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Más y mejor democracia en una nueva Constitución para el siglo XXI Opinión

Más y mejor democracia en una nueva Constitución para el siglo XXI

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En este momento histórico de Chile, creo necesario recordar al exsenador Radomiro Tomic, quien, al inicio de su campaña presidencial en 1969, vaticinó: “… O emprendemos una revolución democrática y popular dando forma a un inmenso esfuerzo de participación del pueblo para que Chile alcance otro horizonte y un nuevo destino, o el colapso institucional dividirá gravemente a los chilenos contra sí mismos…”, palabras que lamentablemente no fueron oídas en 1973, pero que hoy felizmente vuelven a estar vigentes en el corazón de la propuesta de nueva Constitución.

¿Por qué necesitamos una nueva Constitución?

Los intentos de maquillaje a la Constitución de la dictadura, que pretende impulsar la derecha, producen una profunda desconfianza, ya que no consideran la eliminación, después de 42 años, del modelo de democracia protegida (de las amenazas del enemigo interno, o sea, de los chilenos), que, debemos recordar, está basado en la Doctrina de Seguridad Nacional, que fue impuesta por Estados Unidos a través de la dictadura cívico-militar y dio origen a un sistema político que incluye enclaves constitucionales para limitar la soberanía popular y que sitúa a las Fuerzas Armadas como un poder autónomo, lo cual se sigue reflejando en 51 referencias a la seguridad, con 13 de ellas específicamente a la seguridad nacional.

Esta arquitectura institucional ha permitido a los poderes fácticos seguir ejerciendo su tutela, que dificulta un auténtico sistema democrático e impide modificar este modelo económico del abuso, consistente con el enfrentamiento ideológico que lo originó y que, bajo pretexto de un fracasado proyecto de desarrollo basado en la explotación de nuestros recursos naturales, ha seguido protegiendo los intereses y privilegios de los ricos y poderosos; restricciones fundamentales que no pudieron ser eliminadas por los cambios cosméticos negociados con posterioridad y que, tal como se observa, tampoco están dispuestos a eliminar en su propuesta de última hora de rechazar para reformar, que así resultaría una Constitución del Gatopardo, para que “todo cambie para seguir igual”, con el objetivo real de mantener los cerrojos y privilegios actuales, que no lograron proteger con su escuálido 24% de convencionales afines obtenidos en la elección y que ahora pretenden desesperadamente hacerlo, confundiendo a los chilenos: un enfermo de cáncer no se cura con aspirinas. No nos dejemos engañar.

Participación ciudadana

Digámoslo fuerte y claro, “la mona, aunque se vista de seda, mona se queda”: nos resulta realmente inverosímil creer que los herederos de la dictadura cívico-militar ahora sí aprobarían los tremendos cambios necesarios que permitieran terminar con la tutela ideológica y la cultura del abuso impuestas en el escenario de la Guerra Fría, más aún en una emergente situación mundial de confrontación, que parece renacer con la guerra Rusia-Ucrania y que podría volver a estimular ya conocidas operaciones no santas en Sudamérica, esta vez, para contener la creciente influencia de China. En este contexto, los partidarios del Rechazo debieran entender que la fuerza de la participación ciudadana, incorporada en la nueva Constitución, no es una amenaza a la democracia, sino, muy por el contrario, será un seguro democrático institucional para fortalecer nuestras instituciones y contener oscuros intereses, cualquiera fuere su origen.

Nadie podría imaginar que el sistema democrático logrará subsistir si no se llevan a efecto prontas reformas que corrijan sus actuales dramáticas deficiencias…”, agregando que “en el respeto al ser humano y a sus derechos es posible construir una sociedad para todos los hombres…”, nos exhortaba el Presidente Frei Montalva en 1977.

Al iniciar la recta final para el plebiscito de salida, me permito concluir esta columna de opinión compartiendo la famosa frase de uno de los padres de la Armada Norteamericana, el capitán John Paul Jones, quien en la batalla naval de Flamborough Head, en la costa de Escocia el 23 de septiembre de 1779, al ser conminado a rendirse por el comandante de una fragata inglesa, respondió con sus famosas palabras: “Aún no he comenzado a combatir”, arenga que confío también impulse y motive esta épica gesta para que la verdad derrote la mentira sobre la nueva Constitución y nos conduzca a ganar el Apruebo, opción y esperanza para un futuro mejor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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