Hace algunos días, en un diario de alcance nacional, se publicó un artículo titulado “Uso de aguas subterráneas en la RM ante sequía es 95% más barato que la desalación”. En la nota se afirmaba, entre otras cosas, que la inversión estimada para abastecer 20 m3/s con una desaladora hasta el sector de Las Vizcachas y utilizarla en el sistema de distribución de agua potable de la Región Metropolitana, sería de unos US$ 8.300 millones.
Lo cierto es que, a ojos de cualquier conocedor del tema de la desalinización, tales cifras no cuadran por ningún lado y resultan algo exageradas, aun cuando se incluyeran en ellas los costos de una red de tuberías y sistemas de bombeo.
Pero más allá de lo llamativo del reportaje, y lo curioso de los números mencionados en algunos de sus párrafos, la sequía que nos afecta por más de una década tiene su origen en diversas causas, siendo las principales la falta de precipitaciones (sequía meteorológica), en especial en la zona central, y la disminución de las aguas superficiales y subterráneas (sequía hidrológica).
Lo anterior ha llevado, en los últimos años, a la autoridad a decretar emergencia agrícola en varias regiones y escasez hídrica en diferentes provincias. De hecho, algunas cifras indican que cerca de un 72% de la superficie nacional experimentaría algún grado de sequía.
Y es que el problema de la falta de agua es mucho más complejo de lo que se piensa, pues no existe una sola solución o camino para enfrentarlo. Cuando hablamos de acciones para combatir la actual sequía, y alejar el fantasma del racionamiento que ronda en algunas comunas, no solo debemos pensar en un conjunto de medidas que son complementarias y no excluyentes –como contrariamente planteaba el artículo del referido diario, es decir, o las aguas subterráneas o las plantas desalinizadoras, pues también hay que considerar otras vías, siempre integradas y combinadas–.
Algunos ejemplos de esto último son el reúso de las aguas tratadas, los embalses y las campañas educativas que fomenten en la población el cuidado y uso eficiente del agua potable, soluciones que deben sumarse a las aguas subterráneas y las plantas desalinizadoras ya mencionadas.
De hecho, basta analizar el caso de Israel para observar cómo la combinación de desalinización de agua de mar, para incorporar nuevas fuentes de agua, y la reutilización previo tratamiento de las aguas residuales, genera un escenario eficiente y sustentable para la población, la industria y la agricultura.
Mientras actuemos de manera coordinada y colaborativa como sociedad, sin excluir ninguna de las opciones antes expuestas, podremos asegurar el suministro del vital recurso hídrico en el tiempo.
Y otro dato a considerar: debemos actuar con celeridad en esta materia, pues el cambio climático llegó para quedarse y ya estamos atrasados en nuestro desafío de ganar la batalla contra la sequía.