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Ley Karin: ¿por qué tanto miedo? Opinión

Ley Karin: ¿por qué tanto miedo?

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La Ley Karin ha venido a visibilizar algo que, como sociedad, no hemos querido ver ni apreciar.


El 1 de septiembre se cumple 1 mes desde que entró en vigor la Ley Karin, cuyo nombre recuerda el caso de una trabajadora de la salud que se suicidó como consecuencia de una situación de acoso laboral. Según la ministra del Trabajo, Jeannette Jara, ha habido un importante aumento de las denuncias de acoso laboral y sexual, especialmente en el sector privado. Esto se ha traducido en la necesidad de fortalecer la Dirección del Trabajo y el desarrollo de un Tercer Tribunal Laboral en la Región Metropolitana.

Los agoreros han visto confirmados en este incremento sus presagios más pesimistas: que la ley es antiempresa, que ya no se podrá contratar mujeres, que instauró una caza de brujas, y un largo etc.

Sin embargo, el incremento de las denuncias no necesariamente es una mala señal, sino por el contrario, puede ser algo bueno. Tal como el dolor, es síntoma de que algo no funciona bien en nuestro cuerpo, el incremento de las denuncias de acoso laboral, sexual y violencia laboral son síntomas de que algo no está funcionando bien en los espacios de trabajo, y que, para mejorar, debemos hacernos cargo de este malestar. 

Si los ambientes laborales fueran espacios seguros, democráticos y libres de maltrato, claramente no habría un incremento sustancial de denuncias. Sin embargo, el trabajo en Chile se caracteriza por ambientes inequitativos, jerárquicos, donde existen asimetrías en la distribución de poder y autoridad, en los que se experiencian grandes arbitrariedades en la distribución de recursos, donde las recompensas y las posibilidades de crecimiento se dispensan por amiguismos y, en general, un conjunto de condiciones que son caldo de cultivo para el acoso sexual y laboral.

He aquí el mérito de la Ley Karin: la visibilización de una cultura laboral autoritaria, donde la justicia no es igual para todos(as) y la distribución del poder y autoridad social es muy inequitativa. La investigación social es clara en confirmar que el principal elemento que gatilla el acoso sexual y laboral es la desproporcionada desigualdad en la distribución de poder al interior de las organizaciones. 

La Ley Karin ha venido a visibilizar algo que, como sociedad, no hemos querido ver ni apreciar. Que la democracia nunca llegó a los lugares de trabajo, donde en muchos lugares se vive a diario la más terrible de las tiranías. Según datos de la Asociación Chilena de Seguridad, alrededor del 55% de las enfermedades mentales tiene su origen en el acoso laboral. Sin embargo, este tema sigue siendo un tabú en nuestra sociedad. Sentimos miedo a hablar de ello, puesto que, hasta ahora, el problema de la salud mental ha tendido a atribuirse al individuo y sus rasgos de personalidad, quien por lo demás debe hacerse responsable de su mejora y cuidado por sí mismo. 

Para responder la pregunta de esta columna. La Ley Karin nos ha removido y muchos sienten miedo, puesto que esta nos ha obligado ver que la cultura laboral chilena no es lo que nosotros creíamos que era: una cultura democrática, de méritos, de apoyo social, de camaradería y solidaridad.

La Ley Karin ha visibilizado que nuestra cultura laboral es injusta, hiperjerarquizada, autoritaria, discriminatoria, arbitraria y sexista, donde en muchos lugares el maltrato es la tónica del día. Y, por cierto, esto causa bastante temor, porque llevar al consciente la oscuridad no es algo grato. Sin embargo, las denuncias son un buen síntoma. Estamos por fin como sociedad enfrentando la oscuridad de los lugares de trabajo. Y este es, a nuestro parecer, el gran mérito de la Ley Karin.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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