A diario son muchas las ganas de formar parte del tsunami de críticas a la gestión del Gobierno y a la actuación del Presidente y sus colaboradores.
Esta tentación no es inmotivada, sino que es consecuencia, por una parte, de la lista acumulativa de errores y desaciertos cometidos por las autoridades, parlamentarios(as) y alcaldes(as) oficialistas, y, por la otra, por la enorme y rencorosa cuenta pendiente que los reemplazados de la ex Concertación y su ethos sociocultural, mantienen con la generación de los reemplazantes, aquella nueva generación que prometía traer juventud y aire fresco sustituyendo al rancio perfume de tantas gestas culinarias de la cocina política pre y postransición.
¡No habrá perdón ni olvido! Pareciera ser la consigna de la generación de los 80 y lo que nace de la “guata” de los que, desde la irrupción de Boric y su gente en la política, se han sentido cuestionados y acusados de haber transado ideales por estabilidad, transformaciones radicales por reformas graduales y moderadas, cambio de modelo de desarrollo por correcciones insuficientes al mismo.
Sabemos que muchas de esas descalificaciones son injustas o, a lo menos, una exageración, entre otras cosas, porque además hubo que esperar, hacer sacrificios y ser eficiente en las tareas de Gobierno, cosa que los reemplazantes están aprendiendo a hacer, demostrando un pragmatismo que da miedo. Parecido al pragmatismo de Piñera, que pasó en principio de oponerse a las ayudas masivas y a los retiros de los fondos previsionales, y terminó dilapidándolo todo en una vorágine política y económica, dejando de paso al país desfinanciado y atrapado en un malparido proceso constituyente.
Quién hubiera soñado que en un año se produciría la contundente derrota del 4 de septiembre, quedando el Gobierno acorralado en condición de minoría electoral y parlamentaria y comenzando una serie de cesiones inexplicables, que revelan o exceso de pragmatismo, entreguismo o falta de convicción.
¿Cómo se explica, entonces, que el Presidente haya propuesto a Valencia como Fiscal Nacional? ¿O que se tilde de éxito la creación de un órgano mixto (no completamente electo), que reemplazará a la Convención fenecida el 4 de septiembre de 2022?
¿Cómo se presenta en los medios como un logro para el país la cuasiunanimidad que han generado los 12 pilares del acuerdo parlamentario (doce como la romana ley de las XII tablas)?
¿Cómo se explica sino por realismo la irrupción y dominio del Gobierno por parte del Socialismo Democrático, dejándole claro al Presidente que la concesión de indultos mal otorgados es un lujito que no se puede repetir?
Las ganas de enrostrarles a los reemplazantes cada uno de sus errores y acrobacias desbordan a los reemplazados de la ex Concertación, produciendo cierto placer morboso la impostura, la súbita humildad o el desconcierto de los personajes emblemáticos del joven Gobierno.
¡Otra cosa es con guitarra! ¡Parece que no dan el ancho! ¡Peligrosamente incompetentes! Estos son los gritos de guerra de la generación reemplazada, reiterados con algarabía, sensación de justicia y a veces con fruición.
Ahora bien y dicho todo lo anterior, ¿de qué sirve este tóxico deporte?, ¿a quién le conviene esto?
Se sacaron las ganas, pero, más allá de las torpezas y las soberbias cometidas o demostradas, ¿no estarán los reemplazados de la ex Concertación siendo funcionales a los intereses de la derecha o de las derechas, porque hay más de una? ¿No estarán pasando piola los que querían cambiar la Constitución “con amor”, es decir, los verdaderos intereses económicos amenazados por tantos chiquillos imberbes que, detectando una necesidad de cambio social real y urgente, se han pasado los últimos años haciendo amenazas infantiles, inoportunas, imprudentes e irresponsables?
Porque si de verdad queremos cambios estructurales para Chile, no se debe ni se puede improvisar, tirar la piedra para luego esconder la mano, proclamar el cambio de modelo sin tener algo sólido en reemplazo del execrado neoliberalismo.
Esto de vivir en estado de asamblea permanente, como dirigente estudiantil, escandalizando y reinventando o experimentando con el país debe terminar ya y concentrarse en gobernar para todos los chilenos, proponiendo leyes y políticas públicas bien pensadas y con amplio respaldo social y político.
Puestas las cosas de esta manera, hay poderosas razones para no estar contentos con la desgracia y con las derrotas del Gobierno de Boric.
Si bien los reemplazados de la ex Concertación han tomado distancia de la generación de los reemplazantes (por si alguna vez hubo cercanía), la verdad es que este nuevo aire de la derecha es una mala noticia para todos los que aspiramos a los cambios sociales, económicos y políticos para Chile. ¿Acaso se han superado las razones que motivaron el estallido social del 2019?
Basta mirar el desastre de las isapres que, acostumbradas a rentabilidades escandalosas para el sector salud, después de retirar todo lo acumulado en la pandemia, no hicieron provisiones para enfrentar la demanda post restricciones de movilidad, apostando al salvataje del Estado y al alza de los planes de los usuarios. La Corte Suprema, además, los ha obligado a devolver el exceso de cotizaciones cobradas, práctica ilegítima que es un abuso inaceptable demostrado con peras y manzanas.
Y en qué están la política y el Gobierno acorralado que tenemos. ¿Abordando el tema salud como prioridad o dedicados todo el día a un estéril debate sobre los indultos? Nuevamente, ¿a quién le conviene esto?
¿No se dan cuenta de que si hay un colapso en la provisión de la salud privada lo habrá también por capacidad de atención en la salud pública? ¿No se dan cuenta de que si colapsa la salud en Chile no va a haber piso para la reforma previsional?
En materia de seguridad hay otra debacle. Suponiendo que, luego de idas y vueltas, mientras se despeja el tema de los indultos, se repone la “mesa de seguridad”, ¿alguien cree de verdad que el resultado de esa instancia va a traer una reducción de la criminalidad en Chile? ¿No será que, ante la falta de iniciativas efectivas, se están generando expectativas que, al no tener resultados inmediatos, sirvan a la derecha para pasarle una vez más la cuenta al Gobierno?
¿Alguien cree de verdad que la derecha está de buena fe?
El Gobierno debe gobernar y no vivir sentado en mesas de trabajo. Si se proponen medidas en materia de seguridad, debe defenderlas en el Parlamento y desnudar el doble discurso de los que gobernaban hasta hace solo un año y prometieron terminar con la puerta giratoria.
Pero para gobernar, lo que no excluye buscar mayorías y consensos, se debe saber lo que se quiere y jugarse por ello, en vez de estar acorralados por unos cuantos indultos mal otorgados.
Porque subsisten las razones que llevaron al estallido social de 2019 y porque la enorme desigualdad que tenemos es una injusticia lacerante, que está y sigue donde siempre, es que la generación de los reemplazados de la ex Concertación debe terminar la temporada de caza y aconsejar, de buena fe, aunque los reemplazantes no lo pidan ni quieran.
Porque este Gobierno no puede y no debe fracasar. Si eso ocurre, los cambios estructurales que Chile necesita para ser un mejor país se postergarán indefinidamente y los mismos de siempre se sentirán cómodos con una nueva Constitución, hecha “sin amor” y, por tanto, llena de candados y cerrojos.