Los colonizadores (el mundo occidental europeo), lleva su modelo de Estado nación a los diferentes países de América Latina, lo cual incluye no solamente a las instituciones coloniales, sino también el modelo de pensamiento racional occidental de la época. El problema de esto no es solamente un quiebre de una sociedad ya instalada, sino cómo se fue perpetuando este modelo, ya que cuando los países latinoamericanos se independizaron mantuvieron la mayoría de las instituciones y prácticas coloniales antiguas, ignorando muchas veces la diferencia de contexto entre América Latina y Europa.
¿Qué nos configura como seres humanos? ¿Somos dueños de la creación de nuestra persona, nuestra subjetividad? ¿O acaso somos solamente entes que la sociedad maneja a su gusto?
Muchas veces resulta difícil diferenciar hasta qué punto las decisiones y pensamientos que tenemos son producto de nuestra propia individualidad, especialmente en un sistema tan abarcador y dominador como es el sistema mundial moderno.
Claramente (y para anticipar un poco la respuesta a las preguntas) no somos amebas a las cuales nos manejan, sí realizamos decisiones y sí tenemos pensamientos que dependen de nosotros mismos. Sin embargo (y acá está el truco), nuestras decisiones y pensamientos parten de un marco preconcebido, donde la estructura de pensar y de actuar está constreñida por el modelo ideológico dominante, el modelo occidental global o modelo eurocéntrico.
Es importante recalcar que esto no es una teoría conspirativa sobre la sociedad actual, no estoy escribiendo una descripción de cómo los malvados jefes que dominan el mundo nos controlan. No, muy alejado de la realidad. Lo que sí es real, es que, si miramos la historia a nivel global, podemos ver que el mundo desde la colonización empieza a configurarse de cierta manera, existiendo dos lados, los colonizados y los colonizadores.
Los colonizadores (el mundo occidental europeo), lleva su modelo de Estado nación a los diferentes países de América Latina, lo cual incluye no solamente a las instituciones coloniales, sino también el modelo de pensamiento racional occidental de la época. El problema de esto no es solamente un quiebre de una sociedad ya instalada, sino cómo se fue perpetuando este modelo, ya que cuando los países latinoamericanos se independizaron mantuvieron la mayoría de las instituciones y prácticas coloniales antiguas, ignorando muchas veces la diferencia de contexto entre América Latina y Europa.
Esto trajo diversos problemas obviamente, pero, debido al poco espacio que tengo, me abocaré al dilema que nos compete, la imposición y continuidad de un modelo occidental, o como el sociólogo Aníbal Quijano lo llama: la colonialidad del poder. Esta colonialidad opera de formas diferentes, pero principalmente lo que genera es una matriz de poder colonial, la cual genera jerarquías sobre pensamientos y acciones, clasificándolas en aquellas que resultan más adecuadas o menos adecuadas para la sociedad, tomando al hombre blanco europeo como modelo a seguir.
La imposición de este modelo sigue hasta nuestro días, no solamente fue un cambio inicial que afectó gravemente a los indígenas de la zona (los cuales eran obligados a hablar español, vestir de cierta manera, etcétera) sino que también mantuvo en el tiempo el estándar occidental en diversos aspectos; una lengua heredada de la época colonial; clasificaciones de género más estrictas; modelos tradicionales de familia; incluso la forma en que uno debe desarrollarse como persona, siendo el modelo de persona racional y no el de persona emocional el que uno debe alcanzar.
Por tanto (y ahora sí respondiendo las preguntas del principio), la colonialidad del poder está presente en todos nosotros y en diversos ámbitos, esto involucra el machismo, el racismo, el clasismo, todas estas ideologías dominantes operan en nuestros cuerpos y subjetividades a través de esta herida colonial que supuso el seguir manteniendo el modelo colonial, negando y reprimiendo otras subjetividades ajenas al sistema occidental.
En los últimos años se han ido cuestionando las ideologías dominantes que se desprenden de la colonialidad del poder, diversos aspectos sí han cambiado y hay aquellos que logran cuestionarla y enfrentarla. Sin embargo, es innegable (al menos en cierta medida) que la estructura de poder occidental nos afecta en nuestro desarrollo como personas, muchas veces redireccionando nuestro camino a tomar. Esto sucede también porque la opinión pública, los medios de comunicación y la tradición sociocultural del país están también sesgados a favor de este modelo, bombardeandonos con información que afecta la forma en que vemos el mundo (y, por tanto, al sistema occidental imperante), tanto al remarcar qué es mejor consumir, como al marcar la pauta sobre lo que es criticable o no.
En conclusión, el modelo occidental sí está presente en todos nosotros, influyendo en las cosas que valoramos más y en las que valoramos menos, sin embargo, la clave justamente está en comprender que este modelo colonial sigue existiendo en nosotros (al igual que saberse hijos del machismos nos permite ver las acciones que siguen perpetuando ese sistema, por ejemplo), y al aceptarlo, también podemos actuar para evitar reproducir estas acciones, deconstruyendo nuestras subjetividades, algo difícil pero clave para el desarrollo de nuestro ser, donde tenemos una individualidad que busca salir y luchar contra este sistema dominante, por lo que hay que darle terreno y así cada vez ser más dueños de la creación de nuestra persona.
Aceptar que existe una herida colonial es comprender y abrazar nuestro pasado, pieza clave para construir nuestro presente y nuestro futuro.