En Chile, como en muchos países, la población está envejeciendo, lo que representa un desafío para la sociedad en su conjunto. Para enfrentar este desafío, necesitamos discutir sobre cómo concebimos los cuidados y cómo garantizamos que las personas mayores puedan seguir teniendo control sobre sus vidas.
La posibilidad de vivir más allá de los 100 años nos obliga a pensar en cómo vamos a vivir con calidad. Especialmente cuando superamos los 80 años, donde aumenta la probabilidad de perder funcionalidad y enfrentarse a la dependencia. Sin embargo, la dependencia no se trata solo de una pérdida de capacidades para realizar actividades cotidianas, sino también de perder el control del volante de nuestra propia vida.
La sensación de perder el control de nuestra vida y el temor a depender de otros debilita la capacidad de las personas para dotar de significado y relevancia a sus experiencias vitales. Esto es esencial para la felicidad humana y debería ser uno de los ejes centrales de las discusiones sobre dependencia y políticas en materia de cuidados.
La discusión sobre la viabilidad política, institucional y fiscal para abordar los cuidados de largo plazo en Chile debe ir acompañada de la discusión sobre qué entendemos por “cuidados”. Un buen punto de partida es la necesidad de transitar desde el concepto de “atención a la dependencia” hacia el de “apoyo a los cuidados”. Este enfoque entiende a las personas como sujetos de derechos humanos y busca que tengan el control de sus vidas pese a sus dificultades.
El enfoque de Atención Centrada en la Persona (ACP) permite entender esta manera de concebir los cuidados. Este enfoque genera modelos de servicios que apoyan a las personas con dependencia para que sigan teniendo control en su entorno, en sus cuidados y en su vida cotidiana, desarrollando sus capacidades y sintiéndose bien. Un modelo profesionalizado que busca aumentar la calidad de la atención desde dimensiones relacionadas con la calidad de vida.
La ACP se aleja de modelos de cuidados tradicionales donde la atención viene determinada por procedimientos uniformes, derivados de necesidades asociadas a clasificaciones de enfermedades, grados de dependencia y por condicionantes administrativas. Esto se ha denominado como modelos de atención centrada en los servicios.
Apostar por la ACP en un recurso y hacerla efectiva implica, en primer lugar, una visión de las personas mayores que parte del reconocimiento de su valor y singularidad, que fija su mirada en las capacidades (frente a los déficits), que apoya la autodeterminación de los individuos, y que pone en el centro de la labor a las personas y sus derechos humanos.
En Chile, como en muchos países, la población está envejeciendo, lo que representa un desafío para la sociedad en su conjunto. Para enfrentar este desafío, necesitamos discutir sobre cómo concebimos los cuidados y cómo garantizamos que las personas mayores puedan seguir teniendo control sobre sus vidas. La ACP es una opción que permite construir un sistema de cuidados más justo y respetuoso de los derechos humanos.