La posibilidad de que Bernardo Arévalo asuma su cargo en enero dependerá de cómo el pueblo defienda la voluntad de los votos, pero también, en gran medida, de los respaldos que vengan desde el exterior, especialmente de América Latina y el Caribe, del actual Gobierno de Estados Unidos y todas las organizaciones políticas y sociales comprometidas con la democracia y el respeto a las decisiones ciudadanas. En el momento actual que vive la región, una crisis política en Guatemala para impedir la llegada del socialdemócrata Arévalo al Gobierno sería un retroceso tanto para ese país como para el resto de la región latinoamericana, ya bastante perturbada por las tensiones que vive su devenir democrático.
El 20 de agosto trajo un cambio importante en Guatemala, un país que por décadas ha estado bajo el dominio de gobiernos contaminados de corrupción e incapaces de superar la pobreza que castiga a la mayoría de la población en todo el país. Ese día fue elegido como presidente el socialdemócrata Bernardo Arévalo, del partido Movimiento Semilla, con el 60,9% de los votos. Su contrincante fue Sandra Torres, exvicepresidenta, candidata de Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), que esta vez apareció respaldada también por el Gobierno actual y con 39,1% de los votos. Fue un triunfo claro.
Sin embargo, tras el triunfo de Arévalo, se incrementaron las urgencias por defender el veredicto de las urnas. Ahora los días se han vuelto más críticos, las dudas de cómo llegar al 14 de enero reclaman operaciones de apoyo dentro y fuera del país. Arévalo ha llegado al primer día de septiembre diciendo: “Estamos viendo un golpe de Estado en curso”.
Ya desde el día siguiente de la elección comenzaron los rumores de cómo podrían impedir el acceso de Arévalo al poder los partidarios del Gobierno, del empresariado tradicional y de los sectores ligados a los militares. Lo primero ha sido atacar al movimiento político que, para sorpresa de todo el sistema, llevó a Arévalo a la segunda vuelta electoral y de allí al triunfo en las urnas: el Movimiento Semilla. Se buscan artilugios legales para declararlo ilegal e impedir que sus 23 parlamentarios electos lleguen a ocupar sus puestos a plenitud. Arévalo los rechaza como un “ataque a la democracia”, mientras en Washington el Consejo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) se reunió de urgencia para expresar la fuerte preocupación de toda la región por los embates que, a través de la Fiscalía y ahora también desde el Congreso de ese país, llevan adelante contra el partido del presidente electo.
El futuro mandatario sabe que este no es el tiempo de los 30 intentos de golpes de Estado impulsados por Estados Unidos para defender a la United Fruit Company, como le ocurrió a su padre Juan José Arévalo entre 1945 y 1951, pero es el tiempo donde las mafias ligadas al narcosistema y los sectores conservadores del poder han movido todos los hilos para impedir que el Movimiento Semilla logre su triunfo. Un partido que se caracteriza porque propone el combate a la corrupción y contener el autoritarismo que se ha profundizado durante el actual gobierno de Alejandro Giammattei.
Hacia mediados de julio, la Fiscalía (ligada al Gobierno) consiguió que un juez menor le ordenara al Tribunal Supremo Electoral la cancelación de la personería jurídica del Movimiento Semilla. La solicitud fue presentada “de urgencia”, pero el tribunal electoral se negó a cumplir con la orden, que supone una intromisión en sus funciones y es inviable con un proceso electoral en marcha. Ahora, sin embargo, declara en suspensión a ese partido hasta que su legalidad quede definitivamente ratificada.
Junto a estas maniobras, los rumores de algún tipo de intervención militar no han dejado de estar presentes. Esta vez Estados Unidos, país que recibe las oleadas frecuentes de migrantes guatemaltecos, enfatiza que llama a respetar lo que han dicho las urnas. En ese sentido, han respaldado la misión del secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, quien debe viajar otra vez al país centroamericano, donde se mantiene una misión permanente de observación para defender la decisión ciudadana triunfadora.
Desde que las cifras ratificaron a Arévalo, quedó una pregunta en el aire: ¿qué puede ocurrir entre el 20 de agosto y el 14 de enero próximo, cuando legalmente le correspondería asumir el poder? Es un tiempo muy largo, donde el candidato triunfante requiere de todos los apoyos externos y del pronto apoyo de las grandes potencias reconociéndole como nuevo presidente del país. Los tiempos que vienen no serán fáciles para Guatemala y su sociedad, una con los más altos índices de pueblos indígenas en todo el continente, especialmente de origen maya, y con los más altos índices de desigualdad y pobreza en toda Centroamérica.
La Iglesia, entidad importante en Guatemala, manifestó desde el comienzo su preocupación. “Estamos en el país de las incertidumbres, de las dudas, de las sospechas y las suspicacias”, aseveró el cardenal guatemalteco Álvaro Ramazzini, tras reunirse con Almagro, en referencia a la situación que atraviesa Guatemala. Ramazzini ha sido un luchador en defensa de los indígenas y pobres del país. Por eso, su voz tuvo eco cuando solicitó al secretario general de la OEA que la misión de observadores de la entidad permanezca en el territorio hasta el cambio de mando electoral. Dijo que esa petición la hacía ante la imposibilidad de saber qué pasaría después de la segunda vuelta. “Debemos avisar ahora de lo que puede pasar y no lamentarnos más tarde por no decirlo a tiempo”, señaló en clara alusión a las posibilidades de acciones que vayan en contra de la decisión ciudadana.
Guatemala fue el primer país de América Latina donde la CIA, bajo la lógica de la Guerra Fría, provocó, con la anuencia del presidente Eisenhower y su secretario de Estado, John Foster Dulles, un golpe de Estado que sacó del poder al presidente Jacobo Árbenz. Bajo la excusa de preservar la región frente al supuesto “avance comunista”, la operación tuvo como objetivo sostener los intereses económicos de grandes transnacionales como la United Fruit Company. Las condiciones globales son distintas, pero en el interior de Guatemala se resiste todo lo que tenga la marca “desarrollo progresista” y confronte los privilegios de ciertos sectores de la sociedad, muchas veces sustentados por la corrupción.
La posibilidad de que Bernardo Arévalo asuma su cargo en enero dependerá de cómo el pueblo defienda la voluntad de los votos, pero también, en gran medida, de los respaldos que vengan desde el exterior, especialmente de América Latina y el Caribe, del actual Gobierno de Estados Unidos y todas las organizaciones políticas y sociales comprometidas con la democracia y el respeto a las decisiones ciudadanas. En el momento actual que vive la región, una crisis política en Guatemala para impedir la llegada del socialdemócrata Arévalo al Gobierno sería un retroceso tanto para ese país como para el resto de la región latinoamericana, ya bastante perturbada por las tensiones que vive su devenir democrático.