La ciudad no se hace a partir de pavimentos, de cierres o de cámaras de vigilancia, sino que opera por flujos, y es preciso, antes de actuar en esa zona, analizar y diagnosticar los flujos de quienes concurren a ella.
El animoso gobernador Orrego ha dispuesto una inversión de 2 mil millones de pesos para amononar el sector del Mercado Tirso de Molina, la Pérgola de las Flores, la Vega Chica, también la Vega Central y las Plazas Fray Andresito y Los Historiadores. A veces iba a pasear allí, pero es tal la mugre, la delincuencia, el camping calle, la sensación de inseguridad y extrañamiento, que ahora prefiero hacer otros paseos.
Dicen que van a pavimentar y poner cámaras de vigilancia. Mi impresión es que Orrego va a dilapidar ese dinero. Es aquella una típica zona de hundimiento urbano, de falta de planificación, de abandono, todo queda en manos del mercado, de la migración descontrolada, de las bandas delictuales y de los flujos del urbanismo salvaje.
La ciudad no se hace a partir de pavimentos, de cierres o de cámaras de vigilancia, sino que opera por flujos, y es preciso, antes de actuar en esa zona, analizar y diagnosticar los flujos de quienes concurren a ella.
Si fuese consejero de Orrego, le diría que parta por demoler el Mercado Tirso, que se hizo hace unos años para disimular el estropicio que dejaban las entradas y salidas de la Costanera Norte, en realidad allí que hay poco vecindario y pobre y están cerca además la Vega y la Vega Chica era demencial inventarse otro mercado. Lo que salió de todo ello es un espacio de comercio migrante de baja o muy baja calidad, el segundo piso de restaurantes es oscuro y desconozco sus estándares de higiene, y en las inmediaciones se han instalado el crimen organizado, la droga y los balazos. Las floristas de la Pérgola están al frente hundidas en la sombra, no se las ve felices.
Poco más allá está la Piscina de la Universidad de Chile, obra ibañista del gran Luciano Kulczewski, degradada hasta lo que más puede degradarse y grafitearse y ensuciarse una gran obra arquitectónica. La verdad es que jamás ha logrado integrarse esa piscina al paño urbano, está entre barrios en lo que ha sido siempre una zona conflictiva. El padre Hurtado se preocupó en su tiempo de aquello cuando era un nido de niños vagos. Yo esa piscina la demolería y la haría de nuevo en Ñuñoa, en un barrio que ofrezca unas mínimas seguridades de calidad del espacio público.
Los flujos migrantes, que son ahora los más potentes de ese paño, provienen del capricho de grandes potencias que intervienen o invaden otros países, generando migraciones que son bienvenidas por el sistema económico, ya que los neoliberales buscan mano de obra barata y ojalá desesperada, sin derechos de ninguna especie según lo escribió una vez Milton Friedman, aparte de que el credo imperante es individualista, no cree en las tribus ni en las comunidades y por eso es partidario de mezclar orígenes étnicos, culturas, religiones, lo que es muy pintoresco, pero genera lo que estamos viviendo en Santiago, flujos avasalladores, desorientación, crimen organizado, vendedores ambulantes, casas ocupadas, narcotráfico, amplias zonas de inseguridad. La gente tiene que organizarse, vivir de algo, y cada cual emprende y sobrevive a su manera.
El dinero fuerte de las obras públicas se ha usado hasta ahora en ese sector según el modelo privatista, es decir, para financiar las autopistas subterráneas, lo que no le aportó nada al barrio, al revés. La parcelación del financiamiento urbano en la ciudad de Santiago hace que Recoleta carezca de los medios para enfrentar los problemas que le caen encima, entre ellos, lo que ocurre en la Vega Central, que es todo un tema.
Orrego va a pavimentar y pintar, pondrá cámaras de vigilancia, pero no se le ve destino a esta intervención, salvo que se dirá después que Orrego tuvo buen corazón e hizo lo posible. La degradación urbana de ese sector derrama hacia el centro, causando serias perturbaciones en la zona que va hasta la Plaza de Armas, es el drama de Santiago Centro, cuyos problemas le vienen casi todos de fuera. Ir a la Estación Mapocho es hoy para valientes. Esa estación debería volver a ser estación de tren, eso le daría un uso más consistente.
Bueno, para qué seguir, ojalá me equivoque y todo salga regio y yo pueda volver a pasear por allí con mi nieto menor. Hay que seguir interviniendo y bombardeando países. Nosotros vamos por Ucrania, creo.