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El famoso choro Soria Opinión

El famoso choro Soria

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Bernardo Muñoz Aguilar
Por : Bernardo Muñoz Aguilar Antropólogo Social Universidad de Tübingen, Alemania.
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Sin dudas que el choro Soria duerme en el Senado después de 70 años de vivir de la política y para la política. 


Esta no es una crítica, sino que un pequeño homenaje a uno de los políticos más potentes que ha tenido la ciudad de Iquique y la Región de Tarapacá. La primera vez que vi al choro Soria fue en la recién inaugurada población Nueva Victoria, cuando aún era regidor. Recuerdo que mi abuela Asension Olivares Sampson, por algún motivo que no recuerdo, lo increpó o conversó con él, toda vez que mi tía Birbilia había recibido una casa ahí.

Mi segundo recuerdo es una foto que posee mi padre en el antiguo estadio municipal de Iquique, en donde se le rendía un homenaje al arquero de la Universidad de Chile e iquiqueño Manuel Astorga, jugador del Ballet Azul. Esto debió haber sido el año 1965, cuando ya Soria era alcalde de la ciudad de Iquique, habiendo recibido la alcaldía de manos de Samuel Astorga Jorquera, también un exregidor y primo lejano de mi madre. A la sazón mi padre era el arquero de la selección de futbol de Iquique.

El choro Soria no solo se destacó por sus habilidades políticas, ya que en su casa siempre se vivió la política al ser su padre, don Alejandro Soria Varas, intendente regional durante el gobierno del Presidente Salvador Allende Gossens, sino que también Jorge Soria Quiroga fue un gran waterpolista, además de ser un hijo de la educación pública al pertenecer al Liceo de Hombres de la ciudad de Iquique, donde hasta hace una década desfilaba para el 21 de mayo. 

Al igual que su padre se integró al Partido Socialista de Iquique y de inmediato destacó por su liderazgo innato, siendo también presidente del Centro de Alumnos del Liceo de Hombres de Iquique.

Político hábil y obstinado, cautivó al pueblo iquiqueño con el concepto de crecimiento de la ciudad. En términos simples, el proyecto de casas en Lobitos y el de los corredores bioceánicos que lo hicieron recorrer los países de América del Sur en diversas ocasiones, fueron parte de sus instrumentos de lucha por más de cincuenta años. El paro de las banderas negras en 1967 identificó al movimiento que aún no daba forma al sorismo, y que dio pábulo para que se creara la Zona Franca de Iquique. No dudó posteriormente, en su proselitismo político, en llamar a inscripciones para dar casas cada vez que había elecciones y en repartir cajas de alimentos entre sus leales y los que a través de dichas dádivas se integraban rápidamente al sorismo.

El desarrollo de Alto Hospicio, sin embargo, fue una gran obra del choro Soria, en el famoso proyecto de autoconstrucción. Lamentablemente, la falta de ingenieros competentes en esa época no advirtió que dichas viviendas se estaban construyendo sobre un gran exbasural, lo cual se vio agravado por fosas subterráneas de agua que contribuyeron a socavar las bases de dichas viviendas. Ya era tarde, pero los apetitos electorales habían sido satisfechos.

En el año 2006 cae en desgracia por diversas acusaciones en el ámbito judicial. Es en esa situación, en calidad de prófugo de la justicia, que me encuentro con él en Santiago y me invita a su apart hotel. Durante la conversación me hace ver su inocencia y sus ganas de volver a Iquique y al poder local. Naturalmente que me pide que lo acompañe en su próxima aventura política, ante lo cual coincidimos en que debe renovar sus equipos políticos.

Mucho antes de esto y después de haber vuelto de su relegamiento en Mulchén, recuerdo haberlo visto en su local de venta de pollos en la calle Tarapacá, el que atendía personalmente.

También debo volver a los comienzos del golpe de Estado y que lamentablemente no son buenos comentarios. Trasladado a Pisagua, la cercanía de su padre con Pinochet hizo que Jorge tuviera un tratamiento más amable en comparación con otros prisioneros de guerra. Esto me fue comentado por compañeros socialistas del partido en Iquique  y fue además tildado de egoísta con sus compañeros de sufrimiento, ya que no compartía los alimentos que le hacía llegar su familia a Pisagua.

