La fiesta deportiva nos dará un poco de distensión, en un ambiente muy polarizado, permitiéndole al Presidente hacer un giro en la agenda e instalar un relato más transversal que convoque a la gente, al menos por algunas semanas, justo las previas al plebiscito.
No hay nada más importante para la imagen de un país que ser sede de un megaevento, más aún si este es deportivo. Por eso las disputas por conseguir ser sede de los Juegos Olímpicos y los mundiales de fútbol se han transformado en una verdadera guerra, llegando, en algunos casos, a que representantes de las naciones postulantes utilicen todas las armas posibles, incluidas unas bien poco legítimas. Pero, además, es un buen negocio. Los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos inaugurados el viernes pasado –en una ceremonia espectacular y emotiva– constituyen el segundo evento deportivo mundial, después de los Juegos Olímpicos.
A Chile le ingresarán casi 1.000 millones de dólares, generando 900 empleos directos y miles de puestos indirectos. Se beneficiarán los sectores turístico –aún tratando de recuperarse de la pandemia–, gastronómico y hotelero, considerando que tendremos la presencia en Chile de más de 100 mil turistas, incluidos los deportistas, cuerpos técnicos, dirigentes, periodistas, hinchas y familiares de los atletas que representan a 41 naciones.
Claro que los Panamericanos tienen una producción altamente compleja, más aún cuando nuestro país es la primera vez en su historia que organiza un evento de esta magnitud, muy lejos de lo que fue el Mundial de 1962. Como sucede en este tipo de fiestas deportivas, los países sedes deben hacer un esfuerzo mayor en los meses previos y los últimos detalles se van terminando ya casi encima de la inauguración. Si hasta en Qatar pudimos observar personas pintando escalinatas minutos antes de iniciarse un partido. Y Chile no fue la excepción.
Sin embargo, se logró, a pesar de los críticos de siempre –¿qué nos pasó a los chilenos que ahora criticamos todo de manera despiadada, como que no estuviéramos conformes con nada y nadie en estos últimos años?–, se cumplió con el propósito, más allá de los detalles propios de la dimensión de la tarea. Sin duda, fue clave la llegada de Harold Mayne-Nicholls, quien reemplazó a Gianna Cunazza a poco menos de cuatro meses de la inauguración. El expresidente del fútbol chileno fue capaz de levantar y darle conducción a un proceso que parecía destinado al fracaso. De paso, todos nos preguntamos cuándo volverá a conducir la ANFP este dirigente de lujo.
Pero más allá de lo deportivo –tendremos la posibilidad de ver, me incluyo, competencias de alto nivel–, todos estos megaeventos tienen una dimensión política. Por eso generan tanto interés de los mandatarios del mundo. Por ejemplo, Qatar logró su objetivo de mostrar la riqueza turística del país y las oportunidades de inversión, pero principalmente la cultura árabe con un pequeño toque de “modernización”.
Sin ir más lejos, Pinochet intentó dos veces traer estos mismos juegos –1975 y 1987–, sin éxito. Chile “se bajó” antes de tiempo, argumentando razones económicas, aunque la verdad es que muchos países ya habían anunciado que no vendrían a la cita con el dictador en la tribuna. Para qué decir Piñera. A nuestro país le faltó un voto para haber sido sede en 2019 y el ex Mandatario también intentó traer el Mundial 2030, anunciándolo como un hecho en el verano de 2021. Porque el deporte se asocia a cosas positivas, cambia el estado de ánimo y la agenda de las personas por un tiempo. Y, claro, además, quedan ligados a la historia algunos rostros, incluyendo el de los presidentes, a propósito de la infraestructura.
Recordemos el rol que asumió Michelle Bachelet en la construcción y modernización de diversos estadios a lo largo del país para el Mundial Sub-17 y, por supuesto, conseguir la sede de los Panamericanos Santiago 2023 en 2017. En la memoria colectiva quedaron esos recintos y, claro está, el famoso puntapié inicial, con zapato volador incluido, al inaugurar el Estadio Germán Becker en Temuco, previo a la justa mundialera.
Estos juegos, cuentan, además, con Jaime Pizarro, el ministro mejor evaluado del gabinete, quien de seguro seguirá ascendiendo en las encuestas. Entonces, el Presidente tiene la tremenda oportunidad de capitalizar el compromiso y apoyo brindado por el Gobierno a este megaevento. El Jefe de Estado sigue moviéndose en el orden del 30% en apoyo ciudadano y es probable que también vaya al alza. Dos hechos facilitarían el resultado: por un lado, la gira a China –que lo puso en una vitrina mundial– y, por supuesto, los Panamericanos.
Si hay algo que toca la fibra del orgullo del chileno es cuando nuestro país adquiere cualquier tipo de connotación internacional. Pero no cabe duda de que uno de los mejores aportes en términos de opinión pública es proyectar unidad nacional. Eso fue lo que se logró la noche de la inauguración del 20 de octubre, cuando detrás del Mandatario estaban Piñera y Bachelet –simbólicamente “respaldándolo”–. La puesta en escena no pudo estar mejor lograda, a lo que se sumó la ovación que recibió, gracias al público mayoritariamente joven. Y, por supuesto, más allá de la anécdota, el sobrino de Boric en brazos reforzó el lazo afectivo que genera con la gente. ¿Se imaginan el efecto que lograría el Presidente si tuviera un hijo en esta etapa, convirtiéndose en el primer niño nacido “en La Moneda”?
La fiesta deportiva nos dará un poco de distensión, en un ambiente muy polarizado, permitiéndole al Presidente hacer un giro en la agenda e instalar un relato más transversal que convoque a la gente, al menos por algunas semanas, justo las previas al plebiscito. De ahí el torpe error cometido por la derecha más extrema, desde donde usaron brutalmente la imagen de los Juegos Panamericanos para hacer un video de apoyo a la opción a favor –que hizo recordar la campaña del Sí en 1988–. Tan torpe fue el hecho, que incluso el UDI Iván Moreira y el RN Diego Schalper salieron a criticar a Republicanos, haciendo un llamado a la unidad en torno al deporte y señalando que todos debemos cuidar la imagen país.
Más allá del error republicano, la pregunta es por qué tuvieron este acto fallido. Lo que sí es un hecho es que, pese a todo, las encuestas siguen manteniendo la misma tendencia de las semanas anteriores a favor del “En contra” y, por tanto, habrían optado por jugarse con todo, incluso antes de tener el texto final. Siempre, la desesperación es muy mala consejera. No lo sabrán los creativos de la franja del Sí en el plebiscito que derrotó a Pinochet.