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Rehabilitar a una sociedad impotente Opinión

Rehabilitar a una sociedad impotente

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Mauro Basaure
Por : Mauro Basaure Universidad Andrés Bello. Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social
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La encuesta evidencia una ausencia dramática de los medios necesarios para encontrar respuestas a los miedos ciudadanos y transformar sus aspiraciones en realidad, tanto en términos institucionales como subjetivos.


En el reciente informe de la encuesta “Radiografía de la (Des)confianza en Chile”, del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello, se revelan aspectos inquietantes sobre la percepción ciudadana en el país. Aunque el título pone el foco en la (des)confianza, el estudio abarca otros temas críticos que directa o indirectamente muestran no solo los anhelos ciudadanos sino también cierta imposibilidad estructural para alcanzarlos.

Los datos sugieren que vivimos una sociedad impotente, incapaz de resolver problemas que los ciudadanos consideran cruciales (inseguridad por la criminalidad e inseguridad económica, fundamentalmente) o de alcanzar metas colectivas deseadas por ellos mismos (una sociedad más amable y justa).

La encuesta evidencia una ausencia dramática de los medios necesarios para encontrar respuestas a los miedos ciudadanos y transformar sus aspiraciones en realidad, tanto en términos institucionales como subjetivos.

Por una parte, la confianza y energía ciudadana es cautiva del ámbito familiar y de los afectos; es decir, existe una dramática desconfianza en el mundo extrahogareño y público en general –desde los vecinos y colegas de trabajo hasta en las instituciones políticas–. Por otra parte, hay una valoración desmedida de las estrategias individuales –para arreglárselas en un mundo social y económico percibido como hostil– que tiende a descreer de la cooperación para resolver colectivamente desafíos comunes. Ambas cosas, el familismo de la desconfianza y la estrategia individualista, parecen obstáculos insalvables, al menos por ahora.

Recuperar lo público, confiar en ello, habitarlo, creer en que no siempre la salida individual/familiar es la mejor, todo esto constituye un desafío clave y anterior a toda posibilidad de asumir desafíos comunes más concretos. Nuestra sociedad necesita rehabilitarse para poder siquiera actuar sobre sí misma, abordando sus problemas y realizando sus metas. Ello tiene relativa urgencia, pues una sociedad impotente está siempre en riesgo de sufrir crisis políticas de envergadura, ya sea por el ascenso de gobiernos antidemocráticos que ofrezcan “soluciones” o por asonadas ciudadanas sobre la ciudad que, al final del día, más empeoran que mejoran las cosas.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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