Las amenazas golpean nuestras puertas, cooperar desde y entre la región no resuelve nuestros problemas, sin embargo es un paso decidido en la dirección correcta.
Nadie puede quedar indiferente frente a las profundas convulsiones que se advierten en términos globales. La pandemia que afectó a prácticamente toda la humanidad dejó en claro que nadie, ni países ni personas, están exentos de ser impactados por una amenaza de las dimensiones que conocimos, es evidente que las cadenas de efectos de una situación como la vivida advierten sobre un hecho más que evidente: estamos todos embarcados en una misma nave. No obstante, a reglón seguido y, como si nada hubiera pasado, tomamos pasaje en una nueva crisis, con una levedad (parafraseando) insoportable. La guerra ucranio-rusa arroja efectos gravísimos, inflación, escasez de alimentos, crisis energética. Un desastre se suma a otro, ello sin señalar aun que las diversas amenazas que ya golpeaban a la humanidad, calentamiento global, migraciones forzadas, por citar los más evidentes, no solo continuaban su desbocada carrera sino que, energizadas por los factores aludidos aumentaban su velocidad y peligro.
[cita tipo=»destaque»]América Latina nuevamente, de manera tímida, está conformando una oportunidad política para dialogar y construir un espacio común, no es posible desperdiciarla.[/cita]
Frente al cuadro señalado, las muchas fórmulas para enfrentar esta situación parecen no inmutarse. Las clásicas propuestas para girar el rumbo continúan su dinámica de manera inalterable. La cooperación internacional para el desarrollo es una de ellas. El apagón en la cooperación que pudimos todos advertir, regiones completas que tardaron meses y meses en alcanzar alguna esperanza de vacunas, o tecnología sanitaria, o recursos frescos para evitar el despeñadero, hablan de la necesidad de repensar los diseños para cooperar. Y el escenario parece difícil de ser alterado, de retorno a una inestable normalidad –respecto a la pandemia, más no al batir de los tambores de guerra- el sistema de cooperación internacional, toma nuevamente asiento en los mismos viejos escaños desde los cuales debate el carácter o las nuevas definiciones sobre el desarrollo. La Transición al Desarrollo, por ejemplo, formula acuñada recientemente para caracterizar los procesos por los cuales transitan los llamados países emergentes, recupera impulso, tomando escasa nota respecto de los evidentes retrocesos que dichos países experimentan luego de las crisis acaecidas.
Lo expresado supone, de manera urgente un nuevo paradigma, nuevo pero antiguo. América Latina por ejemplo, necesita de manera prioritaria reconocerse como un espacio común. De esta manera, lo multilateral no es una palabra destinada a engalanar los discursos en los foros internacionales, por el contrario se trata de un medio eficaz para avanzar en la conformación de prácticas concretas, de mecanismos de integración de sus alicaídas economías, de protección de sus mares y territorios de la más que evidente devastación. El antiguo aforismo relativo a que nadie se salva solo, es más cierto que nunca en el actual escenario global y regional. América Latina nuevamente, de manera tímida, está conformando una oportunidad política para dialogar y construir un espacio común, no es posible desperdiciarla. Un bloque latinoamericano, antes que económico, implica voluntad de acercamiento, requiere construir -desde este territorio- nuevas definiciones respecto del desarrollo, ello implica la constitución de una mirada latinoamericana sobre los problemas de Latinoamérica. Esto, que parece un lugar común, no forma parte del repertorio de instrumentos que acompañan el imaginario de una parte importante de las burocracias de la cooperación internacional de la región. Aparentemente el canon (mirar la región desde el mundo desarrollado), supera la necesidad de articular nuestras propias fuerzas, definir nuestras propias estrategias.
Las amenazas golpean nuestras puertas, cooperar desde y entre la región no resuelve nuestros problemas, sin embargo es un paso decidido en la dirección correcta.