A contar del 17 de mayo comenzó a regir el Estado de Excepción decretado por el Gobierno en las provincias de Biobío y Arauco en la Región del Biobío y en toda la Región de La Araucanía. Por supuesto, a quienes vivimos y trabajamos en estas regiones es una medida que nos parece necesaria, pero al mismo tiempo, esperamos que sea el inicio de algo más.
Los graves atentados a las personas y las actividades productivas, el robo de madera y el incremento de bandas criminales, la falta de Estado, la sequía y los incendios intencionales, la emergencia habitacional y los campamentos, la crisis que afecta a las pymes y mucho más, son problemas que se agolpan todos juntos sobre nuestra sociedad.
Esta realidad no tiene una sola causa, no afecta a algunos sino a todos, y no puede ser comprendida de manera binaria, a base de prejuicios o simplismos. Por ello, así como necesitamos condiciones mínimas para garantizar la seguridad de las personas, necesitamos ponernos manos a la obra con estrategias colaborativas e innovadoras, y esta es la parte más difícil de todas.
El gobierno central y los gobiernos locales deben asegurar un alto nivel de coordinación de todo el aparato público y sus funcionarios y, a la vez, orquestar procesos inclusivos y ágiles que sumen a todos los actores sociales, incluyendo a las empresas y los gremios. Es ahí donde todos y todas debemos estar disponibles para ofrecer cambios, innovación, trabajo duro y voluntad de construir, con el objeto de devolver la paz a los ciudadanos en cada territorio.
El mundo de la madera es un sector productivo y social mucho más amplio y diverso de lo que se aprecia desde afuera. Somos regionales (escribo esto desde el Biobío), somos más de 300.000 personas que trabajamos directamente desde los bosques a las industrias, somos pymes, medianas y grandes empresas, somos historias de esfuerzo, somos una parte importante del tejido productivo de al menos 5 regiones del país.
Todo este sector está disponible para mejorar, para ser parte de las soluciones a nuestros enormes desafíos, como acelerar la adaptación al cambio climático, responder con educación, empleo y equidad social al problema de la violencia, o encauzar un proceso legítimo y dialogado ante las demandas del pueblo mapuche. El sector forestal (preferimos hablar del mundo de la madera), está disponible para alcanzar acuerdos, para trabajar con rigor en busca de un futuro mejor para todas y todos.
Es urgente y lo necesitamos. Dejemos los prejuicios, guardemos nuestras ideologías en un cajón por algunos meses, pongámonos prácticos, escuchemos más y busquemos nuevas formas de convivir, porque nadie sobra en el futuro de nuestro país.