Haciendo un poco de memoria, también se hablaba de los independientes con mucha esperanza y como no políticos, por lo que harían las cosas bien, al estar supuestamente alejados de cualquier tipo de práctica corrupta y libres de fanatismos ideológicos. Es decir, en ambos casos, tanto en la idealización de los expertos como de los independientes, se ve un desprecio completo hacia los partidos políticos y a las instituciones, lo que termina por dañar cualquier intento de construir un país con una mejor forma de hacer política.
A días de haberse firmado el Acuerdo por Chile, como se le llamó al nuevo proceso constituyente en el país, resulta preocupante la excesiva importancia que se les ha dado en los grandes medios de información a los llamados expertos.
Lo planteo, ya que más allá de estar de acuerdo con las críticas a la designación desde el Parlamento de un comité de expertos que elaborará un anteproyecto constitucional, se han generado demasiadas expectativas en estas personas, que se nos presentan como seres puros, objetivos y los encargados de garantizar una buena Carta Magna.
Es cosa de revisar las distintas encuestas de opinión pública, en donde la presencia de expertos en este nuevo proceso se vuelve una necesidad imperiosa, como que sin ellos estaríamos perdidos para elaborar una nueva Constitución que esté a la altura.
De ahí que se vuelve imposible no recordar y hacer el paralelo entre lo que se está generando con los expertos hoy en día y los independientes al comienzo del proceso constituyente anterior, los cuales también fueron presentados como los grandes salvadores del país.
De hecho, haciendo un poco de memoria, también se hablaba de los independientes con mucha esperanza y como no políticos, por lo que harían las cosas bien, al estar supuestamente alejados de cualquier tipo de práctica corrupta y libres de fanatismos ideológicos. Es decir, en ambos casos, tanto en la idealización de los expertos como de los independientes, se ve un desprecio completo hacia los partidos políticos y a las instituciones, lo que termina por dañar cualquier intento de construir un país con una mejor forma de hacer política.
No debiera sorprendernos, entonces, que tanto la noción de independiente como de experto sea sumamente vaga y no se defina de manera clara, ya que lo que importa finalmente es que no sean personas provenientes de partidos políticos, lo que sería algo positivo en sí mismo.
En consecuencia, el riesgo de depositar tanta expectativa en un grupo en particular, esencializando su proceder, es que al menor error realizado de parte de algunos se invierta completamente el sentimiento hacia ellos y se terminen viendo como más de lo mismo.
Fue lo ocurrido con los independientes en el último periodo de la Convención Constitucional, los cuales han sido catalogados por muchos como los grandes responsables de la derrota del 4 de septiembre, y por eso han sido marginados en el nuevo proceso a través de listas.
Las razones para tal desencanto con los independientes estaban en que no eran tan independientes, según lo señalado, ya que defendían intereses e ideologías, por lo que actuaban igual o peor que los partidos políticos.
En otras palabras, al idealizar la noción de independiente, como alguien puro y ajeno a relaciones de poder, este pasó rápidamente de ser alguien confiable a alguien perjudicial al país y que traicionó la fe pública, lo que reforzó el malestar existente ante todo lo que se relacione con lo político.
Por lo mismo, los expertos pueden terminar igual que los independientes, al verse con el paso del tiempo convertidos en personas que no fueron lo esperado, poniendo en riesgo nuevamente la aprobación de la nueva Constitución, para lo cual no tendremos otra oportunidad de tener una en el caso de que se rechace.
Dicho lo anterior, el problema de fondo no está ni en los independientes ni los expertos en sí, más allá de que estos últimos sean designados por el Congreso en el nuevo proceso constituyente, sino en una sociedad que sigue aún muy despolitizada, aunque quisimos creer lo contrario, luego de la revuelta del año 2019.
El riesgo, por tanto, de que se repita la historia y que se delegue nuevamente la responsabilidad de un nuevo texto constitucional, ahora, a través de un grupo conformado por unos supuestos sabios e iluminados, que ni siquiera serán elegidos de manera democrática, se vuelve mucho más peligroso que antes, considerando también el fuerte inmovilismo social existente, luego de la derrota del 4 de septiembre.
El rol, entonces, de los partidos políticos, de las organizaciones de la sociedad civil y de los medios de información, sobre todo de los públicos como TVN, es aportar fuertemente en formación ciudadana y en rescatar el sentido de lo político, tan dañado deliberadamente durante la dictadura y luego de décadas de neoliberalismo, el que despolitizó fuertemente a la sociedad y redujo a las chilenas y los chilenos a meros consumidores y a votantes voluntarios.