Un estudio a niños y adolescentes entre 4 y 18 años hecho en Chile en 2011, mostró que su prevalencia de trastornos psiquiátricos y/o discapacidad psicosocial era 22,5%. Chile obtuvo el índice más alto de los 24 países estudiados. En 2017 se hizo otro estudio y la prevalencia de trastornos mentales en niños y adolescentes aumentó al 38% (+16 %). Esto es 4 de cada 10 niños y adolescentes chilenos. (Lampert, BCN, 2021). En cambio, según OMS, el promedio en el mundo es de 14 %, o sea, 1 de cada 7. Para aterrizarlo en un número de niños y adolescentes concretos chilenos, estamos hablando de aproximadamente un millón y medio de ellos son los que sufren estos trastornos. Cuéntelos de a uno, porque cada cual pasa por su propio calvario y soledad. Es muy probable que tenga uno muy cerca suyo y usted no se haya dado cuenta.
Lo que más ha aumentado son los trastornos de ansiedad y las depresiones. El suicidio es la segunda causa de muerte de adolescentes en Chile, según varios estudios. Las unidades de urgencias de las clínicas privadas y la Posta Central están alarmadas porque reciben todos los días varios niños y adolescentes con intentos suicidas. Chile es uno de los países con peor salud mental de niños y adolescentes de todo el mundo, el segundo con mayor aumento durante la pandemia. ¡Desolador! ¿Y en consumo de drogas, cómo vamos? En 2019, el 31 % de los niños y adolescentes chilenos declaró haber probado la cocaína antes de los 15 años; y a la misma edad la pasta base ya la había probado un 61 % (ibíd.) ¡Dramático!
Los datos son muy perturbadores. No soy sicólogo ni siquiatra, soy abogado. Sólo quiero volver poner la atención en este problema que considero gravísimo para Chile.
Ensayando mi opinión no especializada sobre algunas causas, diría que un enorme segmento de los niños y adolescentes actualmente se sienten muy solos. Incluso se sienten solos respecto de sus compañeros y amigos, con quienes conversan por celular en 4 líneas y un par de imágenes en que no revelan realmente cómo son, ni como están, sino más bien lo que quisieran ser o cómo quisieran estar. La comunicación digital rema en contra. En Chile también prevalece lo que los sicólogos llaman el síndrome internalizante, que les impide expresar lo que realmente sienten, porque si lo hacen les genera más ansiedad, angustia y depresión. Es un círculo vicioso.
También parecen sentirse poco queridos y escuchados; mal valorados por ser como son, o si “fracasan” o no cumplen con altas expectativas. Vivimos en una cultura muy exigente, competitiva, sin pausas, exitista, ávida por el tener y el consumir. Eso aplasta a cualquiera.
Sienten inseguridad, incertidumbre, baja autoestima, tienen poca tolerancia a la frustración. Reciben muy poca contención familiar, con padres y madres que tienen jornadas de trabajo y tiempos de traslado muy largos, que a veces exceden las 12 horas cada día, lo que en la práctica los hace totalmente ausentes con sus hijos.
Por otro lado, el futuro de niños y adolescentes hoy día es mucho más incierto que el que tuvimos nosotros. Ni siquiera saben bien qué conocimientos y habilidades les servirán para ganarse la vida en 15 o 30 años más. La evolución exponencial del conocimiento y la técnica es fantástica. Pero crea nuevas realidades y condiciones del entorno. Nuestras capacidades de adaptación a ellas no son tan rápidas.
También creo que los adultos, en general, no hemos sido capaces de transmitirles bien a los niños, adolescentes y jóvenes algunos significados, propósitos o sentidos para sus vidas. Desde hace 40 años empezaron las grandes crisis de las cosmovisiones filosóficas, políticas, espirituales y religiosas –especialmente en occidente- que nos ayudaban a entender mejor el mundo, formarnos una base ética y valores por los que luchar, y proyectar un futuro.
Esas crisis nos golpearon a los padres, madres y profesores actuales y nos dejaron desconcertados. El nihilismo fue vaciando la existencia de muchos, que se han quedado sin ancla, sin faro y sin una columna vertebral que sostenga su vida.
¿Y qué líderes o referentes potentes y valiosos tienen nuestros niños y adolescentes en Chile y el mundo?
En fin, podríamos escribir tantas otras causas. Pero en síntesis, el mundo actual no es nada fácil para los niños, adolescentes y jóvenes chilenos, y los que estamos a cargo de su educación y cuidado como padres, madres y profesores no lo estamos haciendo muy bien. Debemos hacer un cambio urgente.
En la siguiente columna me referiré a lo que yo creo es el rol que deberían desempeñar los maestros y maestras para enfrentar este drama, en todos los niveles educativos, desde el pre-escolar hasta el universitario.