A pesar del permanente ninguneo de los medios de comunicación masivos a su figura de estrella, Zalo Reyes se impone desde las preferencias auténticas de su público, también masivo. El sentimiento verdadero de un pueblo se expresa en momentos clave dejando –la mayoría de las veces– a los mainstream y la hegemonía de los poderosos mudos o desconcertados, debiendo sumarse a las muestras de dolor colectivo por la partida de un legítimo ídolo.
Zalo, abreviado popular de González, su apellido paterno, se potencia con el apellido de su madre, Reyes, a quien le canta soy tu legado, tu raíz/ soy tu semilla, nací de ti/ yo te agradezco la vida… uno de sus éxitos, puesto que la figura materna es esencial en el repertorio del mal llamado género de la “canción cebolla”. El pueblo chileno se identifica con su carisma, pues Zalo, no solamente canta muy bien, sino que su humor y sarcasmo siempre presente en sus actuaciones– representan la vida cotidiana barrial, el desparpajo de lo auténtico, y el Gorrión de Conchalí la instala en la estereotipada realidad de la pantalla–. Además, que la elección de sus canciones –no siendo su creador– apunta certeramente a la necesidad de sus escuchas. Un eximio Intérprete de emociones clandestinas no necesita ser autor de lo que canta.
Son escasas las estrellas que brillan en el firmamento del mundo musical de Chile. Somos un país mezquino en espacios para nuestras voces; aunque pueden ser muchas las que existan, los medios y mediadores prefieren lo afuerino. Pero, en ocasiones, el pueblo salta esas barreras o se cuela con maestría por los agujeros que el mismo sistema permite, arremetiendo con toda su fuerza. Zalo Reyes se impuso por su calidad artística, versátil cantante de música popular, pero por sobre todo tras la complicidad de un pueblo que le fue incondicional porque le reconoció como artista popular, una estrella sin parangón.