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La derrota del Apruebo: algunas notas para la izquierda Opinión

La derrota del Apruebo: algunas notas para la izquierda

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Rafael Alvear
Por : Rafael Alvear Investigador Postdoctoral del CEDER, Universidad de Los Lagos
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Con todos los errores, las estupideces, la sensación de que el momento histórico le “quedo grande”, así como con los delirios de superioridad y falta de coordinación colectiva, hay algo que la izquierda, en todo caso, no debe perder de vista. A pesar de los problemas esbozados, sigue siendo la izquierda el único espacio político que se ha atrevido a dar pasos para esbozar una forma, un modelo de sociedad para el futuro. La derecha tiene hoy claramente “el sartén por el mango”. Lo interesante, sin embargo, es que, al tiempo en que lo tiene a su antojo, no sabe qué hacer con él. Y es que, tal como quedó de manifiesto en la discusión constitucional, el Rechazo se circunscribió a criticar la propuesta de Nueva Constitución, sin siquiera decir alguna vez, por muy resumidamente que sea, cuál sería la imagen de sociedad que procura proyectar para el futuro. Esto, para ser claros, no pone a la izquierda de ningún modo en una posición de superioridad moral o intelectual, como aludía más arriba, sino que debe servir como aliciente para lograr ver sus errores, intentar corregirlos con responsabilidad y seguir dando lucha en la disputa por hacer de Chile un mejor país. 


Parto con una sincera solicitud: Permítanme saltarme la necesidad de relatar de forma introductoria los hechos ocurridos el 4 de septiembre pasado. Sabida es ya la amplia victoria del rechazo con un 62% contra el 38% de los votos, así como la enorme participación, equivalente al 86% del padrón electoral. Más bien, quisiera pasar directamente a compartir algunas notas en torno a las causas de la derrota del Apruebo, con un ojo puesto en el rol de la izquierda en dicho proceso. Aquí pretendo distinguir dos niveles causales: el primer nivel tiene que ver con lo visible a nivel cotidiano, con la realidad aprehensible en la discusión pública, con la contingencia propia del momento; el segundo nivel apunta, por su parte, a elementos que van más allá de lo observable en el día a día, y que descansan en cuestiones de índole político-estructural.

Respecto de las causas más inmediatas o contingentes, me gustaría destacar un par de factores:

  1. Las falencias de la propuesta de Nueva Constitución en cuanto tal. Me refiero aquí tanto a la tendencia a caer en maximalismos jurídicos como también a lo confusa de algunas de las fórmulas elegidas.  Un ejemplo de aquello es que la Convención no logró arribar a un acuerdo expedito en materia de sistema político, lo que derivó en la configuración de un armatoste de difícil explicación para una gran parte de la ciudadanía. Lo mismo ocurrió con los sistemas de justicia que, más allá de lo razonable que pudiesen haber sido, se alejaron en demasía de la capacidad de absorción comprensiva de las grandes mayorías de la población. Aquí vale preguntarnos si acaso no habría sido más adecuado ahorrar complejidad en estas materias para permitir el despliegue pleno de cuestiones que, según los mismos convencionales, debían ofrecer una vía de salida al neoliberalismo campante, esto es: la amplitud y profundidad de los derechos sociales.
  2. La arrogancia y supuesta supremacía moral de los “vencedores” que permeó la discusión política. Al respecto, cabe recordar la famosa frase del ex convencional Daniel Stingo en el programa Estado Nacional, donde aseveró que “los grandes acuerdos los vamos a poner nosotros”. Por su parte, hace solo un par de semanas, Giorgio Jackson hacía noticia por sostener que su “escala de valores y principios en torno a la política” sería diametralmente diferente a la de sus antepasados en la centro izquierda e izquierda. Esta cuestión no fue ningún error aislado, sino que incluso consolidado por asesores oficialistas como Victor Orellana, director de la Fundación Nodo XXI, quien llegó a afirmar que “la densidad espiritual, moral, cultural, intelectual y social del Apruebo es inalcanzable para el Rechazo”… Un par de meses antes del plebiscito, cuando el abismo ya se observaba nítidamente, el ex convencional Fernando Atria parecía resumir toda esta cuestión cuando sostenía que “no hay nada” en la propuesta de Constitución “que se requiera reformar”.
  3. La intransigencia de los sectores más ultra al interior y exterior de la Convención, ya sea desde la izquierda o la derecha, horadando con ello la construcción de amplios acuerdos, sobre todo en materias de alta sensibilidad, como lo fueron el sistema político, el sistema de justicia y el tema de la plurinacionalidad. Asumiendo que el debate constitucional es casi por definición un espacio de luchas discursivas por la promoción de ideas político-jurídicas de diversa índole, aparecieron de vez en cuando situaciones que parecían agregar mecanismos de coerción ajenos al debate propiamente tal. Al respecto, se pueden destacar afrentas a mínimos comunes a la sociedad chilena como los provenientes de la ex convencional Elsa Labraña y su constante desaire frente a los símbolos patrios (comenzando en la misma ceremonia de instalación de la Convención), pero también la performance de Las Indetectables en el cierre de la campaña del Apruebo en la ciudad de Valparaíso. Si bien nunca fue parte del proceso, la tozudez y clausura al debate por parte de la CAM, contribuyó también a amplificar la sensación de incertidumbre y radicalidad del momento.
  4. La falencia para gestionar la parcialidad de los medios de comunicación y la difusión de fake news. Aun cuando me parece evidente la falta de ecuanimidad con que los medios de comunicación informaron acerca del plebiscito, esta desigualdad informativa, así como también la difusión de engaños y mentiras, no deberían haber sido sorpresa alguna para las fuerzas progresistas tanto dentro como fuera de la Convención. Adentro de la Convención se careció de mirada de largo plazo para posibilitar la participación de la ciudadanía, ya no para ingresar proyectos populares de norma (cuestión notable en el proceso), sino que para acompañar la redacción de los artículos constitucionales con procesos de difusión pedagógica para la población. Afuera de la Convención no se sopesó, por su parte, la profundidad con la cual la manipulación mediática y la difusión de fake news calaría en la ciudadanía. Esto último ya se había vivido en la campaña presidencial, a propósito de la candidatura de Jose Antonio Kat, lo que hace aún más inentendible la falta de preparación en este sentido.
  5. Ciertamente, es posible agregar otros factores propios de la contingencia para comprender el resultado del plebiscito. Pienso aquí en el conocido “voto de castigo” al gobierno, en el ostracismo de la derecha para evitar cualquier asociación con el Rechazo, así como en la paradoja de la autodenominada “centro izquierda del rechazo”, que tendió a quebrar la unidad del sector. Sin embargo, estos factores escapan en gran medida a la posibilidad de control desde la izquierda. En todo caso, faltó una dosis mayor de gestión para mostrar por qué la Constitución no tenía relación alguna con un gobierno que se acaba en 3 años más, por qué la derecha se había escondido durante toda la campaña, y más importantemente, por qué aquellos que se denominaban de “centro izquierda” habían caído en total contradicción política, toda vez que los diversos partidos a los que pertenecían habían declarado a viva voz su opción por el Apruebo. Allí, faltó exponer la afrenta democrática que había supuesto el descuelgue respecto de las decisiones colectivas, esto es: el no respetar la decisión colectiva de sus partidos, no solo terminando por hacer campaña por sus adversarios, sino que incluso tratando a sus camaradas como enemigos de la libertad.

