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Leer la complejidad y actuar en medio de la incertidumbre Opinión

Leer la complejidad y actuar en medio de la incertidumbre

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Rolando Garrido Quiroz
Por : Rolando Garrido Quiroz Presidente Ejecutivo de Instituto Incides. Innovación Colaborativa & Diálogo Estratégico
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Las puestas en escena de las narrativas construyen hechos y enmarcan la capacidad de acción de los actores que fijan posiciones más visibles que los intereses y necesidades subyacentes en el marco de las denominadas “constantes de la política exterior”.


Las dinámicas contingentes en Venezuela, Ucrania o la Franja de Gaza están cruzadas por fenómenos, procesos y eventos de crisis y conflictos multicausales con acumulación de energías desbordantes, amorfas y anómicas. Medios de comunicación, analistas mediáticos y políticos de pantalla han inundado a la opinión pública de simpleza dicotómica sobre asuntos de creciente complejidad e incertidumbre.

Escenas como un Presidente pronunciándose sobre el proceso electoral venezolano, en cuanto a que los resultados de la elección presidencial no le parecen creíbles; un canciller orillado por una periodista para declarar al régimen de Venezuela como dictatorial; y una vicepresidenta solicitando transparencia democrática a un régimen y Gobierno que definen como una dictadura, parece, al menos, incongruente, inconsistente y con abundancia de certezas, pero con poco juego para el día después.

El cierre de la Embajada de Chile en Venezuela, un instrumento institucional apreciado por la política exterior, para atender una crisis migratoria y de seguridad que afecta el interés nacional y las relaciones internacionales, no es algo esperado o deseado, sobre todo cuando no se planifican dialógicamente los escenarios por venir. Hablar de más cuesta caro en contextos situacionales y procesos políticos complejos de alta tensión que sobresaltan a regímenes y gobiernos a la deriva, que no precisan de más chispas o acelerantes.

La necesaria prudencia que se requiere ante situaciones delicadas y explosivas se sustituye por arremetidas de trinchera que no saben leer el ABC de la diplomacia, la atención en los detalles y las dinámicas del sistema internacional. Las vocerías comentadas responden más a un juego de turno simultáneo dilemático, pero de gatillo rápido o incontinencia verbal, que a un juego de turno consecutivo más parecido al ajedrez en lo estratégico situacional.

Las situaciones que transitan entre lo simple o lo simplificado son posibles porque el responsable principal de la política exterior toma partido en base a sus creencias sobre lo bueno y lo malo, lo falso o  verdadero, lo justo o injusto, autoprovocándose o sumergiéndose en conflictos de valores que generan de forma inapropiada, antojadiza e innecesaria, conflictos de intereses, cuestión muy estudiada por la conflictología en relación con los falsos dilemas y su impacto en la toma de decisiones que no se basan en evidencias compartidas.

Las puestas en escena de las narrativas construyen hechos y enmarcan la capacidad de acción de los actores que fijan posiciones más visibles que los intereses y necesidades subyacentes en el marco de las denominadas “constantes de la política exterior”. Creer que es más útil o legítimo fijar posiciones para públicos internos y externos, por más justas que se crean determinadas causas, sitúa dicha política detrás de una de las partes en conflicto y no como actores constructores de paz, intermediarios o terceras partes. Cultivar el tercer lado no parece ser la prioridad de la política exterior de Chile en tiempos del actual mandante.

Construir puentes antisísmicos en medio de dinámicas complejas, donde las partes en conflicto están empeñadas en dinamitarlos –ante la falsa creencia de que “ganar un conflicto” implica resolverlo– resulta vital en sociedades divididas. Es ahí donde deben facilitarse diálogos improbables, inauditos, no previstos, con la energía suficiente para promover e incentivar diálogos policromáticos y negociaciones apreciativas que atiendan, en una dimensión plausible, el espacio-tiempo de las crisis y conflictos en curso. 

Los escenarios en Venezuela, Ucrania y el Oriente Próximo exigen esfuerzos transicionales. Las transiciones hacia la democracia o hacia una paz sostenible precisan de diálogos con aquellos que se encuentran en veredas opuestas, con aquellos que son los responsables directos de las crisis y los conflictos, porque no existen los actores racionales unitarios, es decir, resulta evidente que en Venezuela no existe una única oposición, ni menos un Gobierno monolítico, tampoco lo es en Ucrania, ni que decir en el Oriente Próximo.

