Quienes nos incorporamos a luchar por una nueva sociedad socialista hace ya 70 años hemos visto cómo las teorías que asignaban una corta vida al capitalismo resultaron erradas.
Por un lado el capitalismo ha evolucionado, no haciéndose menos desigual para los trabajadores, sino transformando su estructura. Esta no abandona como base la propiedad privada sobre los medios de producción y los bienes raíces, pero en esta etapa la concentración de la riqueza y el tamaño de las principales empresas se hace trasnacional.
Las experiencias en distintos países pequeños o grandes, como la antigua URSS, de construir sociedades y economías diferentes al capitalismo no han tenido éxito y han devenido en regímenes totalitarios en que no se avanza a sociedades más modernas e igualitarias.
Tal vez el surgimiento de China en que se combina la dictadura de un partido comunista y una economía estatal con desarrollo controlado de una economía privada capitalista, sea la mayor novedad, manteniéndose incógnita sobre cuál será su evolución, culminación o transformación.
El debate entre reformistas y revolucionarios sobre las posibilidades de cambiar la sociedad capitalista tiene más de 100 años.
En el 2006 me reencontré con André Gunder Frank, de quien había sido amigo desde que publicamos parte de uno de sus libros en la edición en español de la revista Monthy Review en Chile. André me dijo: “como sabes yo no soy marxista, pero he leído El Capital y casi todos los libros marxistas, llegando a la conclusión que en el gran debate entre reformistas (Kautsky) y revolucionarios (Lenin), los reformistas tenían la razón .“No sé de dónde salió la idea de que la sociedad capitalista estaba a punto de terminar y en crisis final”.
Es un proceso común a los que nos incorporamos a la lucha social en el siglo XX y que todavía seguimos en esa lucha hacer un balance de lo logrado en esta larga contienda que se desarrolla en el plano teórico y en la política práctica a nivel mundial.
Tal vez habría que considerar preferentemente lo hasta ahora sin solución: la acumulación de capital en el sistema capitalista y la reducción de la rentabilidad del capital invertido, que conduce a crisis más agudas y frecuentes.
Recientemente en Australia, un grupo de economistas laboristas ha desarrollado la teoría que la plusvalía acumulada de los diversos sectores económicos se va a dirigir al valor de la propiedad inmobiliaria y a reducir su rentabilidad. Lo demuestran empíricamente en su país (The Asset Economy edit. Polity Press 2020).
¿Estará ocurriendo eso en la economía chilena? Queda abierta la pregunta.
Los problemas de Chile para hacer crecer su economía, hacerla más igualitaria asegurando a las economías familiares un nivel compatible con la economía moderna, se han hecho más difíciles. La explotación de nuestros recursos minerales tiene un horizonte máximo de explotación que ninguna autoridad seria se atreve a mencionar y que implica un límite para el tipo de economía extractivista que nos ha destacado en el continente.
¿Existe un plan estratégico que contemple el control de la extracción de la riqueza mineral o la reducción inevitable del grado de concentración de los minerales, cuando las grandes empresas trasnacionales extractivistas dejen de interesarse en el territorio chileno? Eso puede tener origen en la reducción de la ley de los diversos minerales, o bien, porque el Estado chileno decida que esos recursos deben mantenerse en cierto nivel dando preferencia a su explotación menos intensiva por la nación chilena. La explotación de los recursos minerales, por sí sola, no garantiza el desarrollo de Chile y su paso a ser una economía desarrollada.
La gran cuestión resulta ser en qué ramas económicas, con qué proyectos público privados, se puede ampliar la economía chilena y convertirla en una economía desarrollada. Eso a nivel económico implica alcanzar un ingreso per cápita de entre 25.000 y 30.000 dólares , que es el ingreso actual de Portugal , la nación europea menos rica con la que Chile podría equipararse ( Chile: US$16.000 per cápita en 2021).
La creencia en la inmediatez del cambio social, ciclo que abarcó al socialismo y al comunismo se basaba en creer firmemente que el capitalismo, como lo conocíamos, estaba en su etapa final y que una gran crisis económica y social pondría fin a su corta existencia. Esa creencia que dominó a la política marxista, desde fines de la Segunda Guerra Mundial, dominó en la política socialista y comunista hasta bien entrado el siglo XXI. Aún hay militantes en todas las corrientes marxistas chilenas que creen en la inmediatez del cambio social.
La variante socialdemócrata tuvo finalmente la razón y participó en gobiernos izquierdistas o en alianza con fuerzas centristas en varios países europeos al finalizar la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad esas fuerzas socialdemócratas, aunque no se autodenominen así, son las que participan y/o dirigen gobiernos en la casi totalidad de los países latinoamericanos, desde México hasta Chile.
La gran incógnita es si la socialdemocracia propicia el cambio de régimen social que ponga fin al sistema capitalista o si plantea que este es el régimen final y que hay que perfeccionarlo para hacerlo más justo y universal. En último término ¿debe Chile buscar un camino propio para desarrollarse? O ¿ Debe buscar una Federación de Estados que incluya desde México hasta Chile a ambos lados del continente?