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Apología, trampa y mensaje: sobre el fenómeno del libro de Daniel Mansuy a los 50 años del golpe Opinión

Apología, trampa y mensaje: sobre el fenómeno del libro de Daniel Mansuy a los 50 años del golpe

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Mauro Basaure
Por : Mauro Basaure Universidad Andrés Bello. Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social
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Para hacer un balance de los 50 años no es tan relevante mirar lo que piensan o no los chilenos y sobre todo las élites sobre el golpe de Estado, pues eso no ha cambiado en lo sustantivo. Lo interesante son las condiciones paradigmáticas en que sus opiniones (las mismas de siempre) les aparecen de pronto como validadas y ellos mismos se sienten libres de emitirlas. Es en esas condiciones donde se ha producido un cambio. De pronto se dice de manera desinhibida que el golpe de Estado fue justificado, que fue inevitable, etc. Repito, esas opiniones nunca han cambiado. Lo nuevo es que se han desanclado de una especie de autocensura y se han vuelto opinión pública desafiante.


Son muchos los hitos y factores que contribuyeron a la configuración paulatina de esas nuevas condiciones del habla pública. En el pasado más inmediato uno encuentra la derrota política y moral del 4 de septiembre, los errores, vaivenes y problemas de corrupción del gobierno de Boric, el ascenso estrepitoso de la derecha, todas esas cosas (sin duda encadenadas entre ellas) son hitos clave. Como si se tratase de una ecología del discurso político, cuando el adversario enfrenta un escándalo moral o ético, los opositores encuentran el espacio y oportunidad para avanzar en sus agendas.

Ahora bien, no cabe duda de que, uno de esos hitos, sobre todo para la elite, fue el libro de Daniel Mansuy sobre Salvador Allende, la Izquierda Chilena y la Unidad Popular, publicado, muy oportunamente, varios meses antes de la fecha de conmemoración de los 50 años del golpe de Estado. En esta columna estudio este libro desde una mirada externa, interesada en por qué se realizó una verdadera apología de él [I] para, luego, desde una mirada interna, reconstruir el argumento nuclear de Mansuy y desmontar el artilugio conceptual que opera en la forma de una trampa para el lector desatento[II]. Finalmente develo una suerte de mensaje tan terrible como oculto que entrega este exitoso libro [III].

  • De la apología de un libro

Como si hubiese sido intencionado, ese libro aparece muy tempranamente en 2023, cuando aún no se sabía qué ocurriría en torno a estos 50 años. El libro inaugura la discusión y la pone de inmediato en un alto nivel intelectual y, por cierto, contribuye grandemente a configurar un contexto en que el punto central dejó de estar en la cuestión de la violación de los derechos humanos (los acontecimientos post-golpe), como había sido en las conmemoraciones anteriores, y se trasladó a los antecedentes del golpe; cosa inédita y altamente explosiva. Para inaugurar ese nuevo contexto no servían las voces extremas y operantes bajo la mera convicción. Servía mucho mejor la parsimonia intelectual de Mansuy, quien se ubica en un registro equivalente al de las memorias de la Unidad Popular de Patricio Aylwin, pero con una gran ventaja. Con el halo de la objetividad de un académico joven, que no había nacido para el golpe, que escribe un libro erudito e inteligente, en el que parte importante de sus fuentes son figuras intelectuales de izquierda, ese libro fue ensalzado al punto de transformarse en el libro más importante de los 50 años.

El libro tiene muchos méritos, sin duda. Pero, nuevamente, la pregunta sociológica relevante es por qué deviene un fenómeno de ventas y conversación: ¿por qué la apología que hace la elite? ¿Únicamente por sus méritos? ¿Hubiesen valido lo mismo en el marco de los 30 años, de los 40 años, en otro contexto? Muy probablemente la respuesta es negativa.

En ese punto conviene seguir a Foucault en sus trabajos sobre la arqueología del saber: la relevancia y valoración de las cosas (libros en este caso), está determinada en gran medida por los regímenes discursivos y las relaciones de poder que operan en una sociedad en un momento dado, y no es una característica inherente de las cosas mismas. Más que verdad hay “veridicción”. Desde esta perspectiva externa estructural si se quiere, no es el sujeto Mansuy y sus intenciones lo que importa en primer lugar. Ese libro ayudó a configurar el mismo contexto o régimen discursivo en el que fue ensalzado, como ocurre a veces con ciertas obras de arte contemporáneo cuyo valor aumenta en la misma medida que generan controversia e interés público.

