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Estados Unidos se puso las pilas, pero ¿tendrá la oportunidad? Opinión

Estados Unidos se puso las pilas, pero ¿tendrá la oportunidad?

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Eduardo A. Santos Fuenzalida
Por : Eduardo A. Santos Fuenzalida Experto internacional en asuntos de comercio
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Tengo la impresión de que Estados Unidos ha respondido tardíamente a los “dilemas” y “desafíos” geopolíticos y económicos que China le plantea en América Latina.


Al término de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos había emergido como la “potencia” económica global indiscutida, con su base productiva renovada e intacta, y las manos llenas con las reservas de oro europeo. Por décadas consideró que América Latina era una región “cautiva” bajo su esfera de influencia y los que osaron desafiar su poder pagaron caro. Pero todo eso ha cambiado y vuelto a modificarse en las últimas décadas, como resultado de diversos factores. Las explicaciones son muchas, pero han influido –entre otros factores– la formación de la Unión Europea (hoy de 27 miembros), caída del Muro de Berlín, disolución de la URSS, las guerras de Corea y Vietnam en el sudeste asiático y la de los Balcanes en Europa, el conflicto en el Medio Oriente, la formación de diversos bloques comerciales y, sobre todo, la integración de China al sistema económico internacional a partir de años 70, cuando el PCCh introduce reformas en su sistema económico y se abre a la colaboración con Occidente. Hoy, China le disputa a EE.UU. su influencia geopolítica, económica y el comercio en diversas regiones del globo.

Estados Unidos tuvo una gran oportunidad de fortalecer la democracia y de contribuir al desarrollo en América Latina, pero fue vacilante frente a las justas demandas para su desarrollo democrático y económico. Permitió y en algunos casos promovió– regímenes antidemocráticos y mostró solo un tibio entusiasmo por las políticas desarrollistas e industrializadoras impulsadas en la región. De hecho, décadas atrás, cuando nuestras naciones necesitaron proteger su naciente proceso de industrialización, EE.UU. se “jugó” por la liberalización del comercio de manufacturas y el proteccionismo agrícola. 

No obstante, la Revolución cubana (y luego el Che Guevara en Bolivia) presentó un desafío mayúsculo: la posibilidad de una vía alternativa de alcanzar la independencia política y el desarrollo de América Latina. Y Estados Unidos respondió aceleradamente en la Administración de John Kennedy con la “Alianza para el Progreso”, que –entre otros aspectos– trajo algunos recursos en materia de educación, intentó promover la democracia, e introdujo la planificación económica y la reforma agraria en parte de América Latina. Pero fueron solo reformas tibias menores que no lograron promover el despegue económico y la democracia en la región.

Además, la aparición de focos de conflicto en otras regiones del globo llevó al desinterés progresivo por Latinoamérica. Al mismo tiempo, el fracaso de las políticas comerciales, impulsadas primero por el GATT y luego la OMC, llevó al “cada uno por la suya” en la región y a la proliferación de acuerdos bilaterales de liberalización del comercio. A su vez, el avance de la “globalización” bajo el fuerte impulso de las empresas transnacionales, y la formación de un polo de desarrollo y crecimiento en el Asia-Pacífico, “condujeron” las preocupaciones y el interés de EE.UU. en esa dirección. Y América Latina pasó a un plano muy secundario en la geopolítica estadounidense. Esta es una simplificación de un largo y complejo proceso, pero creo que ilustra el abandono y marginación de nuestra región, así como la ausencia de visión y de liderazgo regional. 

De esta forma, ante la ausencia de liderazgo político y económico regional, y un muy limitado genuino interés de las naciones industrializadas de apoyar un desarrollo económico sustentable e inclusivo en la región –además de nuestras propias urgencias y limitaciones–, China “se vino con todo” y hoy le disputa a los EE.UU. su influencia y el comercio regional con, además, grandes inversiones en servicios esenciales, infraestructura y recursos naturales (“China’s Growing Influence in Latin America”, Council on Foreign Relations, junio de 2023).

Así, en la última década, los flujos de comercio se movieron en favor de China, y en los últimos años –con la ayuda de la “Diplomacia COVID”– esa tendencia se acentuó, transformando a China en el principal socio comercial de la región. En el año 2022, la exportaciones e importaciones de la ALADI con China alcanzaron los $168.185 millones y $162.843 millones de dólares, respectivamente, al mismo tiempo que esas cifras con EE.UU. llegan solo a $96.599 millones y $141.054 millones de dólares (ONU – ITC; no incluye el comercio con México, muy integrado a la economía estadounidense). 

Tengo la impresión de que Estados Unidos ha respondido tardíamente a losdilemas” y “desafíosgeopolíticos y económicos que China le plantea en América Latina y no le será nada fácil “recapturar” los corazones y el “bolsillo” de países que ya parecen comprometidos con los proyectos chinos en la región, financiados y ejecutados en el marco de la Segunda Ruta de la Seda. De hecho, el “lanzamiento” oficial de la U. S. “Indo-Pacific Economic Framework for Prosperity” (mayo, 2022) y de la “Americas Partnership for Economic Prosperity” – APEP (junio, 2022) de Joe  Biden, son posteriores a la “China’s Belt and Road Initiative”, inaugurada oficialmente por Xi Jinping en 2015, seguida por la Iniciativa para el Desarrollo Global (22 de septiembre, 2021) y la Iniciativa para la Seguridad Global” (21 de abril, 2022), además de las Cumbres del “Belt and Road Initiative”, en que participaron nuestros presidentes. 

