Resulta preocupante leer diariamente la cantidad de fake news que tienen que ser desmentidas respecto a la nueva Constitución y el escenario político actual. Resulta más preocupante aún la cantidad de personas que comparten estas noticias falsas sin siquiera cuestionar su procedencia o su contenido. Es importante precisar que no es un fenómeno que se de particularmente en Chile, el más claro ejemplo lo tenemos con la campaña presidencial de Donald Trump, la cual, encontraba su principal respaldo en la difusión de fake news. Lo mismo sucedió con la campaña del candidato presidencial del partido republicano, José Antonio Kast -misma conducta o estrategia que ahora último ha replicado su sobrino, Felipe-.
Ahora bien, con esto no se busca “normalizar” la existencia o la presencia cada vez mayor de las fake news como estrategia política, al contrario. Es importante cuestionar lo que hay detrás de cada noticia. Al menos en lo inmediato, se pueden proponer dos hipótesis de su existencia, ambas igual de válidas al momento de revisar el escenario nacional. La primera, una estrategia maquiavélica a consciencia, mientras que la segunda es una estrategia desde la falta de argumentos.
Para la primera hipótesis, podemos situar el foco en la figura de Felipe Kast, miembro de la esfera política chilena e icono actual de la campaña del rechazo. En su persona, encontramos una constante conducta inclinada a difundir y promover noticias falsas respecto a la nueva constitución, cada tweet, cada comentario, cada cuña que ha surgido desde su persona ha sido desmentida. ¿Qué nos dice esto?, nos dice que —al igual que su familiar, José Antonio Kast—, estaría utilizando la difusión de información falsa como estrategia para hacer campaña y una suerte de activismo. Lo grave de esto, es que quienes siguen a estos lideres o figuras políticas no están cuestionando lo que se dice o lo que se muestra, solo lo comparten y lo hacen propio
No es descabellado pensar que esta difusión de información falsa es una estrategia político-ideológica totalmente a consciencia. Es entendible que una persona comparta —por equivocación—, en una o dos oportunidades, información falsa sin verificar la fuente previamente. No obstante, en el caso de esta y otras figuras políticas, es una acción constante y de la cual —hasta el momento— no ha habido ningún atisbo de retracto. Al contrario de esto, continúan difundiendo información falsa. Esto se vuelve más grave aún viniendo de la esfera política, puesto que de una u otra forma, tienen un rol de lideres de opinión y este liderazgo está siendo utilizado de una manera que se podría definir como fraudulenta.
La segunda hipótesis, apunta mayoritariamente a aquellos adherentes de sectores —de ambas inclinaciones políticas— que solo replican información, sin un mayor proceso reflexivo en torno a esta. Comparten un tweet, extraen pantallazos de cuñas sacadas de contexto para ser compartidas en sus redes sociales o, directamente, inventan información y la difunden. La interpretación de esta hipótesis, se sustenta en el hecho que medios como Fast Check en redes sociales, están semana a semana desmintiendo noticias inventadas y difundidas en grupos de opinión. No existe un argumento real, sino que existe un desvío de la atención.
El contraste entre ambas hipótesis, es que en la primera el político líder de opinión cuenta con la información a su favor, se desenvuelve en la esfera política. La gravedad está en que la manipula en favor de sus intereses o sus posturas. En la segunda, la gravedad está en que no se está cuestionando aquello que se comparte, no se verifican fuentes, no se profundiza, no se hace una revisión ni tampoco existe el interés de hacerlo.
Estando ad portas del esperado proceso plebiscitario para definir si queremos o no esta nueva Constitución, es importante informarse, pero hacerlo de la manera correcta. Es válido tener opiniones distintas —eso es lo que enriquece el debate—, lo que no es válido es querer pasar por sobre la opinión de una persona utilizando un argumento —o la falta de estos— respaldado en información falsa.
En este escenario, hay un tercer actor involucrado correspondiente a los medios de comunicación y la labor periodística. Existen numerosas situaciones en las que figuras del mundo político —principalmente de la derecha política—, mienten a destajo en los medios, divulgan información falsa frente a las cámaras y a periodistas que cuentan con la facultad absoluta y con la información para desmentir en el momento a aquella figura política que está incurriendo en esta falta. Este cuestionamiento no es nuevo, también se pudo ver durante los debates entre candidatos presidenciales debido a la impunidad con la que candidatos masificaron y divulgaron información falsa con tal de obtener la cuña del día siguiente.
Es imprescindible hacer un llamado a informarse, pero a informarse bien. En estos momentos, la elección que tomamos no será la que regirá los próximos cuatro años como cuando elegimos a un presidente, sino que marcará las pautas de acción de aquí hacia el futuro. En lo personal, mi inclinación es por la opción de una nueva constitución, ya que, si bien pueden existir elementos corregibles dentro de la misma, considero que hay más posibilidades de hacer cambios sobre una nueva carta de navegación que sobre una que durante décadas de promesas de reformas, no ha sufrido grandes cambios -y tampoco se ha mostrado interés real de ningún sector en hacer dichos cambios, por lo que no creo el discurso de que esta vez sí se va a reformar-. Creo que es justo dar la oportunidad a una nueva forma de hacer las cosas y que esta nueva forma de hacer las cosas esté sujeta a mejoras futuras.
De este modo, la mejor forma de informarse respecto a qué opción es la mejor, es formar una opinión propia. Es importante realizar un ejercicio de lectura y revisión minuciosa de la nueva constitución. Es igual de importante contrastar el escenario actual con el futuro —revisar en detalle cada carta magna, tanto la nueva propuesta como la actual—. También, resulta fundamental cuestionar aquello que se nos presenta, preguntar aquello que no estamos entendiendo y realizar todas las consultas pertinentes respecto lo que nos genera incertidumbre, esto nos permitirá tomar una decisión realmente informada.
El debate es un ejercicio sano y democrático en la medida que se realiza bajo parámetros éticos mínimos y que permitan contraponer argumentos, mas no comentarios o rumores. Además, es imprescindible considerar que debemos mirar con ojos críticos aquello que se nos muestra para luego definir si se cree o se acepta.