En fin, el de Mansuy es un ejemplo muy interesante sin duda a estudiar de cómo las élites seleccionan, premian, condecoran y promueven aquellos expertos e intelectuales que respaldan y justifican sus visiones. Esto lo mostró muy tempranamente Wrigth Mills en su “The Power of Elites” y fue profundizado por Michael Parenti (en su Inventing reality: The Politics of News Media), mostrando el rol que en ello juegan los medios de comunicación de masas.

  • De la trampa de un libro

En este punto del argumento termina la relevancia de Foucault. Sí, porque la respuesta a la apología de que este libro es objeto hay que buscarla también en el propio texto; en todo eso que configura lo que podemos llamar “la trampa de Mansuy”, noción que entiendo en sentido técnico: como instrumento de captura de conciencias incautas.

Mediante lo que dice y lo que calla, mediante construcción de equivalencias lógicas que se le ocultan al lector desprevenido o demasiado entusiasta Mansuy instala con fuerza la tesis, repetida varias veces en el libro, de que “la colosal intensidad del 11 no es sino el corolario de un proceso cuyo principal responsable es el mismo Salvador Allende”. Este expresidente es responsable no solo del golpe mismo sino de su “colosal intensidad”. Este ejercicio de responsabilización de Allende y de la Unidad Popular, supone por cierto la exculpación de quienes ejecutaron el golpe, civiles y militares. En el perímetro histórico de los 50 años del golpe de Estado, pudimos escuchar cosas de este calibre de un Bobadilla, de Naveillán o de Moreira, entre muchos otros. Pero esta vez se trata de la tesis de un ensayo, producto del trabajo exhaustivo de un respetado profesor universitario. Vociferar que Allende y la UP fueron responsables del golpe de Estado es fácil. Solo requiere convicción. Argumentarlo, como lo hace Mansuy, requiere toda una operación [a]. Al desarmarla aparece “la trampa de Mansuy” [b].

  • Reconstrucción de la estructura del argumento en tres pasos

Primer paso. Las lógicas del fracaso y la derrota. La distinción estructurante de mayor jerarquía en el libro es entre fracaso y derrota. A ella se le asocia o superpone otra diferencia: causas internas y causas externasdel golpe de Estado. Cito: “… a la hora de explicar el 11 de septiembre, … ¿… debe ser leído como una derrota o como un fracaso? Si fue derrota, se explica a partir de un puro factum: la aplastante superioridad militar del adversario. Bajo esa interpretación, el acento se sitúa en los elementos conspirativos que dieron lugar al golpe y en los esfuerzos de desestabilización de agentes externos. Por el contrario, si fue fracaso, entonces la responsabilidad principal no recae en la oposición ni en los militares, ni tampoco en Nixon o Patria y Libertad, sino en la propia UP, que no logró darle viabilidad a su proyecto”. Como puede verse, el fracaso se une a causas internas y la derrota a causas externas. Se trata, en ambos casos, de explicaciones del golpe de Estado. Todo el análisis debe partir de este juego de equivalencias.

Segundo paso. La izquierda del fracaso y la izquierda de la derrota. Las mencionadas distinciones y equivalencias se aplican para leer textos clave de la izquierda chilena, en particular el libro de Tomás Moulian y Manuel Antonio Garretón, La unidad Popular y el Conflicto Político en Chile, publicado originalmente a 10 años del golpe de Estado. Lo valorable de Moulian y Garretón, para Mansuy, es haber tenido el coraje de realizar una autocrítica sin concesiones de la izquierda en la UP. Ello significa que, según Mansuy, estos sociólogos también explican el golpe militar por el fracaso de la política de la UP; es decir, por causas internas a la Unidad popular. Todo ello en lugar de insistir en una perspectiva auto-afirmativa según la que esa experiencia de gobierno fue derrotada por causas externas; es decir, víctima de fuerzas golpistas, de la conjura o conspiración de terceros.

Mansuy sorprende al mundo intelectual y político no solo porque es un intelectual asociado a la derecha política que escribe sobre Salvador Allende, la Izquierda Chilena y la Unidad Popular, sino además porque para hacerlo dice ser fiel a textos de la propia izquierda y apoyarse de buena fe en intelectuales de ese mundo político. Es lo que cabría llamar, a nivel metodológico, una reconstrucción inmanente, o hecha desde adentro del objeto estudiado. Mansuy lee y divide a la izquierda de Chile, y a los libros sobre la UP y sobre Allende, en base a esta estructura explicativa dicotómica. Hay una izquierda reflexiva y capaz de auto-crítica, heredera de la renovación socialista (que asocia con la equivalencia lógica fracaso-causa interna-del golpe de Estado), y otra irreflexiva, puramente nostálgica, que se siente en continuidad directa con la UP (que asocia con la equivalencia lógica derrota-causa externa-del golpe de Estado). Esta es la sala de máquinas del libro de Mansuy, puesta a trabajar, en la segunda parte del libro, para analizar actuaciones y posiciones recientes de la izquierda.

