Uno de los procesos más alarmantes que está ocurriendo actualmente, es la invasión de pino radiata que se ha visto favorecida por los recientes incendios forestales, dada su capacidad de producir conos con millones de semillas dispersadas por el viento que gatillan la invasión posfuego
Chile es un país que tiene una rica y singular biodiversidad, por lo que gran parte de sus ecosistemas han sido reconocidos a nivel internacional como punto caliente global de la biodiversidad. Este reconocimiento no solo tiene la implicancia de valorar la belleza escénica intrínseca de estos territorios, sino que también plantea la responsabilidad de garantizar su supervivencia, de manera que permita una adecuada provisión de bienes y servicios a la población. No obstante, el panorama no es alentador, ya que muchos de nuestros ecosistemas se encuentran severamente amenazados, habiendo algunos casos que están al borde del colapso.
El bosque maulino costero es un paciente terminal, dado su triste historial de deforestación y reemplazo por agricultura y plantaciones exóticas de pino y eucalipto, junto con los incendios forestales que están cobrando cada vez más relevancia, debido al contexto de cambio climático. Esta situación ha llevado a reducir su superficie de manera alarmante, dejando menos del 5% de su superficie original en múltiples fragmentos dispersos en una matriz de sistemas antrópicos. En ellos todavía subsisten bosques de hualos y robles, además de otras especies de árboles en peligro crítico de extinción, como el ruil, pitao, queule.
Uno de los procesos más alarmantes que está ocurriendo actualmente, es la invasión de pino radiata que se ha visto favorecida por los recientes incendios forestales, dada su capacidad de producir conos con millones de semillas dispersadas por el viento que gatillan la invasión posfuego. En efecto, es posible observar que, bajo las copas de los hualos adultos quemados, existe una abundante regeneración de pinos, los cuales por su rápido crecimiento impiden la regeneración de pequeños hualos y otras especies, siendo altamente probable que el bosque maulino como tal colapse o deje de existir al transformarse en un parche de terreno cubierto de pino radiata asilvestrado.
Este escenario plantea la urgencia de establecer medidas de conservación efectivas, en las cuales deben participar el Estado, las empresas forestales que administran grandes superficies donde están estos parches y la población que habita en estos territorios. Por un lado, el Estado debe avanzar con urgencia en visibilizar el problema y destinar los recursos necesarios para proteger y restaurar estos bosques. Por otro lado, la industria forestal debiese incluir una habilitación de cortafuegos adecuados y acordes a la necesidad de evitar que los incendios que afecten las plantaciones también arrasen con el bosque maulino, algo que no ha sido logrado con el manejo actual de las plantaciones. También, establecer el combate de forma activa de la invasión de pinos dentro de los fragmentos de bosques nativos, la cual, por cierto, ha tenido grandes avances con métodos químicos de eliminación de árboles. Estas acciones no parecen inalcanzables con el esfuerzo y compromiso de todos, y así evitar este ecocidio que amenaza este valioso patrimonio para nuestras generaciones futuras.