Parece ser, a la vista de la ceremonia del cierre del proceso constituyente y de la reconciliación del Gobierno, transmitida por los medios de comunicación y las redes sociales, con “los padres y madres de la Concertación”, que los partidarios del Apruebo se han puesto manos a la obra para generar representaciones sociales que unan a los chilenos. También, aquellos que se muestran partidarios del Rechazo acuden a términos como “rechazo con esperanza” con la misma finalidad y, lo que no deja ser sorprendente, también buscan el cobijo de los “padres y madres de la Concertación”.
Tras la redacción de la propuesta de una nueva Constitución, gran parte de aquellos que, de alguna forma, participaron en su elaboración conminan a todos los ciudadanos a informase sobre su contenido para que, de esta forma, se eviten decisiones tomadas a partir de noticias falsas y sesgos.
Sin duda, una comprensión racional de cualquier decisión crítica requiere de un previo conocimiento informado y de un adecuado debate en condiciones de igualdad: en esto consiste la modernidad. No obstante, resulta equivocado o ingenuo sostener que el resultado del plebiscito del próximo 4 de septiembre dependerá exclusivamente del texto de la propuesta. Y la razón fundamental es que en las constituciones resulta, al menos, igual de relevante lo que ellas simbolizan o representan que la valoración de las normas que contienen.
Resulta ilusorio pensar que todos los ciudadanos chilenos van a informarse de acuerdo con los cánones del discurso racional. Y esto se explica, en parte, en el denominado principio de economía cognitiva, según el cual contamos con recursos cognitivos escasos y con limitaciones y preferencias de todo tipo a la hora de tomar una decisión informada. Así, no contamos con el tiempo necesario para leer, al menos una vez, el texto constitucional o participar en las diferentes actividades de difusión y discusión del proyecto de nueva Constitución. Además, solemos tener otras preferencias cognitivas como, por ejemplo, los estudios, la literatura, las redes sociales, las series de televisión, entre otras. Tampoco todos tienen las mismas capacidades para entender y reflexionar de una manera crítica un documento tan complejo como una Constitución. A todo lo anterior, se une un límite temporal: contamos solo con dos meses para informarnos del proyecto de nueva Constitución.
Y, para suplir estos vacíos y limitaciones, contamos con las representaciones sociales, es decir, hechos, discursos, símbolos o imágenes que se encuentran fuera del texto de la Constitución y que nos permiten tomar una decisión con una ilusión de racionalidad. Pero lo que debemos dejar claro es que las representaciones sociales son inevitables y necesarias a la hora de tomar una decisión. Así, en la cuestión que nos ocupa, cada ciudadano debería cursar los tres cursos semestrales de derecho constitucional que normalmente se imparten en las escuelas de derecho, y puedo afirmar, como profesor de leyes, que asistir e, incluso, aprobar estos cursos no te asegura un conocimiento aceptable de un determinado texto constitucional. Incluso los especialistas en derecho constitucional consciente o inconscientemente acuden a representaciones sociales. Ahora bien, junto con el reconocimiento de que las representaciones sociales son inevitables, también debemos ser conscientes de que un uso abusivo de ellas conlleva decisiones apresuradas y, en no pocas ocasiones, discriminatorias.
[cita tipo=»destaque»]En todo caso, el daño ya está hecho y cada uno de nosotros deberemos asumir nuestra responsabilidad en este proceso constituyente.[/cita]
Pero, incluso, si un ciudadano sin conocimientos jurídicos leyera el texto constitucional y se informara durante los dos meses que tenemos hasta el plebiscito a través de seminarios, encuentros, conversatorios, medios de comunicación y redes sociales, no podremos afirmar que tenga toda la información necesaria para tomar una decisión racional. Yo tengo mis dudas como profesor de derecho penal. Si bien he dedicado parte de mi carrera académica a estudiar las relaciones entre el derecho penal y la Constitución, me he visto obligado a preguntar a mis colegas constitucionalistas y procesalistas el significado de algunas normas del proyecto relacionadas con el sistema político y la independencia del Poder Judicial.