Tercer paso. Actores con y sin agencia. Aún puede diferenciarse un tercer paso que resulta relevante por ser fuente de varias contradicciones en el argumento de Mansuy. En su libro se puede leer que, cuando se afirma la lógica explicativa fracaso-causa interna-golpe de Estado, se pone a los actores en el lugar de sujetos de la historia, responsables de sus actos; en fin, se reivindica su agencia. Cuando a Allende se lo declara responsable del golpe, dicho en simple, se lo reivindica como el político que siempre fue, dueño de sus acciones y omisiones. En cambio, con la lógica explicativa derrota-causa externa-golpe de Estado, los individuos son concebidos como meros objetos de la acción de terceros, objetos del predicado, víctimas de otros. Si Allende no es responsable, entonces se le quita su dignidad de político y se lo transforma en mera víctima pasiva de la sedición. ¿Quién duda de la habilidad de Mansuy?

 

  • La trampa en el argumento

He insistido en varias oportunidades en la enorme relevancia del llamado a plebiscito que haría Allende el mismo 11 de septiembre desde la Universidad Técnica del Estado (UTE), cuestión ampliamente documentada. Su relevancia histórica, lógica y moral reside en que por muy difícil y delgado que era el camino de esa salida institucional a la crisis (es sabido que un plebiscito revocatorio de su mandato suponía primero una reforma constitucional) el mero hecho de que ese camino existiese le roba toda justificación moral a un golpe de Estado. Ello por el simple hecho de que la violencia (la guerra, las muertes que ocasiona) solo puede justificarse racionalmente cuando no hay ninguna alternativa en el escenario. De existir esa alternativa, la violencia, como la del golpe de Estado, es barbarie.

La trampa de Mansuy se pone en evidencia mediante el siguiente ejercicio mental que considera precisamente la salida a la crisis que (contra la voluntad de su partido, y rompiendo con ello con la UP) buscó Allende en sus últimos días. Imaginemos que el gobierno de la Unidad Popular no hubiese terminado por la violencia de un golpe de Estado. Imaginemos que hubiese sufrido la mayor de las derrotas electorales en un plebiscito convocado por Allende el 11 de septiembre. Imaginemos que la exitosa campaña contra la posición de la UP, comandada por el Partido Nacional y la Democracia Cristiana, hubiese tenido un fuerte financiamiento de EE. UU. por medio de la CIA.

¿Para qué sirve este ejercicio de ficción realista? En primer lugar, para desprender al golpe de Estado (en tanto que facto) de la cadena de equivalencias causales establecida por Mansuy. Permite separar las dos lógicas explicativas del modelo de Mansuy fracaso-causa interna y derrota-causa externa del término golpe de Estado. Se mantienen las dos lógicas, pero se elimina el tercer término (el golpe de Estado), de manera plausible. El golpe de Estado fue fácticamente una de las salidas posibles a la crisis en que estaba sumido el país. Pudo haber otra. No fue la única, ni era inevitable y por eso no tiene justificación. Si los actores de verdad tienen agencia como reclama el propio Mansuy entonces el golpe no puede ser una consecuencia necesaria de sus antecedentes. La acción es un acto de libertad, donde los individuos pueden decidir cómo responder a las circunstancias, en lugar de simplemente reaccionar de acuerdo con cadenas causales preestablecidas. Hannah Arendt ha sido quien ha marcado esto con la mayor de las claridades. Retomaré esto al final del texto pues en el argumento de Mansuy, además de una trampa, hay un mensaje cifrado altamente controversial para el mundo de la derecha.

En segundo lugar, ese ejercicio mental sirve para mostrar que Mansuy al apoyarse en la tradición de la renovación socialista concibe en términos de explicación histórica (del golpe de Estado) lo que fue, en dicha tradición, una “disposición intelectual” (un “approach”, una “Einstellung”) para abordar la experiencia de la UP. Es raro, de hecho, que los sociólogos aludidos por Mansuy en esta trampa no alegasen ellos mismos en su defensa.