Respecto de las causas más profundas y/o político-estructurales, quisiera mencionar sobre todo dos factores principales:

  1. La incapacidad para lograr entablar una coordinación entre las 4 grandes agendas que atraviesan el seno de las demandas de la izquierda, y que se vieron reflejadas en una defensa parcelada a la propuesta de Nueva Constitución. Me refiero aquí a (i) la lucha feminista, (ii) el problema medioambiental, (iii) la demanda socioeconómica por igualdad y (iv) el problema cultural-indígena. La variedad de banderas que la izquierda ha adoptado como “propias” no es un problema en absoluto, pero sí lo es su coordinación y la tendencia al cierre que cada una experimenta. En vez de lograr generar tejidos de vinculación entre el movimiento feminista, los movimientos ecologistas, los sindicatos de trabajadores y los pueblos originarios, hubo una evidente incapacidad para atravesar el “charco”, asumir la disputa “del otro” como “propia”, y contribuir con ello a la densificación de la lucha ciudadana por cambiar el paradigma de organización sociopolítica del país. El desafío de la izquierda no reside en el olvido de estas luchas sectoriales, sino que en la coordinación de éstas, en el marco de un horizonte de inclusión universalista de todos quienes sufren de las patologías de la sociedad actual.
  2. Vinculado con lo anterior, cabe mencionar el absoluto desacople de los partidos políticos respecto de los movimientos de la sociedad civil. En un momento en que urgía la coordinación entre la diversidad de fuerzas que componían al Apruebo, los partidos políticos fueron incapaces de dirigir la campaña, lo que no sólo se constató en una franja absolutamente disgregada, sino que en un despliegue político inconexo. Al respecto, brilló la carencia inherente a los partidos políticos para entablar relaciones de diálogo sistemático con los movimientos feministas, los movimientos ecologistas, los sindicatos de trabajadores, los movimientos de pobladores, los movimientos No+AFP, las comunidades indígenas, etc. para así posibilitar una “bajada” más aprehensible de los contenidos de la Nueva Constitución para la diversidad de sectores de la sociedad. Esto último es propio de partidos de izquierda que permanecen presos aún de formas unicolores de ver la realidad sociopolítica. No se trata, como digo, de derivar en una política de “identidades”, sino todo lo contrario, de asumir su existencia y obligarnos al diálogo y coordinación entre ellas, en un horizonte de inclusión que puje por integrar en igualdad de condiciones a quienes sufren de las “externalidades” negativas del modelo chileno.

Con todos los errores, las estupideces, la sensación de que el momento histórico le “quedo grande”, así como con los delirios de superioridad y falta de coordinación colectiva, hay algo que la izquierda, en todo caso, no debe perder de vista. A pesar de los problemas esbozados, sigue siendo la izquierda el único espacio político que se ha atrevido a dar pasos para esbozar una forma, un modelo de sociedad para el futuro. La derecha tiene hoy claramente “el sartén por el mango”. Lo interesante, sin embargo, es que, al tiempo en que lo tiene a su antojo, no sabe qué hacer con él. Y es que, tal como quedó de manifiesto en la discusión constitucional, el Rechazo se circunscribió a criticar la propuesta de Nueva Constitución, sin siquiera decir alguna vez, por muy resumidamente que sea, cuál sería la imagen de sociedad que procura proyectar para el futuro. Esto, para ser claros, no pone a la izquierda de ningún modo en una posición de superioridad moral o intelectual, como aludía más arriba, sino que debe servir como aliciente para lograr ver sus errores, intentar corregirlos con responsabilidad y seguir dando lucha en la disputa por hacer de Chile un mejor país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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