Tanto Alemania como Chile son países en donde el porcentaje de natalidad cae año tras año. El hecho de que Alemania tenga un índice de fecundidad inferior a 2,1 por mujer (fecundidad de reemplazo), supone que no se garantiza una pirámide de población estable.
Alemania está a punto de hacer un cambio único e histórico en su modelo de pensiones, siguiendo el ejemplo del sistema chileno de capitalización individual. Las vueltas de la vida, nosotros que anhelábamos por años parecernos a Alemania y a su modelo de Estado de bienestar, pareciera que ese país ya viene de vuelta y quiere adoptar el neoliberalismo chileno en materia de pensiones. Pues bien, el ministro de Finanzas, Christian Lindner, del Partido Democrático Libre (FDP), junto con Hubertus Heilm, ministro del trabajo, del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), promovieron hace poco el plan de “capitalización individual” como una iniciativa importante para mantener la estabilidad de los sistemas de jubilación y de sustentabilidad de la deuda pública.
Según el proyecto de ley presentado el pasado martes 5 de marzo, la administración recaudará 200 millones de dólares para invertir en los mercados de capital y utilizar los ingresos para reformar el sistema de pensiones del Estado y evitar el colapso de un anticuado modelo de reparto, que al igual que España enfrenta una crisis considerable y está al borde del colapso. De esta forma, Alemania estaría abrazando los principios de la capitalización individual y el modelo chileno, para salir de su desahuciado modelo de reparto, que –como es sabido en la literatura económica– se ha transformado en cada vez menos sustentable en el mundo actual con escasa reposición intergeneracional.
Hasta ahora, el sistema público de pensiones en Alemania se organiza mediante el llamado “Contrato entre Generaciones”, lo que significa que los empleados aportan a un fondo de pensiones que paga la pensión de los jubilados. Los empleados de hoy confían en que la próxima generación generará los fondos suficientes para su pensión cuando se jubilen. De esta forma, la próxima generación y su trabajo y sudor deberían financiar a la generación que le antecede y así sucesivamente. Aquello funcionó durante bastante tiempo, pero ahora hay un número enorme y creciente de jubilados frente a un número cada vez menor de personas que pueden sostener estas pensiones, por lo que la relación entre trabajadores y jubilados se ha finalmente invertido y la piscina de ahorros común se está agotando (por ejemplo, más personas que exigen sacar pensiones del sistema, que aquellos trabajadores que meten fondos en este).
En simple, el fondo común ya no es suficiente, o, como bien diría Javier Milei, “no hay plata”, por lo que una gran parte de las pensiones actuales ya se financian con dinero de los impuestos. En el futuro, el Gobierno planea invertir dinero (de créditos) ahora en acciones, fondos y ETF para generar ingresos para las futuras pensiones, desarrollando un sistema de inversiones privado de los ahorros al más estilo chilensis, pero se tratará de continuar, en parte, con el antiguo sistema de contrato de generación. Por ello la propuesta quiere construir un segundo pilar individual para garantizar las pensiones. Además, se está animando a las personas a ahorrar dinero para tener una mejor situación de vida para el futuro.
Ahora bien, la estrategia contempla la construcción del fondo de capital antes mencionado a través de financiamiento del gobierno federal. El nuevo instrumento alcanzará el umbral de 200 mil millones de euros en la próxima década, impulsando la transición que los gobiernos están buscando. Los beneficios de estas inversiones se utilizarán para fortalecer el sistema de pensiones, con el objetivo final de alcanzar una tasa de reemplazo del 50%.
Claramente, la urgente reforma demuestra que el gobierno alemán y su clase política se han percatado a tiempo (a diferencia de nuestra clase política) de que no pueden permitirse una profundización de la crisis que comprometería la inestabilidad social del país a largo plazo. Por otro lado, no se puede perder de vista la causa principal que motivó al país germano a realizar esta política pública: tanto Alemania como Chile son países en donde el porcentaje de natalidad cae año tras año. El hecho de que Alemania tenga un índice de fecundidad inferior a 2,1 por mujer (fecundidad de reemplazo), supone que no se garantiza una pirámide de población estable. En el caso de Chile, las cifras son más desfavorables, 1,3 hijos por mujer, lo que significa que tenemos la menor tasa de fecundidad de todo el continente sudamericano. Según las proyecciones del INE, y según la experiencia de otros países en situación similar, se espera que en Chile la fertilidad se recupere ligeramente a partir de 2029, pero no mantendrá los niveles de reemplazo generacional, es decir, los niños nacidos no podrán reemplazar a la generación de sus padres.
Hace 15 años, nuestra pirámide poblacional era casi perfecta, había un pequeño porcentaje de población adulto mayor y una base amplia de renovación generacional; hoy el mayor porcentaje de la pirámide se concentra entre los 40 y 50 años. Por lo tanto, la capacidad de mantener una población que posee mayor esperanza de vida es insostenible para cualquier sistema de reparto que se desee implementar por eficiente que sea su recaudación. Las cifras de baja natalidad son alarmantes para ambos países, pero Alemania se adelantó en vistas del impacto económico que significa una baja fecundidad y pondrá en marcha esta reforma sustancial al sistema de pensiones, valiéndose para ello de los instrumentos que ofrece el mercado para contrarrestar la crisis. A diferencia de Chile, en donde cada día pareciera que las soluciones de mercado son más odiadas y aborrecidas por nuestros gobernantes por ser “neoliberales”, Alemania da una clase de pragmatismo al abrazar, en parte, el mercado para encontrar un equilibrio en su sistema, lección que deberíamos copiar.
Este cambio único e histórico en el modelo de pensiones alemán deja en claro que ningún país desarrollado o en vías de desarrollo puede prescindir de los instrumentos del mercado para prestar ayuda en materia de pensiones, por mucho que los países desarrollados tengan la estructura financiera para surtir de pensiones a través de su buena recaudación. Esto es debido a que se llegará a un punto en que ese sistema de reparto común entrará en colapso, debido a que ningún Estado, por eficiente que sea su política distributiva, puede soportar, a largo plazo, una población cada vez más envejecida y una menor tasa de jóvenes menores de 15 años que puedan reemplazar y sostener a la nueva población no productiva.
Chile debería ver el ejemplo de Alemania como una señal importante de que el país tiene el deber de encaminar políticas públicas que no desdeñen los instrumentos de mercado, como también políticas enfocadas en revertir la baja tasa de natalidad que nuestro país ha estado experimentando en las últimas décadas: sin una tasa de natalidad estable, ni el mercado ni el Estado podrán responder de manera eficiente y tempestiva a los nuevos desafíos en materia previsional.