Ya absuelto de los cargos hechos por la dictadura militar por la justicia ordinaria, Soria Quiroga vuelve a Iquique para repostularse al cargo de alcalde, usando para tales fines a varios partidos políticos. Su fin era simple, el poder, y para esto el hábito no hacía al monje y en este caso todos los vehículos servían. En el año 1992 consigue volver al poder alcaldicio, esta vez a bordo del Partido Comunista y posteriormente sería parte del Partido por la Democracia, y crearía Fuerza del Norte. 

Intentó fundar y liderar varios partidos políticos, como el de Acción Regionalista, Fuerza País, Fuerza del Norte, el MAS Región junto con el exsenador Alejandro Navarro, y también el Partido por la Integración Regional, donde el centro de la acción política giraba en torno a él.

Pero es en 2012, año en que yo residía en Iquique y cuando consigue nuevamente el poder alcaldicio, donde me pide apoyo para formular el programa de cultura de su gobierno comunal. Soria seguía rodeado de todos y todas sus adláteres y era algo que me preocupaba muchísimo.  

Accedí a formular este programa dadas mis competencias profesionales y conseguí un producto bastante avanzado. En diversas oportunidades concurrí a su domicilio en la península de Cavancha en compañía del sociólogo de la UNAP Víctor Guerrero Cossio, para presentar los avances al choro Soria.  

Pero cada vez quería algo más o algo nuevo. Cada vez volvíamos con el nuevo pedido con el profesor Guerrero Cossio y esto no le satisfacía a Soria. Hasta que un día me dijo que yo lo estaba “pichuleando”; yo le repliqué que era lo contrario, hasta que ambos nos paramos de nuestros sillones dispuestos a irnos a las manos.

En eso intervinieron Víctor y su hijo Jorge e impidieron que dicho conato llegara a mayores. Naturalmente que desde hacía mucho tiempo que la ciudad se dividía entre soristas y antisoristas y yo nunca fui sorista.  

Nunca más pensé en asesorar a Soria y me encontraba muy indignado con su falta de coherencia política y personal hacia mi propuesta de trabajo. En una ocasión en que en el barrio El Morro el exdiputado y exconvencional Hugo Gutiérrez organizó, junto a diversas organizaciones de Derechos Humanos, un homenaje al líder socialista asesinado por la dictadura de Pinochet, el geógrafo Freddy Taberna, nos encontramos junto a otras personas en el centro de la cancha del club El Morro. 

Naturalmente que nuestro saludo fue muy frío y no se extendió más allá de estrecharnos la mano y de tener que engullir un sapo al tener que saludarlo. Nunca supe más del choro Soria, a no ser por las noticias en televisión que lo mostraban durmiendo en la Sala del Senado, a contrario sensu de su programa político, cual era defender al Norte Grande en el Senado. 

Hace unas semanas me lo topé en los pasillos del segundo piso del Senado. Caminaba dificultosamente apoyado en un bastón. Hola, Jorge, le dije, ante lo cual él me preguntó: “¿Cuál es su gracia?”. Se la mencioné, pero no le sonó en su distante mente. Lo dejé seguir caminando y lo observé cómo se alejaba. Sin dudas que el choro Soria duerme en el Senado después de 70 años de vivir de la política y para la política. 

Su único heredero político, Mauricio Soria, Mauro, no consigue revivir el sorismo ni tiene la magia política de su padre, pero combate al cartel de Aragua y al migracionismo ilegal, el tráfico de drogas y trata de blancas que se produce en su comuna y otras aledañas, con fuerzas denodadas, amparadas en la Fiscalía local, las policías y el Ejército en el Plan Frontera Segura, que le permitan a la tierra de campeones superar el vacío del sorismo profundo y que se encamine al 2030 con liderazgos renovados y con sus playas, al igual que las limpiaron los funcionarios municipales del choro Soria, igual de prístinas y bellas. Avísale, choro Soria.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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