El ambiente político y social de nuestro país ha estado y sigue estando particularmente agitado, y estos días de Fiestas Patrias serán –acaso- solo un paréntesis
El Gobierno del Presidente Boric luego del plebiscito quedó en el suelo y la oposición está errática como nunca, o quizás como siempre, depende del punto de vista.
Lo que no varía, se mire de donde se le mire, son los resultados electorales, y en base a ellos, tanto del último plebiscito como del que antecedió, es sencillo concluir dos premisas elementales: la primera, es que una contundente mayoría quiere una nueva Constitución; y la segunda, que otra mayoría, también muy contundente, no quiso la propuesta elaborada por la Convención Constitucional.
¿Cómo seguimos?, es la gran pregunta, pues mantenerse con la Constitución del 80, y en esto no hay dos puntos de vista diferentes, no es una opción.
En la agitación y verdadera crispación política y social, se escuchan propuestas que van desde crear una comisión de constitucionalistas expertos hasta reeditar una nueva Convención, con un mandato más definido que el anterior y, quizás, con otras reglas para su elección.
Sobre el particular, estimo útil recordar que la elección de la Convención Constitucional tuvo dos premisas: la primera, es que el Congreso Nacional no era un órgano representativo, en razón de su sistema de elección binominal; y la segunda, es que parte de la crisis social que nos llevó a plantear la necesidad de una nueva Constitución fue la crisis de confianza hacia los políticos.
Pues bien, la primera premisa hoy afortunadamente es historia, pues el actual Congreso Nacional obedece a un sistema de elección representativo, mientras que la segunda premisa nos deja, posplebiscito del 4 de septiembre, en un verdadero zapato chino, pues no hay confianza tampoco en el trabajo que desarrolló un órgano que no era político, en el sentido coloquial del término, y ni tan coloquial, pues vimos cómo sus intrigantes resultaron ser, parafraseando a Pepe Mujica, peores que el tuerto.
Parece entonces que bajar los peldaños necesarios hasta pisar terreno firme es lo recomendable en situaciones como esta, pues de otra manera corremos el riesgo de elevarnos en esta verdadera escalada, para finalmente caer estrepitosamente y provocarnos graves fracturas, que nadie quisiera.
Recordemos que fue el Congreso Nacional, y particularmente el entonces binominal Senado, el lugar que encauzó la crisis del 18 de octubre, y siendo ese órgano hoy elegido de manera representativa, podría perfectamente ser la cámara de origen que discuta un proyecto de Constitución que envíe el Presidente Boric, previa elaboración de los expertos que él convoque para ese efecto. O si tiene mucha prisa, como lo ha planteado, en los cajones del Palacio de La Moneda debe estar el proyecto elaborado por la Presidenta Bachelet, o también está la idea planteada por Paulina Vodanovic, de utilizar como base, que al efecto podría ser proyecto, la última Constitución democrática que rigió en nuestro país: la Constitución Política del Estado de 1925. La Cámara de Diputados, por su parte, tendría la importante labor de revisar el trabajo del Senado, con los trámites propios de la generación de la norma constitucional –comisión mixta de por medio- con su respectivo plebiscito de salida.
En estas Fiestas Patrias, y como decía Manuel Rodríguez, “aún tenemos patria, ciudadanos”, y todavía podemos hacer las cosas bien: sin pausa, sin prisa, con calma y buena letra.