Otro elemento clave en la discusión sobre las fronteras son los imaginarios y narrativas que se recrean respecto de las realidades regionales.
Recientemente, el centro Athena Lab publicó su documento de trabajo N°25: “Actualización geopolítica de la Zona Norte de Chile. Región de Arica y Parinacota y Región de Tarapacá”. El texto ha tenido una amplia difusión y apunta a tener la misma repercusión pública. En este sentido, es necesario señalar, a la opinión pública y tomadores de decisión, las debilidades que posee este trabajo en particular y los problemas que arroja este tipo de análisis en general. Sobre todo, considerando la caracterización unidimensional que se realiza de las regiones de Arica y Parinacota y de Tarapacá.
El argumento central del documento señala que “el deterioro de la seguridad en Chile ha sido progresivo, pero con mayor intensidad en la zona norte del país”, ante el incremento de delitos de alta connotación pública, bandas criminales, precario control frente a la inmigración, entre otros factores, que evidenciarían la incapacidad del Estado de ejercer “soberanía efectiva plena”. La situación, de acuerdo a los autores de Athena Lab, sería todavía más compleja al “tratarse de un área con una topografía peculiar, donde existen importantes recursos hídricos compartidos y una frontera terrestre con dos Estados”. Asimismo, al considerarse regiones estratégicas –según se establece–, poseen “un valor geopolítico que se debe atender”. Para indagar en estas afirmaciones, el documento –según constata– se basa en el reconocimiento de la zona que realizaron cuatro personas, entrevistas a autoridades y ciudadanos (no se especifica metodología), complementado esto con un estudio geográfico y levantamiento de antecedentes bibliográficos.
Más allá de cuestiones de diagnóstico evidentes que se advierten –datos de seguridad, elementos geográficos, demográficos, etc., y las dificultades del Estado para enfrentar un escenario complejo–, el trabajo de Athena Lab asume una visión unidimensional –sesgo geopolítico reconocido extensamente en las ciencias sociales– que se sustenta en una metodología de escaso rigor científico.
En efecto, se enuncia una perspectiva geopolítica y, a partir de ello, se identifican factores que supuestamente se relacionarían y evidenciarían la debilidad estatal en la zona norte de Chile. El inconveniente de esto es que no se problematizan las dimensiones y limitaciones implícitas de la geopolítica, tampoco se contrasta con otras visiones teóricas o analíticas, y se sobredimensionan las amenazas como dadas, por su mera ubicación geográfica, sin establecer relaciones de causa y efecto. Por ejemplo, se insiste en espacios vacíos, apelando solo a la regresión demográfica, pero subestimando la sociabilidad presente de los habitantes de estas comunas y las posibilidades de la cooperación fronteriza para abordar las situaciones de inseguridad y desarrollo (por ejemplo, ver actas del último Comité de Frontera Chile – Bolivia; Arica, septiembre de 2023).
De esta manera, el documento cae en el denominado “sesgo de confirmación”, consistente en la selección de determinados hechos para afirmar las propias convicciones. Esto es reflejado y complementado, además, con conceptos tautológicos y de escaso rigor académico, como el de “soberanía efectiva”, idea propuesta por el Ejército de Chile en distintos foros y publicaciones institucionales, para instar a la mayor presencia del Estado en las zonas más alejadas del centro, pero que redunda en el rol del Estado en la frontera solo desde la dimensión seguridad, subestimando otras variables, como el desarrollo y calidad de vida de los habitantes de estas zonas.
El informe enfatiza constantemente la falta de presencia del Estado en el altiplano, omitiendo que existen hace más de una década políticas nacionales de zonas rezagadas, extremas y aisladas. Si bien estas pueden ser objeto de críticas, es importante destacar su sentido: apuntan a remediar el alicaído nivel de desarrollo humano de las poblaciones que padecen este aislamiento y/ o rezago.
Otro elemento clave en la discusión sobre las fronteras son los imaginarios y narrativas que se recrean respecto de las realidades regionales. La caracterización como una zona vacía, donde predominan los conflictos internos y externos no es nueva, y si bien se reconocen las múltiples complejidades existentes, estas no solo responden a la seguridad y la defensa, ni menos su solución pasa exclusivamente por estos sectores o por entender el Estado territorial, en tanto eje analítico, como desanclado de la realidad fronteriza. Por el contrario, es un ente complejo desagregado por escalas y en el que intervienen múltiples actores con sus respectivas valoraciones sobre la agenda fronteriza.
Quienes suscribimos esta columna hemos investigado sobre y en el Norte Grande a través de numerosos proyectos –desde diversas perspectivas teóricas, análisis empírico, levantamiento de datos, etc.–, publicado más de una treintena de trabajos en reconocidas revistas científicas nacionales e internacionales, además de divulgación, y diálogos con gobiernos subnacionales, que dan cuenta tanto de los problemas de seguridad de las regiones, sus explicaciones y consecuencias, como de los diversos elementos cooperativos binacionales, de la sociedad civil y de la paradiplomacia que ejercen los actores locales y regionales.
En ese sentido, instamos a promover un debate menos unidimensional, sobre todo cuando se tiene una alta influencia en los medios, lo cual coadyuva a la construcción de imaginarios parciales sobre múltiples complejidades, pero que debiesen ser abordadas de manera amplia y rigurosa.