Incluso, las constituciones, al remitir gran parte de su desarrollo a leyes posteriores, generan una situación de incertidumbre que solemos afrontar, de nuevo, con representaciones sociales. Así, por ejemplo, cuando el contenido preciso de un derecho fundamental, por ejemplo, el de propiedad, quedará a cargo de una ley posterior, esto significa que cada uno tenderá a imaginarse, de acuerdo con su biografía, un mundo diferente. Además, muchos “se informarán”, no con la finalidad de tomar una decisión racional, sino precisamente para reafirmar sus propias representaciones sociales como una suerte de “barra constitucional”.
No todas las representaciones sociales son negativas, sino que pueden y deben cumplir un papel relevante en las democracias representativas. Las principales representaciones sociales que deberían acompañar a un proceso constituyente son, sin dudas, aquellas relacionadas con la confianza. Por ejemplo, los símbolos e imágenes que acompañaron al plebiscito de salida de la Constitución española de 1978 fueron esenciales: una gran parte de mis compatriotas, tras cuarenta años de dictadura, no tenía muy clara las implicancias del texto constitucional, pero la imagen del presidente del Partido Comunista, exiliado e implicado en una de las matanzas por parte de los republicanos en la Guerra Civil, por un lado, y de políticos que habían desempeñado cargos durante la dictadura de Franco, por otro lado, generó una confianza que llevó o, al menos, incidió en un porcentaje de aprobación del 91,81%. Obviamente, la situación de España poco tiene que ver con la chilena de hoy en día, pero lo que quiero recalcar aquí es el valor que tiene la confianza en los sistemas representativos de toma de decisiones.
Estas representaciones o imágenes que todos hemos ido construyendo durante la elaboración de la nueva Constitución van a ser determinantes en el plebiscito. El problema es que estas no han generado un consenso, al menos, en las encuestas, sino que han reafirmado otras representaciones sociales previamente construidas. Así, por ejemplo, los incidentes que acontecieron en el acto de inauguración del proceso constituyente o las “funas” entre los propios constituyentes “progresistas” no generaron un consenso, sino que reafirmaron las ideas preconcebidas en ambos bandos: para unos, la idea de que las “funas” constituyen una herramienta necesaria y justificada en el debate político y, para otros, la idea de que parte de los constituyentes no respetan la institucionalidad y el republicanismo chileno.
Las representaciones sociales constituyen mecanismos de construcción social de significados que, en no pocas ocasiones, se alejan de la realidad, sobre todo en sociedades divididas. Así, por ejemplo, cuando se afirma, por una parte, que si gana el Apruebo nuestro sistema político derivará irreversiblemente en una dictadura comunista o, por el contrario, si gana el Rechazo volveremos a los tiempos más oscuros de la Constitución del 80, constituyen mensajes que poco tienen que ver con un país perteneciente al exclusivo grupo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Pero, por el contrario, la mayoría de las representaciones sociales tienen alguna conexión con la realidad, por lo que nuestros constituyentes y representantes políticos deberían haber tomado conciencia de sus implicancias en la ciudadanía. Si realmente se quería generar confianza en la mayoría de los chilenos, entonces se deberían haber construido imágenes que reflejaran una Constitución para todos y no una lucha por particularismos e identidades. Esta situación ha alimentado una cultura del enfrentamiento que ha allanado el camino para difundir noticias falsas y, de esta manera, construir representaciones sociales sesgadas.
Finalmente, parece ser, a la vista de la ceremonia del cierre del proceso constituyente y de la reconciliación del Gobierno, transmitida por los medios de comunicación y las redes sociales, con “los padres y madres de la Concertación”, que los partidarios del Apruebo se han puesto manos a la obra para generar representaciones sociales que unan a los chilenos. También, aquellos que se muestran partidarios del Rechazo acuden a términos como “rechazo con esperanza” con la misma finalidad y, lo que no deja ser sorprendente, también buscan el cobijo de los “padres y madres de la Concertación”.
Sin embargo, el principal problema de una representación social es que, una vez construida, después resulta muy difícil “deconstruirla”. Pero, a pesar de todo, tenemos la obligación como ciudadanos de informarnos sobre este proyecto, prestando atención a las críticas y propuestas del bando opuesto, porque una Constitución democrática supone, ante todo, ponerse en el lugar del otro.
En todo caso, el daño ya está hecho y cada uno de nosotros deberemos asumir nuestra responsabilidad en este proceso constituyente.