No obstante, la Administración Biden parece haber tomado conciencia de la ofensiva china y su creciente presencia en América Latina, así como los riesgos que conlleva para su influencia política y económica en nuestra y otras regiones del globo. Y, en los primeros meses de 2023, su consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, explicitó la política de relaciones económicas internacionales y –entiendo– ya entramos de lleno en la etapa de implementación. 

Muy brevemente, esta estrategia debe enfrentar cuatro “desafíos” principales: 1) erosión de la base industrial estadounidense; 2) EE.UU. deberá competir duramente para mantener su posición de liderazgo; 3) la crisis climática global y las dificultades de EE.UU. para implementar sutransición energética”; y 4) las crecientes desigualdades económicas –en EE.UU. y otros países– y el daño que ello estaría causando a las democracias.

Jake Sullivan propone que la solución a estos temas requiere un trabajo conjunto con sus socios y otras naciones “cercanas”. La estrategia debe cubrir cinco fases o etapas y el proceso debe iniciarse estableciendo una nueva base económica resiliente, mediante una estrategia industrial estadounidense moderna, pero asegurando que, en la segunda fase, sus socios cercanos no “queden atrás” y que ellos también construyan una base igualmente fuerte y resiliente. La tercera fase contempla usar formas innovadoras en materia de cooperación internacional, que sean efectivas para enfrentar los actuales desafíos, por lo que deben ir más allá de simples “acuerdos” en el ámbito comercial. La cuarta fase propone la “movilización” de nuevos recursos financieros a las economías emergentes a través de la diplomacia estadounidense. La última fase propone el desarrollo de, y la protección de tecnologías de próxima generación (El Mostrador). 

Estados Unidos aceleró el paso de su respuesta y, ahora, actúa simultáneamente en varios frentes, a medida que percibe las potencialmente complejas consecuencias del creciente control chino de fuentes de recursos naturales y minerales críticos, redes de abastecimiento e infraestructura crítica, así como de su capacidad instalada para el procesamiento de litio, semiconductores, y la producción de microprocesadores, baterías para la electromovilidad, y de otras industrias con efecto sobre sectores “críticos” de la seguridad nacional.

Para empezar, la APEP se propone trabajar en cinco frentes: 1) fortalecer las instituciones económicas y movilizar nuevas inversiones a Latinoamérica; 2) cadenas de abastecimiento resilientes; 3) actualizar los acuerdos existentes; 4) crear trabajos en energías limpias, progresar en la descarbonización y proteger la biodiversidad; y 5) promover el comercio sustentable. 

Además de su activa participación en organizaciones como APEC (U.S. 2023 APEC Outcomes, Depto. De Estado, 17 noviembre), Estados Unidos avanza en la Indo-Pacific Economic Framework for Prosperity y fortalece las relaciones bilaterales con “potencias” emergentes de la región (India); reactiva la relación con la Unión de Países Africanos; promueve iniciativas, como la “Partnership for Global Infrastructure and Investment” (movilizaría billones de dólares para el desarrollo de infraestructura física y digital), o iniciativas bilaterales con Corea, Filipinas, India, Indonesia, Japón, Taiwán y la UE en el ámbito de los microprocesadores. Esto, sin olvidar el “Global Arrangement on Steel and Aluminum” (con los países europeos, esperando pueda replicarse con otros países) y la “Mineral Security Partnership” (ya cuenta con 14 miembros) y que pocas semanas atrás se reunió con países invitados –incluyó a Brasil, no a Chile– para conversar de “inversiones responsables” en minerales críticos y fortalecer la colaboración en el área. Poco hemos conversado de todo ello, ¿no nos interesa o no nos han invitado? ¿O no hay billete?

Las cartas están sobre la mesa. Creí haber escuchado que no “tomaríamos partido” y nos jugaríamos por el multilateralismo, ¿ha sido así? Este año tuvimos la oportunidad de probar de todo un poco: 1) visita a Europa – Cumbre de la CELAC – UE (julio); 2) visita de Estado a China, participación del Presidente en la Cumbre del Belt and Road Forum, y el ChileWeeK (octubre); 3) participación en la Cumbre Americas Partnership for Economic Prosperity – APEP (noviembre); y 4) cumbre de Líderes de APEC (noviembre). Hay de todo, pero creo que gana por paliza el viaje a China. ¿Ustedes qué creen?

Y reitero mi pregunta: ¿no nos interesan las propuestas de EE.UU. y de la UE? ¿Quién o quiénes está(n) “quedando corto”? Difícil saberlo, pero sí sabemos que, en el caso de la Misión a China, “tiramos la casa por la ventana”. Sería útil tener información y poder conversar acerca de todas estas propuestas, los recursos que aportan, riesgos y posible impacto en la región. Está en juego el futuro de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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