Tertulia pareciera ser una palabra extinta o, en el mejor de los casos, en desuso. Las nuevas generaciones están más familiarizadas con los grupos virtuales de conversación y debate. En una época donde el tiempo es un bien escaso, vale la pena acordarse de esta sana práctica que es parte de la tradición nacional.
La tertulia tuvo una influencia relevante en el ámbito social durante gran parte del siglo pasado. Era un espacio de conversación e intercambio de ideas. Encarnó, además, una fina relación con el sentirse republicano. También, y por qué no, se constituyó como un acto de civismo.
Probablemente, su momento de mayor prosperidad fue entre la década del 20, hasta el golpe de Estado. Pero su historia comienza cuando Chile pensaba en su Independencia. En efecto, tertulia es una práctica que nació en aquel tiempo, y que tuvo continuidad durante la construcción de la República. Estos encuentros se constituyeron en los espacios de poder y reconocimiento en los cuales primordialmente participaban mujeres de familias acomodadas, como Javiera Carrera, Luisa Recabarren e Isidora Zegers. Prontamente, este espacio se fue abriendo a los hombres. Se incorporaron otras temáticas, como la política y literatura. La mutación natural de estas reuniones reservadas para grupos familiares o de amigos, se extendió a los salones de té y lugares públicos.
En el amanecer del siglo XX, las tertulias conquistaron nuevos espacios y segmentos sociales. En los siguientes años, el centro de Santiago se mantenía sin vacilación como el corazón comercial y cívico de la capital. En este contexto, se instauraron lugares icónicos donde los contertulios se convocaban para tratar un amplio abanico temático. Y, desde luego, los temas que hacían fluir en abundancia las pasiones eran la política y el deporte, en especial el fútbol.
El Café Astoria, que se ubicaba en la primera cuadra de Ahumada, se inscribe dentro de estos lugares. Asiduos al Astoria eran militantes y simpatizantes de la Falange Nacional y, luego, Democracia Cristiana. Aquello ocurrió por la cercanía que tenía este local a la Editorial Pacífico, centro cultural e intelectual de la DC en los años 50 y 60.
El Café Santos es otro nítido ejemplo. Cuando el Café Astoria cerró, varios de sus comensales, incluidos los militantes de la DC, buscaron refugio en el Santos. Famosas fueron las mesas temáticas que se conformaban en este último café. La “mesa política” la encabezaba Eduardo Frei Montalva. También existía la mesa del deporte, que presidía Mario Livingstone, hermano de Sergio. Compartían el espacio periodistas, dirigentes y exjugadores.
Los habituales comensales de esta mesa eran Julio Martínez, Antonino Vera, Edgardo Marín, Julio Salviat, Sergio Brotfeld, José Saldaño y Omar Marchant. También se sumaban los exdirigentes Aníbal Sierra, Manuel Cuesta y Toñito Galmez de Unión Española; Mario Valdivia, Eduardo Passi, Pedro Fornazzari, Alejandro Duque y Patricio Duck de la Universidad Católica; Arístides Papa y Juan Marconi de Audax Italiano; Yerko Koscina de La Serena; Hugo Guerra (juez de San Bernardo, hincha de Magallanes); Sabino Aguad (Básquetbol y Comité Olímpico); Sergio Valenzuela (Tenis); más los exjugadores Sergio “Sapo” Livingstone y Francisco Molina.
Fue en el Café Santos donde el multifacético Jaime Celedón le propuso a un ejecutivo de Canal 13 hacer un programa de conversación estilo tertulia. Así, el Santos fue escenario de la gestación de “A esta hora se improvisa”, un clásico de la industria cultural chilena.
Existían otros lugares que eran verdaderos clásicos de la tertulia y también de la bohemia. Il Bosco, ubicado en Alameda, entre San Antonio y Estado, era un restaurante que congregaba a intelectuales. La Taberna Capri y el Pollo Dorado, eran otros espacios de culto, pero el que se inscribe con mayúscula junto al Santos era el Café Restaurante Nuria.
Entre 1955 y 1962, este local fue administrado por los hermanos Lagomarsino, los que marcaron tendencia. Esto, gracias al show que hacía la orquesta Huambaly, agrupación que destacó en la música popular chilena. En Nuria, local que representaba a la clase media chilena, se daba espacio para las conversaciones estilo tertulia y luego para el baile.
Tertulia pareciera ser una palabra extinta o, en el mejor de los casos, en desuso. Las nuevas generaciones están más familiarizadas con los grupos virtuales de conversación y debate. En una época donde el tiempo es un bien escaso, vale la pena acordarse de esta sana práctica que es parte de la tradición nacional.