Como somos isleños y vivimos al fin del mundo, tendemos a enfrascarnos en nuestras tragedias telúricas, festivales de la canción, o en las cualidades de nuestros líderes. Así, nos incorporamos tarde a las preocupaciones de los círculos intelectuales internacionales y pasamos largos períodos discutiendo ideas pasadas de moda.
La información económica se usa con una superficialidad sorprendente. Se ha reiterado que el débil crecimiento de la economía se debe a un mal gobierno, a algunas reformas, o a que un parlamentario haya usado la palabra retroexcavadora, concluyendo que mientras más facilidades se den al empresariado, más se invertirá y, por tanto, se generará más empleo. Se citan las estadísticas libremente, aun cuando no hemos sido capaces de realizar un Censo confiable. Lo novedoso, y que no ha logrado convencer a los famosos economistas, es que al revés de lo que pregonan, la mayor parte de las inversiones significativas que están realizando las empresas desde fines de los 90, son eliminadoras de fuentes de trabajo: las inversiones no siempre crean empleo, señores.
Los puertos comenzaron una transformación productiva brutal desde 1997 y, posteriormente, la ha vivido todo tipo de actividad, incluidas la financiera y la burocrática. Al mismo tiempo, desde que se comenzó a implantar el neoliberalismo en Chile y, especialmente con su consolidación, los empresarios han tratado de eliminar al máximo su dependencia de los trabajadores, usando tecnologías digitales para disminuir el número de estos en sus empresas, precarizando todo tipo de contratación, gracias a una legislación laboral esclavista.
En otras palabras, el reemplazo de mano de obra por máquinas y la desaparición de fuentes de trabajo es un camino de no retorno. En Europa ya se habla de la cuarta revolución industrial y se discuten formas de proteger a los desempleados. Varios países han comenzado a entregar un “ingreso básico” a todos sus habitantes y otros lo están analizando. En una pequeña región de Namibia, la entrega de 100 dólares a cada residente menor de 60 años disminuyó la pobreza del 76% al 16%, promovió negocios, eliminó el ausentismo escolar y redujo la delincuencia a la mitad. En Canadá, Finlandia y Países Bajos han hecho experimentos similares. Suiza hizo un referéndum para aprobar la entrega de US$ 30.275 al año para todos, pero se perdió.
Estados Unidos se ha planteado muy firmemente frente a esto. Un Informe de la Casa Blanca, llamado “Inteligencia artificial, automatización y economía”, propone: aumentar el salario mínimo, fortalecer el poder de negociación sindical, proveer viviendas baratas para facilitar la movilidad laboral, desplazar los impuestos del trabajo al capital y aumentar masivamente la financiación a la capacitación laboral y la reeducación. Según la Casa Blanca, la inteligencia artificial está adquiriendo un papel cada vez mayor en prácticamente todos los sectores y EE.UU. debe prepararse para esta evolución. El informe va acompañado de un plan estratégico nacional de desarrollo e investigación en inteligencia artificial, titulado Preparing for the Future of Artificial Intelligence, que examina el estado actual de la IA, sus aplicaciones y las preguntas que plantea su progreso a las políticas públicas y su aplicación. Detalla varios desafíos regulatorios y de políticas que ya están surgiendo, tales como:
Antes de la publicación del informe, la Oficina de Políticas de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca realizó una serie de actividades públicas de divulgación y consulta a lo largo de 2016.
En Chile la inteligencia artificial avanza diariamente y el Gobierno ha iniciado el desarrollo de las llamados startups que dan apoyo a emprendedores, locales y extranjeros, que quieran crear en Chile. Subsidian hasta un 90% del costo total del programa, con un tope de $20 millones por proyecto. La empresa beneficiaria deberá aportar un 10% de los gastos. Este subsidio funciona bajo un sistema de reembolsos o bajo anticipo. El programa también ofrecerá Visa de Trabajo por un año al beneficiario del programa y a un equipo de hasta tres personas. Las empresas que decidan llevar sus emprendimientos a regiones recibirán $10 millones junto al subsidio inicial. También se adjudicarán $10 millones a postulantes chilenos repatriados con posgrados de las 150 mejores universidades (1).
Las startups que durante seis meses logren demostrar generación de ingresos y necesiten conseguir más fondos para crecer en Chile y Latinoamérica, podrán optar a una segunda fase de financiamiento que llega hasta los $60 millones, que equivaldrán al 70% del total, donde el 30% restante será aportado por la empresa aceptada.
Aunque el término startup puede referirse a compañías de cualquier ámbito, normalmente suele utilizarse para aquellas que tienen un fuerte componente tecnológico y que están relacionadas con el mundo de Internet y las TICs. Las empresas tecnológicas y de Internet tienen asociados costos de desarrollo menores que empresas de otros ámbitos, por tanto, las necesidades de financiación para su puesta en marcha son sensiblemente inferiores, lo que facilita su crecimiento en el medio y largo plazo. Chile recibió 1600 postulaciones de 25 países, donde se destacan EE.UU. con un 20%, Argentina, Brasil y la India con un 6% cada uno, y Chile con un 30%.
Como he comentado en otras notas, en Chile cada día aparece una nueva innovación. Las clínicas ya han hecho miles de cirugías complejas usando robots y hasta la Fundación López Pérez, dedicada a la oncología, ha adquirido el robot Da Vinci para sus operaciones. Ya se han descubierto generadores tecnológicos para eliminar tumores. Toda la actividad económica está plagada de las nuevas tecnologías que maravillan y sorprenden.
Pero lo que se debe enfrentar, conversar y “sincerar” no solo es el desempleo estructural emergente, sino que, en la medida en que la tecnología cambie la naturaleza del trabajo, se hará más difícil encontrar puestos para muchas personas, especialmente para la fuerza laboral menos calificada. Una encuesta a trabajadores chilenos de la Consultora Randstad informó que el 55% de los encuestados podría automatizar su trabajo y el 71% requeriría herramientas digitales para garantizar su empleo. En los puertos muchos trabajadores jubilaron a los 40 años por no poder aprender las nuevas técnicas que su trabajo requería. Eso nos indica que el país necesitará otros oficios y profesiones, como biohackers, diseñadores virtuales, abogados de ética tecnológica, y el ejercicio de las profesiones existentes requerirá conocimientos de tecnologías digitales. Es decir, la cuarta revolución industrial requerirá también una revolución en la educación.
Pero la pandemia ha evitado la discusión y nadie en la prensa más accesible a las grandes mayorías habla de esto.
Necesitamos hacerlo imperiosamente.