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Relaciones Unión Europea-América Latina: reformatear y reiniciar MUNDO Foto: Archivo/GETTY IMAGES

Relaciones Unión Europea-América Latina: reformatear y reiniciar

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Héctor Casanueva
Por : Héctor Casanueva Profesor e Investigador del IELAT, Universidad de Alcalá. Ex embajador de Chile en Ginebra ante la OMC y organismos económicos multilaterales y en Montevideo ante la ALADI y el MERCOSUR.
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España es el único país de la UE con la historia, los intereses, los lazos y la sensibilidad para tomar la iniciativa de una cumbre para el 2023. Pero, para que sea convocante, atractiva y obtenga resultados de largo plazo, hay que actualizar la relación, pues habrán pasado 24 años desde Río de Janeiro. La realidad geopolítica -sobre todo ahora con la guerra de Rusia y la disputa de China con EEUU- los desafíos globales, la transición digital, ecológica y energética, y en general las amenazas estratégicas y existenciales son otras. El futuro ya no es lo que era. Se deben por lo tanto reformatear los tres pilares, introducir prospectiva y gobernanza anticipatoria para incidir conjuntamente en la construcción del futuro global, y desde esa nueva convergencia, reiniciar las relaciones en clave Siglo XXI. 


La intención del gobierno español de promover una Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) y América Latina y el Caribe (ALC) en el segundo semestre de 2023, es una buena noticia. A España le corresponde presidir la UE durante ese período, fijando la agenda y estableciendo las prioridades de su mandato. Una cita birregional como la propuesta, sería la IX desde que comenzó en 1999 en Río de Janeiro la “diplomacia de cumbres”, para impulsar la “Asociación Estratégica ALC-UE”, y la III CELAC-UE, denominación adoptada a partir de la Cumbre de Santiago de Chile en 2013, cuando por primera vez ALC se presentó bajo un paraguas común, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. El objetivo de las cumbres birregionales, que se realizaron sistemáticamente cada dos o tres años, entre 1999 y 2015, fue construir desde el máximo nivel de decisión una asociación basada en tres pilares: diálogo político, comercio y cooperación al desarrollo. En cada una de las ocho cumbres realizadas, junto con revisar los avances, se adoptaron decisiones relevantes para ir consolidando estas relaciones.

De los tres pilares, la cooperación es el más dinámico: la UE es el primer contribuyente para ALC en Ayuda Oficial al Desarrollo: destinó 3.600 millones de euros, entre 2014 y 2020, y ha comprometido más de 3.400 millones para 2021-2027 en diversos programas. La movilidad en Erasmus+ alcanza anualmente a más de 2.500 intercambios, y se han desarrollado proyectos con 2.897 investigadores latinoamericanos. También las inversiones son muy relevantes, es el primer inversionista, con 800.000 millones de euros. Este nivel de inversiones significa para la UE un alto grado de exposición, de manera que la estabilidad y el desarrollo de ALC es de su mayor interés. La inversión latinoamericana en la UE llega ya a los 205.000 millones de euros. En el comercio, la UE es el tercer socio para ALC -luego de haber sido desplazada del primer lugar por China-, posición que mejoraría considerablemente si se pone en marcha el acuerdo con el MERCOSUR, pues sumado a los otros acuerdos con la región, más la modernización de la asociación con Chile y México, se crearía una potente zona de libre comercio UE-ALC.

Pero falta el impulso político, las reuniones de jefes de estado y de gobierno están interrumpidas desde la cita de Bruselas de 2015, debido, por una parte, a las divisiones existentes en ALC por los casos de Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua, y los diferentes enfoques sobre modelos de desarrollo, que han impedido generar una estrategia común de inserción internacional. Se ha debilitado la CELAC y perdido claridad prospectiva sobre el futuro, tanto para la superación de los efectos de la pandemia -que la CEPAL y otros organismos fijan entre cinco y diez años-, como en cuanto a su posición geopolítica y geoeconómica en la nueva globalización. Ello afecta la relación con la UE y ha impedido que se profundice un entendimiento estratégico, indispensable en el actual escenario global. Ambas regiones suman un tercio de los miembros de la ONU, cuenta con siete de los miembros del G-20, y reúnen el 30% del PIB mundial. Pero al faltar el impulso político, no logran las sinergias que se requieren hoy.

Por otra parte, desde la UE tampoco ha habido en los últimos años suficiente espacio político para avanzar con ALC, más allá de los programas de cooperación y el funcionamiento vegetativo de los acuerdos comerciales. Tiene muchos frentes abiertos hacia el futuro en materia digital, ambiental, energética, migratoria y geopolítica. Situaciones que tensionan a las instituciones europeas, que al no encontrar del lado latinoamericano claridad y voluntad política, tampoco es posible más proactividad.

Aun así, en gran medida por los esfuerzos del Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, acompañado sobre todo por Alemania y España, la Comisión y el Parlamento han sido persistentes en sus intentos por recuperar el diálogo político, organizando reuniones de parlamentarios en la Asamblea Eurolat, de ministros de exteriores y líderes de los organismos de integración de ALC, empresarios y académicos, para mantener los objetivos del Plan de Acción CELAC-UE.

Las presidencias europeas de Portugal y Eslovenia (2021) y Francia (Primer semestre 2022), no contaron a ALC en sus prioridades. Tampoco está en las anunciadas por la presidencia checa (Segundo semestre 2022) y sueca (Primer semestre 2023), y en el programa de 18 meses del Consejo Europeo hay sólo una tímida mención a apoyar un diálogo de alto nivel.

España es el único país de la UE con la historia, los intereses, los lazos y la sensibilidad para tomar la iniciativa de una cumbre para el 2023. Pero, para que sea convocante, atractiva y obtenga resultados de largo plazo, hay que actualizar la relación, pues habrán pasado 24 años desde Río de Janeiro. La realidad geopolítica -sobre todo ahora con la guerra de Rusia y la disputa de China con EEUU- los desafíos globales, la transición digital, ecológica y energética, y en general las amenazas estratégicas y existenciales son otras. El futuro ya no es lo que era. Se deben, por lo tanto, reformatear los tres pilares, introducir prospectiva y gobernanza anticipatoria para incidir conjuntamente en la construcción del futuro global, y desde esa nueva convergencia, reiniciar las relaciones en clave Siglo XXI.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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