No podemos permitir que la ETP sea solo un trampolín para el mercado laboral. Debe ser un catalizador para una transformación social y sostenible profunda. El potencial está ahí; el imperativo es claro. Es hora de que todos -educadores, estudiantes, políticos y ciudadanos- actuemos colectivamente para impulsarlo.
Hace unos días (26/08) celebramos el Día de la Educación Técnico Profesional (ETP) en Chile- Recordamos un legado que se extiende desde la Dirección de Enseñanza Profesional creada en el año 1942, bajo el gobierno del presidente Juan Antonio Ríos. Más allá de una retrospectiva, este día nos convoca a un futuro lleno de imperativos.
Vivimos en una época de disrupciones marcadas por la globalización, el cambio tecnológico y el cambio climático. La pregunta no es solo cómo preparar a los estudiantes para los empleos del mañana, sino cómo empoderarlos para que sean los arquitectos de un futuro sostenible y centrado en el bien común. Entonces, ¿estamos listos para convertir estos desafíos en oportunidades? Acá comparto algunas ideas a considerar en la discusión.
Más allá de la reproducción del mercado, cultivando productores de transformación social y productiva: nos encontramos en un punto de inflexión global que nos desafía a reimaginar la ETP. No puede ser simplemente un preámbulo (o proxy) para el mercado laboral; debe ser una incubadora de ciudadanos comprometidos con la sostenibilidad y el bienestar colectivo. INNOVA TP, recientemente lanzada, nos brinda un esquema inicial que nos obliga ir más allá. La ETP debe ser un espacio donde cada estudiante se convierta en un agente activo de transformación, contribuyendo con la sociedad para tejer un tapiz de bienestar colectivo.
De la formación al desarrollo humano integral: Ya es hora de cambiar nuestra perspectiva sobre la ETP. Debe verse no solo como una escalera hacia un empleo, sino como un ascensor hacia una vida más significativa y responsable. El MINEDUC ha mostrado liderazgo al considerar la ETP como un derecho social y una vía hacia el desarrollo humano integral. Pero esa visión debe materializarse en cada aula y cada taller, considerando que la ETP es un escenario técnico y también una arena política donde habitan imaginarios de desarrollo humano.
Catalizadores de propósito y bien común: La ETP debe infundir en los currículos una noción más rica de propósito. Esto significa no solo proporcionar habilidades técnicas sino también desarrollar capacidades socioemocionales y éticas. Debemos generar condiciones a nuestros jóvenes respecto a cómo ser contribuyentes activos a sus comunidades y líderes en las transformaciones sociales urgentes de nuestro tiempo.
Cocreando un futuro sostenible: La visión presentada por el Subsecretario Víctor Orellana sobre desarrollo humano sostenible nos invita a una revolución mental: debemos reorganizar nuestra vida en torno a una sostenibilidad real y conexiones sociales significativas. Este es el enfoque que debemos integrar en la ETP, para formar no solo consumidores de conocimiento, sino también creadores de soluciones y agentes de cambio.
Tres puntos para una ETP transformadora
En el marco de este Día de la ETP nos ofrece más que un momento para reflexionar; nos proporciona un llamado a la acción. No podemos permitir que la ETP sea solo un trampolín para el mercado laboral. Debe ser un catalizador para una transformación social y sostenible profunda. El potencial está ahí; el imperativo es claro. Es hora de que todos -educadores, estudiantes, políticos y ciudadanos- actuemos colectivamente para impulsarlo. Solo así podremos impulsar la transformación de una ETP, la cual pasará de ser reconocida como simple medio a un fin en sí mismo: será una formación para la vida, para el compromiso público y para la construcción de un Chile más justo, inclusivo y sostenible.