¿A qué me refiero con la distinción entre explicación histórica” (Mansuy) y “disposición intelectual” (Garretón/Moulian)? Una explicación histórica supone establecer un vínculo causal entre unos antecedentes y lo que se busca explicar (el golpe de Estado). Esto es lo que hace Mansuy. Desecha la explicación histórica basada en la lógica derrota-causa externa-golpe, y afirma la explicación histórica cuya lógica es fracaso-causa interna-golpe: Allende y la UP son los responsables del golpe; quienes no lo ven así no han hecho la autocrítica necesaria (a lo Moulian y Garretón) y se han refugiado en la lógica de la derrota-causa externa-golpe; en acusar a la conjura sediciosa del enemigo. Muy distinto a ello, la “disposición intelectual” es, cabría decir, una aproximación métodológica según la que asumiendo, en una línea weberiana, la multicausalidad del fracaso del gobierno de la UP  se ponen entre paréntesis los factores causales externos para concentrar el análisis en los internos. En física esto se llama “supresión de variables”. No se eliminan, no se disminuye la relevancia explicativa de ciertas variables, sino que se suprimen momentáneamente para enfocarse en otras variables de interés. Esto es lo que hace la renovación socialista en manos de Moulian y Garretón.

Para aclararnos, retomemos el ejercicio de ficción realista. Si el fin del gobierno de la UP hubiese sido mediante una aplastante derrota plebiscitaria, en que la oposición hubiese recibido financiamiento de la CIA; si así hubiese sido, es de todos modos altamente probable que se hubiese dado igualmente una reflexión de renovación socialista y en los mismos términos metodológicos: No refugiándose en la comodidad de las causas y agentes externos (el financiamiento de la CIA) se hubiese realizado un análisis de los propios errores como causa del fracaso político, pero sin negar o desestimar el peso explicativo de la intervención de esos agentes.

Ejemplifiquemos con el tema de la intervención de EE.UU., el factor externo por antonomasia. Mansuy reduce la cuestión de la intervención de EE.UU. al plano militar (es decir, a la influencia directa de la CIA en la decisión de hacer el golpe), descuidando por completo la complejidad de esa intervención (en el plano ideológico cultural, político, económico, además del militar), orientada toda ella a generar “the conditions as great as possible” para el golpe, como dice Kissinger a Nixon en uno de los documentos más recientemente desclasificados. Cabe agregar aquí que la exposición de esto es el aporte del libro, Pinochet desclasificado, de Peter Kornbluh, elevado con razón al estatus de un equivalente a los informes de verdad. Hoy contamos con el “Informe Kornbluh”.

Consecuente con su perspectiva simplificada o limitada a la mera cuestión militar, en las únicas dos veces que, en su libro, Mansuy se refiere a la intervención de EE. UU. señala que dicha intervención “[h]a sido sobreestimada” (p. 44); o que es “más limitada que lo que suele creerse” (p. 205). Bajo una lógica causal, se busca desestimar empíricamente la explicación basada en la lógica de la derrota-causa externa. Comparemos esta lógica de “explicación histórica” con la “disposición intelectual” de Moulian y Garretón. En La unidad Popular y el Conflicto Político en Chile, se dice: “Respecto al análisis de los factores internacionales, la indiscutible intervención norteamericana en el proceso político del período ya suficientemente probada no será objeto de análisis particular aquí…. Este marco no puede olvidarse, pero no explica por sí solo los procesos internos de lucha política a los que se refiere este trabajo” (p. 23). Y en otro pasaje reafirman: “La intervención externa, en el Paro de Octubre, ha sido suficientemente estudiada y no será analizada aquí” (p. 116). Sin negar en absoluto la relevancia del factor externo, ellos los suprimen del análisis para concentrarse en lo que les importaba, el proceso interno de la UP para buscar ahí los propios errores y aportar a la renovación socialista. Eso es una “disposición intelectual”, no un intento de explicar el golpe de Estado, por causas internas, como pretende mostrarlo Mansuy. ¿Se entiende por qué hablo de trampa?

Una precisión más. Hasta aquí he analizado el corazón del texto de Mansuy usando su propia conceptualización y lógica (fracaso versus derrota). Para el lector será obvio a esta altura que esa dicotomía es altamente problemática al momento del análisis sociohistórico. El multicausalismo (compleja interacción de factores, unos con mayor peso explicativo que otros), que involucra causas internas y externas, es claramente un modo mucho más apto para ese y otros tipos de análisis. Igualmente, problemático es acoplar el golpe de Estado a una cadena causal pues le da el carácter de necesario e inevitable. Eso es historiográficamente problemático, pues además de tener un sesgo retrospectivo, expresa una simplificación y una falta de comprensión de la contingencia en la historia. La caída del Imperio Romano de Occidente, la Revolución Francesa, la Guerra Civil de Estados Unidos, la Caída del Muro de Berlín han sido presentados como hechos inevitables, pero la misma historiografía ha mostrado cómo su ocurrencia dependió de oportunidades desperdiciadas para hacer reformas, de negociaciones, de decisiones y acciones de líderes y grupos. La idea de inevitabilidad es problemática a nivel de la teoría social pues reduce la agencia humana, tanto individual como colectiva, haciendo aparecer, de modo simplista, que los acontecimientos son determinados por fuerzas impersonales o mecanismos que reducen la volición humana a la simple lógica estímulo-respuesta. Por lo mismo, la idea de inevitabilidad es además moralmente problemática porque oculta la responsabilidad de las personas y grupos que tomaron decisiones clave para la ocurrencia del acontecimiento, como el golpe de Estado y sus consecuencias.