En el caso chileno, en plena dictadura, hubo diálogos improbables entre la dirección de la CNI y el Partido Comunista por solicitud del organismo represivo, para comunicarle a la cúpula del PC que la CNI no era responsable de los degollamientos de los tres profesionales comunistas. En otro caso, la información precisa, la comunicación directa y el diálogo improbable entre Kennedy y Kruschev hizo posible la desescalada de la crisis de los misiles en Cuba y la implementación del “teléfono rojo”, para no exponerse nuevamente a juegos de turno simultáneo altamente costosos y peligrosos frente a escenarios de guerras sin ganadores.

La ilusión pretenciosa de querer o sentir que se está en el lado correcto de la historia, llámese “el mundo libre” o en el club de las democracias inmaculadas, puede exacerbar conflictos y crisis y provocar escaladas que afectan a las personas de un territorio o turbulencias y hasta crímenes en nombre de la paz en las relaciones internacionales. 

Los políticos de trincheras no se diferencian de los medios de comunicación con líneas editoriales férreas que manejan los asuntos públicos en favor de determinadas agendas de poder. En ambos casos, no existe la posibilidad de construir puentes para el libre tránsito de la complejidad y la incertidumbre, porque en sus bodegas solo hay material para pavimentar certezas y el recto camino hacia un destino predeterminado. 

Son variadas las historias contemporáneas donde no importa tanto instaurar la democracia o una economía a favor de los intereses de la población de un país, sino que la estrategia de turno y el esfuerzo se orientan en apoderarse del petróleo o las riquezas de un territorio por intervenir o invadir. Lo propio con frenar las olas migratorias, producto de las crisis y conflictos en diversas partes del mundo, donde se erigen nuevos nacionalismos y la proclama de expulsión del nuevo bárbaro que amenaza la supuesta homogeneidad de un país. 

Resulta infructuoso para un  espectro amplio de políticos y medios de comunicación ocultar sus intereses, que detrás de su apoyo a la oposición venezolana (en su versión más de extrema derecha) se haga evidente el deseo de que pronto los inmigrantes abandonen su exilio  y retornen a su país de origen como expresión de una solución simplista dominante.

Estamos viviendo la simplificación al cuadrado de situaciones desbordantes en complejidad, si no pregúntenle a los profesores de escuelas públicas en Chile que gracias a las matrículas de inmigrantes se mantienen abiertas y los profesores que trabajan en la educación pública pueden mantener su empleo, válido como ejemplo entre diversas situaciones que hoy se sostienen en el mundo laboral, y el pago de impuestos por parte de trabajadores inmigrantes que tributan en la economía chilena o, bien, en algunos de los éxitos deportivos que Chile ha conseguido en los últimos años. Andrés Bello no fue el primero ni el último.

Leer la complejidad y actuar en medio de la incertidumbre nos hace ciudadanos más inteligentes y sensibles. De los políticos y medios de comunicación de trincheras no se puede esperar mucho, es parte de su sociabilidad restringida, convicciones y ambiciones estrechas, aunque las excepciones pueden abrir espacios de mayor diversidad y pluralismo. 

La inteligencia, inter legere, significa entre leer, relacionar una cosa con otra para comprender fenómenos interconectados. Descubrir esas interconexiones nos invita a ser más sensibles y al ejercicio de nueva ciudadanía, porque los conflictos y crisis en curso y las situaciones adversas que vendrán no son de dominio exclusivo de políticos y medios de comunicación en sus procesos resolutivos de corto alcance.  

Entreleer las crisis y conflictos como tarea compartida en nuestros metros cuadrados de ejercicio ciudadano hace abordable la complejidad y navegable la incertidumbre para personas comunes y corrientes. Mandela lo aprendió en los escasos metros cuadrados de su cárcel para gobernar a una nación dividida. Lula lo aprendió desde la acción sindical temprana sin purismos ni ortodoxia, sino que a través de diálogos improbables con Dios, el diablo y actualmente con Putin y Biden, sumando a Maduro y a Boric en su necesidad dialógica. 

De usted, lector entre líneas, depende si aprende a relacionarse con la complejidad e incertidumbre de cada día. El diálogo y la negociación para la búsqueda de soluciones ventajosas y compartidas son fuentes de energías renovables y patrimonio de la humanidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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