anterior en la esquina de las calles Charcas y Bulnes, en las cercanías del departamento de sus padres en Avenida Coronel Díaz. Cuando ella le preguntó cómo obtuvo el número de su teléfono, la mujer cortó la comunicación.
La información alarmó a Choren. Y la alertó sobre su posible arresto también, dado que ambas amigas colaboraban con el MIR en pequeños recados.
Habían transcurrido casi dos meses del arresto de Claudet, cuando a fines de diciembre de 1975, en casa de Alicia Choren volvió a sonar el teléfono:
-Hola, soy Alicia…me liberaron recién…estoy bien. Su voz sonó extraña, apagada y titubeante.
Choren le pidió encontrarse inmediatamente, pero la arquitecta no quiso.
-Es preferible que no nos veamos…y no me busques por favor-, dijo y cortó la llamada.
De ahí en adelante, Alicia Carbonell se convirtió en un fantasma. Simplemente desapareció. Renunció a su trabajo y se alejó de sus amistades. El departamento donde vivía con sus padres fue vendido. En la mueblería de su padre cerca de casa, apareció un cartel que decía: “Cerrado por inventario”.
Pasaron doce años cuando aquel fantasma reapareció. El 6 de abril de 1987, fue citada a declarar ante el Juzgado de Instrucción N°22 de Buenos Aires, a cargo del juez Emilio García Méndez. Ahí se tramitaba la causa por “privación ilegal de la libertad” de Jean Ives Claudet.
El juez le preguntó sus datos personales:
-Soy Alicia Carbonell, de profesión arquitecta, tengo 37 años, soy soltera y vivo en la calle Guemes 920 de Acassuso.
-Qué vínculo tenía usted con el señor Claudet?-, preguntó el juez.
-Ninguno…lo vi solo una vez en mi vida…ni siquiera me acuerdo de su cara…
-Pero el departamento de Montevideo donde vivía Claudet en Buenos Aires estaba alquilado a su nombre…
-Aquello fue solo porque me lo pidió mi amiga Alicia Choren…por motivos políticos ella prefería no hacerlo. Además no tenía los medios de garantía suficiente. Fue la única vez que vi a ese señor Claudet.
La arquitecta se defendía con todas sus garras extendidas. El abogado de la causa, Horacio Méndez Carreras, se encontraba presente en la audiencia de la declaración de la arquitecta. Representaba a la ex esposa del ingeniero chileno, Arhel Danus.
Ante la frialdad de las palabras de Carbonell, Méndez quería entender que, por alguna razón que no comprendía, ella intentaba zafarse del juicio de entrada.
Pronto, el abogado Méndez Carreras sabría que aquel Hotel Liberty tenía otras historias bajo la dictadura argentina. El 18 de mayo de 1976, militares uruguayos y agentes argentinos secuestraron ahí al senador uruguayo Zelmar Michelini, al diputado del Frente Amplio oriental, Héctor Gutiérrez Ruiz, y a los militantes del MLN-Tupamaros, William Whitelaw y Rosario Barredo. Sus cuerpos fueron encontrados baleados en las afueras del Gran Buenos Aires.
En septiembre de 1977 fue secuestrado en el hotel su propio dueño, Guillermo Taub, junto a su esposa y su hijo Guillermo. Además se llevaron a varios empleados. Taub fue acusado de administrar las finanzas del ERP. Tal vez por aquello Claudet eligió ese lugar para refugiarse, al saber que el departamento de Montevideo, donde lo esperaría la arquitecta, estaba quemado.
Quince años después de aquella mañana del 6 de abril de 1987 en que Alicia Carbonell declaró tranquila y fría ante el juez Emilio García, el abogado Méndez Carreras amaneció con la imagen de la arquitecta respondiendo las preguntas del juez.
Decidió ir a buscarla. Quería aclarar las dudas que lo asecharon esa vez. Y que, de vez en cuando, le seguían dando vuelta en la cabeza.
Llegó hasta la dirección Guemes 920 en Acassuso en el Gran Buenos Aires. Divisó una amplia casa de una planta con un florido jardín. El lugar se apreciaba deshabitado. De todas maneras toco el timbre del portón. Esperó unos minutos sin respuesta.
A su espalda, escuchó la voz de un guardia privado que custodiaba los entornos de ese sector acomodado.
-Ahí ya no vive nadie. La casa está en venta. A quién busca?
-A una señora que es arquitecta…
-Ah…la señora Alicia…mire, ella se cambió y ahora vive un poco más allá con su esposo, en esta misma calle Guemes número 934.
Méndez le agradeció y caminó hacia allá. Observó una casa de similares características a la otra, pero esta tenía más protección. Divisó una cámara que apuntaba al portón de ingreso.
Tocó el timbre del comunicador del portón y esperó. Rápido se escuchó la voz de una mujer.
-Quién es?
-Busco a la señora Alicia Carbonell, la arquitecta.
-Para qué la quiere-, preguntó la mujer con voz de pocos amigos.
-Bueno, mire, soy el abogado Horacio Méndez Carreras, y la busco por la desaparición del ciudadano chileno Jean Ives Claudet en octubre de 1975. Lo secuestraron en un hotel.
Entonces la mujer pasó a los gritos:
-Váyase de aquí inmediatamente señor…yo no tengo nada que decirle a usted.
A los gritos de la mujer, Méndez escuchó por el citófono otros alaridos de un hombre. El citófono se apagó. El abogado siguió escuchando los gritos que provenían del interior de la casa. Volvió a pulsar el timbre.
Vio que se abrió la puerta de la casa. Una mujer avanzó resuelta hacia el portón. Su paso amenazante. Tras ella salió el hombre que Méndez supuso era su esposo. Éste la tomó para impedir que avanzara. Ambos comenzaron a discutir a gritos. Alicia Carbonell se sacudió de las manos de su marido, sin lograr soltarse. Entonces el hombre dio un grito dirigiéndose a Méndez:
-¡Mándese cambiar de aquí, carajo…!
El abogado aguzó la vista y se estremeció…en segundos reconoció a Balita.
Para el coronel, Claudet era ante todo su rival.