Esto último nos pone en el terreno del último punto que quiero tocar y que refiere a un mensaje, oculto en el libro de Mansuy; mensaje que tiene un sentido muy difícil de asumir por parte del mundo que ha encontrado en ese libro una coartada perfecta, en forma y contenido, para justificar el golpe de Estado y afirmar que fue inevitable.

  • Del Mensaje de un libro

En el argumento de Mansuy quienes tomaron la decisión y actuaron para acometer el golpe no son los principales responsables. Responsables son los que no lo acometieron. Ello supone que el mecanismo de responsabilización no es de orden accional (no es por lo que se hace, o no, deliberadamente), sino de otro tipo. ¿Cómo es que quien acomete el golpe no es responsable y quién lo sufre sí lo es? Hasta ahora sabemos que Mansuy explica el golpe de Estado mediante la equivalencia lógica fracaso-causa interna. Siendo así, ese golpe debe encontrar su causa principal en el ámbito del fracaso o de las causas internas. Pero ¿cómo se logra “internalizar” el golpe de Estado, hacerlo parte de esa equivalencia lógica? Más simple ¿cómo Allende y la UP son responsables del golpe?

Sorprendentemente, la respuesta de Mansuy es la misma que daría la izquierda estructuralista radical: el golpismo es un dato de la causa, es una reacción necesaria y obvia a la acción revolucionaria. Acción y reacción son términos de la física (tercera ley de Newton), de la química (cantidad de productos formados depende de la cantidad de reactantes utilizados), de la economía (oferta y demanda), etc. En este mismo sentido, la reacción golpista está siempre ahí, como si fuese una fuerza de la naturaleza. La responsabilidad es de quien despierta esa fuerza sin saber qué hacer con ella. Ese sería el caso de Allende.

En el libro de Mansuy Allende es el aprendiz de brujo del cuento de Goethe: es responsable porque despertó fuerzas que el mismo desconocía y que no sabía cómo controlar (la reacción golpista). Los actores que acometen el golpe no son responsables, pues solo actuaron según la ley de la reacción. Responsable es quien afecta sus intereses, despierta su furia y luego no sabe qué hacer con ella. Lo mismo en Chile, que en Brasil (1964), que en Argentina (1976), etc. Por eso es un fracaso, porque debió contemplarse la reacción golpista y haber tenido un plan de acción sea político (construcción de mayorías) sea militar (control total del Estado) acorde a esas fuerzas desatadas. Allende no tomó ninguna de esas vías, y fue avasallado por la furia de la reacción.

Bien entendido se trata de un mensaje muy duro para el sector que busca justificar el golpe. Mansuy, un intelectual de derecha se hermana finalmente con la izquierda radical. Contra su propia teoría de la acción según la que hay que entender a los actores como sujetos y no como objetos de fuerzas externas Mansuy le dice a ese sector algo terrible: como en el más crudo conductismo, sin aprendizaje moral posible, frente a la amenaza de sus intereses, los poderosos actúan siempre, por ley, fuera de la ley y la constitución, con violencia reaccionaria. Los poderesos no tienen vocación democrática cuando se trata de defender sus intereses. Tratándose de una afirmación que ocupa el lugar de una ley de la naturaleza, no actuar de mediante golpes de Estado o sus equivalentes va contra su naturaleza. Si esa es una verdad de la naturaleza si, en los sectores dominantes, prima siempre la defensa de sus intereses, entonces, la democracia es siempre artificio cultural, la constitución es, al final de cuentas, siempre una señorita que hay que violar si las circunstancias así lo requieren. La verdad de la derecha es Portales. Tal vez esta sea la causa profunda de que nunca hubo renovación en la derecha que avaló y justificó el golpe de Estado. Ello supone poner a la democracia por sobre cualquier interés particular y proyecto político. Qué menudo, crudo y desesperanzador mensaje.

Si Allende es el aprendiz de brujo (der Zauberlehrling) del cuento de Goethe, los golpistas civiles y militares son desde siempre el escorpión en la fábula de Esopo, El Escorpión y la Rana. “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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