Jaime (nombre ficticio) fue detenido junto a una banda especializada en el robo de automóviles. Tiene solo 10 años. El resto de los integrantes, 14 y 15. Por su corta edad, Jaime es inimputable, por lo que quedó en libertad tras ser informado por el Tribunal de Familia y fue entregado a un adulto responsable.
Según numerosa evidencia nacional e internacional, la delincuencia juvenil es uno de fenómenos más relevantes de la criminología moderna, junto con el crimen organizado y la violencia de género. Sin embargo, es preciso enfatizar que a este respecto los adolescentes se comportan de manera distinta a los adultos por causas multifactoriales, como la experimentación en el consumo de drogas y alcohol, la presión de su grupo etario y el sentido de pertenencia.
Sin ir más lejos, expertos en la materia sostienen que el inicio de la trayectoria delictual en niños y adolescentes está relacionado con las drogas, en primer término, y también con la presencia de niños, niñas y adolescentes (NNA) en bandas criminales, donde terminan haciendo una verdadera carrera delictual.
¿Qué hemos hecho mal como sociedad para que este Jaime y varios otros comiencen a delinquir a tan temprana edad? La ausencia de un plan estatal de prevención social temprana explicaría este triste fenómeno, sumado a la disputa territorial de bandas ligadas al narcotráfico, que se ha instalado peligrosamente en distintas zonas del país para reclutar a niños y jóvenes porque saben que son inimputables judicialmente.
Resulta absolutamente necesario, en consecuencia, actuar y no seguir llegando tarde. Para prevenir eficazmente la delincuencia juvenil es necesario, antes que todo, que la sociedad en su conjunto procure un desarrollo armonioso de los niños y adolescentes, y respete y cultive su personalidad a partir de la primera infancia.
Pero también se debe avanzar en la formulación de doctrinas y criterios especializados para la prevención de la delincuencia juvenil, basados en las leyes, los procesos, las instituciones, las instalaciones y una red de servicios, cuya finalidad sea reducir los motivos, la necesidad y las oportunidades de comisión de las infracciones o las condiciones que las propicien.
Asimismo, deben crearse servicios y programas con base en la comunidad para la prevención de la delincuencia juvenil. Solo en última instancia se ha de recurrir a organismos oficiales de control social.
Finalmente, parte de la solución a largo plazo está en la reducción de los niveles de desigualdad en el país. Para ello, es pertinente llevar a cabo medidas recuperativas –por ejemplo, generando oportunidades laborales y mejorando el acceso y la calidad de la educación, especialmente en los sectores más vulnerables– para una mayor eficiencia en sus efectos, en contraste con la corriente punitiva, donde se tiende a incrementar las desigualdades existentes a nivel país.