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Más allá de la corrupción, el peligro de la ultraderecha Opinión

Más allá de la corrupción, el peligro de la ultraderecha

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Rodrigo Gangas
Por : Rodrigo Gangas Decano Facultad de Ciencias Sociales y Educación UAHC.
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Así, por lo tanto, la derecha radical se ha posicionado en el sistema institucional, manteniendo una fuerza compacta en el Congreso y fundamentalmente hegemonizando la discusión en el Consejo Constitucional; y, por otro lado, la derecha extrema o antisistema mantiene una postura de extrema violencia y de desprecio por las reglas del juego democrático, revalidando la dictadura y su legado cultural.


El sistema político chileno hoy se encuentra en un importante proceso de deterioro y crisis. Sin duda que los actuales casos de corrupción asociados a las fundaciones y gobiernos regionales, que también han permeado al gobierno, han concentrado la discusión política y también mediática, y por cierto que es un fenómeno que debe ser ampliamente denunciado, sin embargo, de casos de corrupción en la política nuestro sistema no es ajeno, y como dijo el exfiscal Carlos Gajardo hace no mucho tiempo, el sistema político enfrentó otra crisis de corrupción sobre financiamiento ilegal y fue el mismo sistema el que se encargó de taparlo.

Sin embargo, la crisis del SPCH tiene otra arista más compleja, y esta se encuentra en su estructura misma, y que no solo afectará la confianza de la ciudadanía sino que también al mismo régimen democrático. Esta es el posicionamiento de una ultraderecha que ha instalado una retórica radical, de violencia extrema, de tipo autoritario que avala la dictadura, defiende a condenados por violaciones a los derechos humanos, que no cree en la existencia de un Estado de Bienestar, y que se ha manifestado abiertamente contra la agenda multicultural que se ha instalado en las políticas de gobiernos de las últimas décadas.

La existencia de la ultraderecha no es nueva en Chile, y su presencia en el sistema político generalmente ha estado por fuera del sistema de representación, presentándose de manera antisistémica, de tipo extremo y contribuyendo a la polarización del mismo, toda vez que encontraba una posición de izquierda que hacía un fuerte contrapeso a su existencia, así ocurrió durante la década del 60 y principios del 70.

Dentro del escenario de amplia fragmentación política, la presencia de una ultraderecha, con posición radical y extrema, ha generado importantes efectos en el sistema político. Si bien su existencia no es nueva en el actual ciclo político, su posición se ha consolidado dentro y fuera del sistema institucional en los últimos 5 años y especialmente como alternativa a partir del estallido de octubre del 2019. Es cierto que su expresión institucional como partido político (Republicanos), en lo que consideramos como derecha radical, tuvo su estreno con la candidatura de José Antonio Kast, sin embargo, posterior al estallido surgió con fuerza la idea de enfrentar el proceso de transformaciones que se impulsó utilizando la retórica del “octubrismo” para asentar un discurso asociado al orden, el progreso, la nación y los valores tradicionales de la patria. Todo ello ampliamente apoyado por los medios de comunicación, encuestas de opinión, y la utilización de las redes sociales, para desde fuera del sistema –o “derechamente” antisistema– consolidar un espacio de extrema derecha con movimientos cada vez más asociados a la antipolítica, al rechazo a la democracia y una abierta postura favorable a regímenes cada vez más autoritarios.

Así, por lo tanto, la derecha radical se ha posicionado en el sistema institucional, manteniendo una fuerza compacta en el Congreso y fundamentalmente hegemonizando la discusión en el Consejo Constitucional; y, por otro lado, la derecha extrema o antisistema mantiene una postura de extrema violencia y de desprecio por las reglas del juego democrático, revalidando la dictadura y su legado cultural. Ese paraguas ultra con una retórica de tipo populista y antielite –o antipolítica–, asumiendo el efecto del discurso de seguridad y migración posicionado en los medios y las encuestas, como sus principales ideas, ha experimentado un crecimiento al alero de las condiciones que la democracia representativa le otorga. Pero la construcción de este relato “ultra” requiere de una dinámica de reproducción cultural que los medios de comunicación y los estudios de opinión han permitido posicionar y que “derechamente” han ayudado a construir, desde la relativización de sus acciones y discursos.

Pero la desvalorización de la democracia, la revalidación de la dictadura y, con ello, el negacionismo respecto a las violaciones a los derechos humanos y a la figura de Pinochet como dictador, no han sido los únicos efectos en el sistema, sino que también ha tenido efectos importantes respecto a las otras posiciones políticas, generando un cambio en las posturas de centro e izquierda que no han logrado hasta el momento detener la consolidación del escenario ultra. Así, por ejemplo, el vaciamiento electoral del centro político confirma por una parte la inexistencia de un proyecto que logre consensuar las posturas, haciendo más difícil la posibilidad de alcanzar acuerdos. La posición mayoritaria de la derecha política en el Consejo Constitucional, no solo le otorga la posibilidad de vetar cualquier cambio a la Constitución, sino que tienen la primera posibilidad de redactar un nuevo texto sin la necesidad de alcanzar ningún acuerdo político con la izquierda. En ese sentido, eliminar la posibilidad de la posición diferente es algo a lo que difícilmente la derecha radical se pueda resistir y, junto con ello, terminar con décadas de avances en derechos.

Por otro lado, la izquierda tampoco ha logrado consolidar una posición que le permita enfrentar con una retórica de transformación el posicionamiento del conservadurismo, completamente debilitada por ser minoría en el Congreso, y hoy además, afectada por los casos de corrupción, ha debido ceder en sus pretensiones y acercarse a posiciones de centro o incluso a la derecha frente a determinadas agendas, especialmente en temas de seguridad y migración.

En ese escenario, el posicionamiento de la izquierda resulta necesario, con un proyecto de tipo institucional –no se visualiza una extrema izquierda antisistema–, que se vuelve fundamental en un escenario de disputa. Es innegable el triunfo electoral de la derecha radical, sin embargo, es también cierto que parte importante de quienes votaron por el Partido Republicano no se sienten representados del todo por las políticas conservadoras y neoliberales del proyecto, ni tampoco convocados por las marchas de la extrema derecha antisistémica y violenta, por lo tanto, en un espacio que tiene poco que ofrecer más allá de la agenda de seguridad y de retroceso en derechos, la ultraderecha requerirá mucho más que la política de oferta fácil para mantener a un electorado principalmente desafectado del sistema, y que será clave en los próximos procesos eleccionarios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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