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Espacios de protagonismo para las infancias y las juventudes Opinión

Espacios de protagonismo para las infancias y las juventudes

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Ulises Sepúlveda
Por : Ulises Sepúlveda académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado.
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Mi generación no tuvo la omnipresencia de esta tecnología durante la juventud. Si hubiera contado con un smartphone o consola en aquel entonces, tal vez me encontraría en la misma situación que muchos jóvenes de hoy.


Recientemente, asistí a una charla sobre educación digital y las cifras presentadas me alarmaron. En Chile, los estudiantes de 4° básico pasan, en promedio, 4,5 horas diarias frente a pantallas. Esta exposición constante ha desencadenado una creciente adicción a videojuegos y redes sociales entre nuestros jóvenes. Aunque estaba al tanto de esta problemática, entender su magnitud desde una perspectiva más amplia fue revelador. Esto trasciende el ámbito familiar y se convierte en un asunto de salud pública, educación y del futuro desarrollo de nuestra nación.

Mi generación no tuvo la omnipresencia de esta tecnología durante la juventud. Si hubiera contado con un smartphone o consola en aquel entonces, tal vez me encontraría en la misma situación que muchos jóvenes de hoy. Sin embargo, las circunstancias de la época eran distintas. He explorado plataformas como TikTok y, aunque reconozco su potencial adictivo, como adulto tengo la capacidad de regular mi uso, algo que los jóvenes aún están desarrollando.

Soledad Garcés, representante de la Fundación para la Convivencia Digital, enfatizó en su charla que el desafío no radica en la tecnología per se, sino en nuestra interacción con ella. Estamos condicionados por un sistema de recompensas basado en “likes”, lo que afecta nuestra percepción de la realidad. Nos enfrentamos a una pregunta crucial: ¿por qué permitimos que nuestros jóvenes se sumerjan tanto en estos estímulos digitales? Es probable que en el ámbito digital encuentren un espacio de expresión y protagonismo, algo que la sociedad actual no siempre les proporciona.

El rol de la escuela es fundamental en este contexto. A pesar de que muchos jóvenes buscan aprender fuera de ella, la educación formal sigue siendo esencial. Las instituciones educativas deben adaptarse y ofrecer experiencias más conectadas con el mundo real. Si no abordamos esta situación, corremos el riesgo de criar una generación atrapada en un “protagonismo de terrario” digital. Como sociedad, debemos reflexionar: ¿qué medidas estamos dispuestos a tomar? o ¿qué debemos hacer para que esto cambie?

Protagonismo de niños y jóvenes: deuda social, escolar y familiar

Los jóvenes son susceptibles a los estímulos digitales por diversas razones. Pero ¿por qué, como sociedad, facilitamos que se sumerjan en estos entornos virtuales? Considero que el mundo digital ofrece un lenguaje y habilidades que el mundo adulto no limita explícitamente. Esta apertura permite que los jóvenes establezcan relaciones con sus pares y desarrollen cierta especialización, independientemente de los posibles riesgos. Este fenómeno podría describirse como un “protagonismo de terrario”, donde interactúan códigos, estrés, “likes” y nociones de popularidad, capturando la atención de niños y adolescentes.

Lo que me preocupa y me motiva a profundizar es que, al observar la realidad actual, parece haber una carencia de espacios donde estos jóvenes puedan ejercer un protagonismo auténtico en nuestra sociedad. Con esto me refiero a que, tanto las familias como las escuelas y la sociedad en su conjunto, no hemos generado oportunidades significativas para que los jóvenes desempeñen roles activos y se sientan responsables y parte integral del mundo que les rodea. Esta responsabilidad abarca desde el ámbito familiar y comunitario hasta espacios educativos y sociales más amplios. Es urgente que niños y jóvenes que se encuentran atrapados en mundos virtuales y simulados tengan la oportunidad de interactuar de forma activa y constructiva con la realidad tangible.

Aunque el papel de las familias es crucial (tema que amerita su propia discusión), considero que la escuela juega un rol esencial. Actualmente, muchos de nuestros niños y jóvenes están inmersos en entornos educativos que reflejan valores y estructuras de la modernidad, donde el mundo se les muestra como algo ajeno del cual no son responsables. En estas aulas, se prioriza el contenido académico sobre lo que ellos puedan hacer con ese conocimiento, dejando en segundo plano el desarrollo de habilidades relacionadas con los desafíos de los entornos en diversas escalas.

Surgen preguntas esenciales: ¿están nuestros niños y jóvenes expuestos a experiencias sensoriales enriquecedoras?, ¿pueden reflexionar sobre fenómenos humanos y naturales que observan en su vida cotidiana?, ¿han tenido la oportunidad de visitar paisajes naturales, como glaciares o bosques, o de analizar dinámicas urbanas y normativas ambientales?, ¿se les permite desempeñar un papel activo en su entorno, experimentando, cuestionando y formando juicios?, ¿entienden cómo funcionan ciertas obras de ingeniería o los procesos físicos y químicos presentes en espacios naturales y culturales? Y más importante aún, ¿se les enseña a formar opiniones técnicas, éticas y políticas que les permitan participar activamente en sus comunidades?

La triste realidad es que, en muchos casos, la respuesta a estas preguntas es negativa. Sin embargo, no todo es desalentador. Hay jóvenes que buscan aprendizajes fuera de las aulas tradicionales, involucrándose en actividades como la agricultura urbana, la apicultura o el activismo político. Pero esto suele ser el caso de aquellos con los medios y recursos para hacerlo. Mientras tanto, la institución educativa mantiene a muchos en un ciclo perpetuo de exámenes y certificaciones, postergando su verdadero protagonismo para un “futuro” después de la educación formal. Nuestra sociedad requiere de ciudadanos activos, que no solo desempeñen roles laborales en el futuro, sino que también sean capaces de entender, evaluar y actuar en los diversos entornos que habitan.

Sin duda, es imperativo replantear nuestro enfoque en relación con las infancias y las juventudes en el contexto actual. Si seguimos sin direccionar adecuadamente la interacción entre el ámbito laboral y familiar como oportunidades reales de protagonismo para nuestros jóvenes, y si no redefinimos la escuela como un lugar de verdadero contacto con su realidad –donde los estudiantes puedan entender y actuar sobre el mundo que les rodea–, corremos el riesgo de ceder completamente su atención y energía al atractivo “protagonismo de terrario” que ofrece el universo digital. Al relegarlos meramente a roles pasivos en juegos y redes sociales, no solo les brindamos una falsa sensación de propósito, sino que, indirectamente, reafirmamos la idea de que no están listos o capacitados para la sociedad real.

El reto está ante nosotros: ¿seremos capaces como sociedad de reconocer, valorar y nutrir el potencial de nuestros jóvenes? Es fundamental garantizarles espacios en los cuales puedan asumir roles protagonistas, no como sujetos pasivos dominados por la tecnología, sino como individuos que la emplean estratégicamente para abrirse puertas y acceder a oportunidades. Este enfoque no solo reconoce su capacidad, sino que también promueve el surgimiento de ciudadanos comprometidos, aptos para navegar y contribuir en la intrincada realidad del día a día. Es un llamado a reconsiderar la educación y el papel de las infancias y las juventudes en nuestra sociedad, y a actuar en consecuencia para garantizar un futuro más prometedor para todos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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