En los últimos años, la crisis de los cuidados ha sido un tema de preocupación. La combinación del aumento de la esperanza de vida, una mayor prevalencia de enfermedades crónicas, la disminución de las tasas de fertilidad y una mayor participación de las mujeres en el empleo formal ha resultado en una creciente población anciana y enferma que necesita ser cuidada. Al mismo tiempo, el número de posibles cuidadores está disminuyendo.
Este proceso coloca una carga creciente en los hogares que enfrentan necesidades de cuidado. Sin embargo, este tipo de trabajo recae principalmente en mujeres, generalmente en entornos informales. Aunque se sabe que el cuidado impone limitaciones al trabajo remunerado, hay escasa literatura sobre los costos que asumen las personas que cuidan en términos de empleo e ingresos.
Un obstáculo importante para el estudio del cuidado y los resultados en el mercado laboral es que el cuidado informal es difícil de identificar y medir. La mayoría de los estudios en esta literatura se basan en datos de encuestas y en el autorreporte del estado de cuidador, y generalmente documentan una asociación negativa entre el cuidado y el empleo, las horas trabajadas y los ingresos –Van Houtven et al. (2013); Liu et al. (2010); Leigh (2010); Carmichael et al. (2010); Carmichael and Charles (2003)–. Esta asociación negativa es más fuerte en países donde el cuidado se realiza principalmente de manera informal (Kotsadam, 2011). Sin embargo, estos enfoques no consideran importantes limitaciones estadísticas como sesgos de selección y justificación que dificultan la correcta identificación de los costos del cuidado informal.
Este estudio evalúa los costos en el mercado laboral del cuidado informal y cómo dichos costos se distribuyen entre hombres y mujeres. Nos centramos en una situación particular pero altamente prevalente: hijos adultos que cuidan a un padre con cáncer. El cuidado de hijos e hijas adultas a un padre o madre es la relación de cuidado más frecuente entre adultos, siendo las hijas las principales cuidadoras. Adicionalmente, la prevalencia del cáncer está en aumento. En Chile, la enfermedad se ha convertido en la principal causa de muerte y es responsable del 45% de los pacientes que requieren cuidados paliativos, los que tienden a ser particularmente demandantes para las personas cuidadoras.
Para analizar este problema, utilizamos datos administrativos del Ministerio de Desarrollo Social y Familia (MDSF) de Chile. Gracias a esta importante iniciativa, podemos construir datos anónimos sobre pacientes hospitalizados por cáncer y utilizar dichas hospitalizaciones como un “evento” de salud que aumenta inesperadamente la probabilidad de necesitar cuidados. Usando registros de nacimientos, vinculamos a personas con cáncer con sus hijos adultos. Utilizando una técnica de emparejamiento, comparamos a las familias afectadas por cáncer con familias similares que no han estado expuestas a la enfermedad. Aplicando un estudio de eventos, analizamos cómo cambia el empleo y los ingresos laborales de los hijos e hijas adultos después de que un padre es hospitalizado debido al cáncer por primera vez.
Descubrimos que la hospitalización por cáncer de un padre reduce el empleo formal y los ingresos anuales en un promedio del 2-3% solo para las hijas en los primeros 5 años después de la hospitalización. El empleo y las ganancias de los hijos no se ven afectados. Los costos que enfrentan las hijas son mayores en familias donde el otro padre ya ha fallecido, y donde la enfermedad evoluciona de manera más severa. En dichos casos, la reducción en ingresos alcanza un 10-15%. Nuestro estudio es el primero en evaluar las consecuencias en el mercado laboral del cuidado de los padres en un país en desarrollo y en documentar que cuidar a un padre enfermo tiene costos relevantes que se concentran en las hijas, contribuyendo así a las disparidades de género ya existentes en el mercado laboral.
Si a estos resultados se le agregan aquellos asociados al cuidado de hijas(os), la carga de cuidados a lo largo de la vida estaría concentrada principalmente en los hombros de las mujeres, generando amplias consecuencias negativas para su autonomía económica. Resolver esta situación requiere importantes recursos y proyectos de ley que atiendan esta realidad.
Esta evidencia contribuye en dos aspectos al debate público. En primer lugar, respalda la política de cuidados anunciada por el Gobierno, destacando la importancia de avanzar en este tipo de iniciativas, lo que permitiría ganancias de autonomía para las mujeres e inclusión en el mercado del trabajo. En segundo lugar, esta evidencia también arroja luz sobre la discusión constitucional, donde se requiere que las normas constitucionales contribuyan hacia un mayor empoderamiento de las mujeres, el reconocimiento de sus derechos y el impulso hacia la paridad de género, no al revés.