Se puede entender el caos como confusión, desorden o desorganización, pero me gusta pensar en él como el origen. Algunos físicos atribuyen el caos como el estado anterior a la ordenación del cosmos y al mismo tiempo necesario para generar un orden superior.
Desde esta mirada, el caos es una oportunidad para que por medio de una dinámica y estrategia distinta se pueda evolucionar hacia un escenario diferente, porque algo cambio o dejo de ser como era antes.
Convivir con el caos genera una transformación progresiva, paso a paso, donde las creencias o formas de pensar se ponen en tela de juicio, de forma, que se construyan nuevas que den coherencia, nuevo sentido y explicación.
Pero ¿Cómo aceptar el caos sin perder el control?
Primero, aceptar que el caos es necesario para evolucionar y mejorar. Tuvimos que desarrollar habilidades comunicacionales online para relacionarnos con nuestro entorno, estudiar, trabajar. El caos de la pandemia transformó en prioridad, la conexión online, que permitió lograr esta nueva estabilidad.
Segundo, reconocer que las recetas de éxito no son garantía de éxito. Hace algunos años atrás, para garantizar el éxito de un equipo debíamos reunirnos en un mismo espacio físico y estar 44 horas por semana juntos; todos en un mismo horario. Llegó “el caos” y aprendimos nuevas estrategias de éxito para que los equipos trabajen de forma cohesionada exitosa. En muchos casos, estás nuevas recetas se conviertieron en una mejor opción
Tercero: El caos trae más oportunidades que problemas. Antiguamente la única opción era trabajar en una organización. El caos de la pandemia y los encierros permitieron que algunos construyeran negocios propios. Hoy, muchos no se preguntan dónde quieren trabajar, se pregunta qué negocio van a levantar.
El problema es tratar de controlar el caos,
El caos existe para cuestionarnos, darle sentido distinto a la vida, estar mejor, sentirnos vivos, evolucionar. El caos no se controla, se utiliza.