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El crimen organizado en Ecuador y las 10 lecciones que deja para el Estado chileno ANÁLISIS Captura de pantalla

El crimen organizado en Ecuador y las 10 lecciones que deja para el Estado chileno

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Pablo Zeballos
Por : Pablo Zeballos Experto en crimen organizado, consultor internacional en materias de seguridad, autor del libro "Un virus entre sombras" (Catalonia, 2024).
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El crimen organizado ya ganó esta batalla. Las operaciones criminales contra un canal de televisión fueron solo parte de un mensaje planificado. Los criminales sabían que serían detenidos, pero no eran kamikazes. Entregarían a los rehenes y regresarían a la cárcel, su centro de mando y control.


En 2015, y por segundo año consecutivo, Ecuador fue reconocido como “el mejor lugar para vivir para extranjeros”, según la encuesta Expat Insider Survey de InterNations, Connecting Global Minds. Se consideraban factores como la alta calidad de vida, la seguridad, oportunidades de trabajo y facilidades para movilizarse internamente, destacando la amabilidad de su gente. En 2017, mantenía la tasa más baja de homicidios de América Latina, junto con Chile.

Los eventos criminales que se han registrado recientemente en Ecuador, en los que se ha demostrado la capacidad de dominación territorial y desafío al Estado por parte de grupos criminales, no son lamentablemente hechos aislados o novedosos en nuestra región.

Hace solo un año, en Culiacán, México, vimos una respuesta criminal de capacidad militar extraordinaria. Luego de la detención temporal de Ovidio Guzmán, hijo de “El Chapo” y líder de una facción del Cartel de Sinaloa, cientos de soldados del crimen organizado bloquearon todos los accesos a la ciudad con autos y camiones blindados, adaptados para llevar armamento de guerra con capacidad de destruir aviones y helicópteros en el aire. El resultado fue una treintena de personas asesinadas, múltiples secuestros de militares y policías, destrucción de cuarteles, etc., que provocaron que la capital del Estado de Sinaloa fuera tomada de rehén por el crimen organizado. Una negociación no reconocida oficialmente y con ribetes de sumisión por parte del gobierno federal liberó vergonzosamente al “Chapito” y las fuerzas paramilitares criminales de a poco fueron entregando la ciudad, no sin antes celebrar por mucho tiempo por sus calles, disparando, bebiendo, gritando y amenazando.

Estas acciones demuestran la incapacidad del Estado en orden a enfrentar una criminalidad que controla territorios y que pone en riesgo la seguridad de las personas y la estabilidad de las instituciones.

El presidente de Ecuador, Daniel Noboa, ha declarado la existencia de un conflicto armado interno en Ecuador y ha ordenado a las Fuerzas Armadas que ejecuten operaciones militares para neutralizar a los grupos criminales. En los próximos días veremos cuál será la correlación de fuerzas entre el Estado y la criminalidad. Sin embargo, lo que queda claro es que la población civil quedará atrapada en medio de este conflicto, vulnerable e intimidada.

El crimen organizado ya ganó esta batalla. Las operaciones criminales contra un canal de televisión fueron solo parte de un mensaje planificado. Los criminales sabían que serían detenidos, pero no eran kamikazes. Entregarían a los rehenes y regresarían a la cárcel, su centro de mando y control. Lo único que importaba era enviar un mensaje al país y a otros criminales.

Lo mismo ocurre con los policías penitenciarios asesinados, cuyas imágenes fueron difundidas en las redes sociales. Son parte de la estrategia de comunicación del crimen. Es probable, lamentablemente, que estos rehenes no sean liberados y pronto veamos mensajes más horribles, sangrientos y despiadados, dirigidos esta vez a policías y soldados. Como escribió Maquiavelo, “quien controla el miedo de la gente se convierte en el amo de sus almas”.

La oleada de violencia que sacude a Ecuador se precipitó por el intento del gobierno de trasladar a una cárcel de máxima seguridad con un régimen especial a líderes de las principales organizaciones criminales del país. Al menos dos de ellos, pertenecientes a las pandillas Los Choneros y Los Lobos, se fugaron con el aparente apoyo de miembros de las fuerzas penitenciarias. En esa lógica, es probable que esa cárcel de máxima seguridad también sea controlada por las estructuras criminales en poco tiempo. Como lo dijo Pablo Escobar: “Por plata o por plomo”.

En una columna anterior, escribía que hace algunos años tuve la oportunidad de entrevistar a un experimentado policía ecuatoriano sobre las emergentes oleadas criminales en el Puerto de Guayaquil, un tema que empezábamos a investigar con gran interés. Su respuesta fue: “La mejor forma de saber cómo enfrentar el crimen es entender claramente qué tipo de crimen estamos enfrentando”. En Ecuador, estos eventos iniciales escalaron hasta convertirse en la peor oleada de violencia irracional que sacude al país y que aún se mantiene. La tasa de homicidios en el país cerrará el año 2023 como la más alta de su historia.

Sin embargo, creo que Ecuador tenía al momento del inicio de su pico de violencia más claridad que nuestro país respecto a las organizaciones que enfrentaba. Estas, pandillas locales, avanzan a convertirse en estructuras más poderosas y transnacionales. Con estas acciones, su marca comienza a transarse en la bolsa de la delincuencia organizada. Por ello, se requiere atención a los vínculos que comencemos a observar en Chile con grupos ecuatorianos como Las Águilas, ÁguilasKiller, Ak47, Caballeros Oscuros, ChoneKiller, Choneros, Covicheros, Cuartel de las Feas, Cubanos, Fatales, Gánster, Kater Piler, Lagartos, Latin Kings, Lobos, Los p.27, Los Tiburones, Mafia 18, Mafia Trébol, Patrones, R7, Tiguerones, todos los cuales fueron ayer catalogados como organizaciones terroristas.

Alerta de spoiler criminal: ya hay señales en el país.

Por cierto, la situación que se vive en Ecuador puede entregar al menos 10 lecciones a la cuales deberíamos prestar atención en Chile:

Lección 1: No olvidemos nuestras cárceles. Invirtamos ahora, no solo en infraestructura, sino también en el recurso humano de Gendarmería. Trabajemos en sus mecanismos de control interno y profesionalicemos a sus funcionarios.

Lección 2: Entendamos a qué nos enfrentamos. El crimen organizado es una amenaza compleja que requiere una respuesta integral.

Lección 3: No politicemos más un tema que es de Estado. Sumémonos al esfuerzo. No se trata de ganar o perder elecciones, ni de culpar a otros. Exijamos autoridades competentes.

Lección 4: Cuidado con las medidas extremas, si no entendemos sus efectos o no estamos dispuestos a asumir sus consecuencias.

Lección 5: Todo modelo exitoso se replica. Cuidado con los efectos imitativos.

Lección 6: Nuestras autoridades deben creer de verdad lo que dicen. Es necesario que sus actos reflejen sus palabras.

Lección 7. Cuidado con la corrupción y la entrega de territorio por la falta de presencia del Estado.

Lección 8. Cuidado con nuestros puertos. Son una puerta de entrada para el crimen organizado.

Lección 9. Se requiere total apoyo, capacitación y protección a nuestros policías. Ellos son los que enfrentan diariamente esta realidad (el policía de nuestras calles, no las figuras circunstanciales políticas o institucionales). Hay que cursar las más drásticas sanciones a la corrupción o el abuso.

Lección 10. No hay que convertir a la delincuencia en símbolos, no hacer crecer su marca: al contrario de lo que creemos, su alza de estatus es un incentivo para el ingreso de nuevos miembros.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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