Cuando Augusto Polo Campos, aquel extraordinario compositor peruano, compuso el famoso vals “Cariño Malo”, nos habló del amor “fingido”, y por ello “perverso”, entre un hombre y una mujer. Después del amor, cuando la mujer engañada se encuentra inesperadamente con su amante, ella se sincera y le reprocha al hombre infiel: “Se ve por tu reír que aún no sabes cuánto he llorado” y le pide al menos “respeto” por sus sentimientos. Ella llora y él se ríe porque no cambia. Pero ella comprende que tiene que dejarlo por su propio bien.
En la franja del “amor” para el Rechazo de la nueva Constitución en Chile, los roles de aquel famoso vals parecieran haber cambiado, pues la voz que habla es masculina y su discurso pareciera ser más bien el de un hombre despechado, que al haber sido abandonado por una amante estafada, le exige que deje la rabia de lado, olvide todo y lo ame.
Muy expresivo de la profunda misoginia de la derecha es el uso de la imagen de una mujer desesperada, no de un hombre, porque ellos no se descontrolan. Luego la muestran chillando, agarrándose la cabeza con un trapo y dejándose arrastrar por la pared de un baño como símbolo de aquel que por su desesperación es rencoroso, vengativo, odiador e incapaz de soñar. Luego lanzan la frase que la rabia “todo lo oscurece”. Nunca se hace mención de por qué llora esa mujer, por qué se desespera. Aquí no hay concepto de justicia, derecho a expresarse, de rendición de cuentas, de compasión, de tolerancia, porque la argumentación es de carácter irracional: la gente que siente rabia es porque tiene la “mente nublada”. Esos seres serían los que provocan una “pesadilla” que amenaza con destruir el universo encantado del amor. Allí nadie pregunta nada, la gente se abraza, sonríe, y lo único que anhela es expresar su amor rechazando la nueva Constitución.
Curiosamente ahora es la “rabia” aquella que aparece como única causa de todos los males de Chile y el “amor para rechazar” como único instrumento de salvación porque es “otra cosa”.
El paraíso del amor del Rechazo nos cuenta que “abrazar con amor es contener”. Pero ¿qué es lo que se contiene verdaderamente? No se da a conocer. ¿Serán los cientos de conflictos reales que nos afligen a los chilenos y que no se pueden resolver con un abrazo con amor? ¿Acaso se puede contener a un joven con una deuda CAE con un abrazo de amor?
Luego se toca el tema de la educación y se enuncia otro mandamiento del mundo del amor: “Enseñar con amor es educar”. No importa aquí qué es lo que se enseña, sino que se haga sin rabia, sin conflictos y sin discusiones. Educar equivale a enseñar en silencio, sin bulla, solo con el amor del profesor. Lo que sientan los alumnos no importa. La cuestión es que, si son rabiosos, serán unos maleducados.
Sin más ni más se anuncia que en ese paraíso del amor existen unos nuevos derechos denominados “derechos con amor”, que son los que conforman la “equidad”. Es decir, cualquiera que venga a reclamar un derecho con rabia por hastío o por impaciencia, creará desigualdad. ¡Una gran lógica!
Interesante es recoger el concepto de “equipo” de las fuerzas del Rechazo en su peculiar mundo del amor. Ellos dicen: “Un grupo con amor es equipo”. Nuevamente un grupo donde hay controversia, discusión de fondo, diferencias de opiniones o conflictos, no es un equipo. Es un conjunto de personas rabiosas y, por lo tanto, vengativas y odiadoras.
La derecha plantea así una nueva contradicción vital en Chile que estaría protagonizada por dos bandos: los rabiosos y los amorosos. La solución sería rechazar el texto de la nueva Constitución para volver a la Constitución del 80 como un nuevo “sueño del amor”, porque cualquier otro sueño con rabia, sería una “pesadilla”. En todo caso, el “amor” macho de la franja del Rechazo tiene todas las características del “cariño malo” del vals de Polo Campos: no respeta, no recuerda, finge y se da el lujo de reprochar a los engañados.