Bastante se ha conversado en el sector de educación respecto a las habilidades del Siglo XXI. El pensamiento crítico, la alfabetización digital, la colaboración y la autogestión aparecen entre estas destrezas que toda persona, que se aventure a vivir gran parte de este siglo, debería incorporar.
Las habilidades del Siglo XXI fueron pensadas a inicios de los 2000, donde ciertamente las proyecciones de cómo los años avanzarían se quedaron cortas. Pocos esperaban que la globalización terminara siendo un catalizador de la difusión en tiempo récord de un virus que le causó la muerte a casi 7 millones de personas; solo algunas películas de ciencia ficción lograron predecir donde hoy nos tiene la inteligencia artificial; la comunidad científica tenía un escenario mucho más esperanzador de revertir el cambio climático. Tampoco nos imaginábamos que la democracia podría flaquear tanto a tan solo pocos años de iniciar el siglo.
Hoy las habilidades que se necesitan para hacer frente a esta época de múltiples cambios, crisis solapadas y de alta incertidumbre son otras. Obviamente también necesitamos de pensamiento crítico, colaboración, innovación y creatividad. Pero probablemente tengamos que hacer más uso de nuestra capacidad de recuperar nuestras vidas y sistemas sociales luego de catástrofes, de aprender nuevas habilidades luego que un evento tecnológico o algún fenómeno climático inesperado haya eliminado la industria donde trabajamos, y de restaurar los sistemas que habitamos y recuperar las funcionalidades de los ecosistemas naturales.
Este conjunto de habilidades constituyen nuestra capacidad de resiliencia. La resiliencia se enseña, se entrena y se mejora. Aprendiendo a gestionar el estrés mejoramos nuestra forma de respuesta ante eventos que cambian totalmente nuestra forma de vivir, fomentando la conexión social y el sentido de comunidad aumentamos las posibilidades de que las funciones sociales de nuestro entorno se recuperen y se mantengan con el tiempo. Y ensayando distintas situaciones posibles de eventos extremos también podemos estar más preparados para este siglo que ha avanzado muy distinto a cómo lo pensamos hace un par de décadas.
En resumen, las habilidades necesarias para hacer frente al Siglo XXI han evolucionado a medida que nos enfrentamos a una serie de desafíos inesperados y complejos. Si bien las habilidades tradicionales del pensamiento crítico, la alfabetización digital y la colaboración siguen siendo importantes, ahora debemos aprender a ser más resistentes y capaces de recuperarnos rápidamente de las crisis y catástrofes. De esta manera, la resiliencia es una habilidad que se puede entrenar y mejorar, y es esencial para enfrentar los desafíos que nos esperan en el futuro y es eso lo que buscamos fomentar con el trabajo que realizamos en 2811, al fomentar el trabajo por la regeneración, en conjunto con distintos tipos de organizaciones.