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El Mostrador y su tiempo Opinión

El Mostrador y su tiempo

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Me ha llegado a indignar el tratamiento de ciertas noticias, pero esa indignación es saludable, activa el ejercicio de ser crítico. Cuando he leído en Google la ideología de El Mostrador, me he sentido consolado, dice escuetamente: pluralista. Por este atributo han luchado generaciones enteras.


La primera edición del diario El Mostrador apareció el 1 de marzo del año 2000. La publicación había prolongado por dos meses su marcha blanca: era una aventura por un territorio, el digital, todavía poco transitado. Los impulsores del proyecto respondían a un desafío propio de la época: el lanzamiento de un medio virtual de actualización a lo menos diaria. Sin soporte de papel en su edición, con mínima oficina, con celulares y pantallas como herramientas de trabajo, aquella experiencia era la imagen misma de la nueva estirpe de periódicos que se estaba perfilando. Se aprovechaban las ventajas de las emergentes tecnologías.

Si por algún efecto mágico, pudiésemos retrotraernos a la fecha inaugural de la publicación, cobraríamos conciencia de lo radicalmente que han cambiado nuestro mundo y nuestras vidas. Estos veinticinco años no solo han transformado la historia en sus realidades e inquietudes, sino que además nos han permitido habitar un nuevo campo digital: el ciberespacio. Vivimos en él, nos comunicamos por él, viajamos virtualmente a través de él. El ciberespacio es nuestro nuevo hogar en que cibervivimos.

Para el año 2000 ya había prendido con fuerza la primera revolución digital. Pero la que se desplegó en la década posterior (de 2000 a 2010), ha sobrepasado cualquier medida. La irrupción de las redes sociales, de las diversas máquinas inteligentes, de las innumerables aplicaciones amplió desmesuradamente el sistema en que nos movemos. Por otra parte, el uso de algoritmos y de la IA nos prestan ayuda a través de la herencia de todo lo acumulado en mundos pretéritos.

Lo confieso: la primera visita mañanera a mi computadora es para conocer cada día el título de cabecera de El Mostrador. Es una rutina con que comienzo estimulado la jornada. Después paso a las ediciones digitales de El País y Le Monde, a pesar del rumor malicioso que circula de que El País se ha derechizado, lo mismo que Le Monde y no digamos nada del propio El Mostrador.

Es cierto que estos diarios me han llegado a indignar por su tratamiento de ciertas noticias. Pero esa indignación es saludable, activa el ejercicio de ser crítico, es decir, de ser libre. Cuando he leído en Google cuál es la ideología política de El Mostrador, me he sentido consolado. Dice escuetamente: pluralista. Por ese atributo que ahora es un lugar común, han luchado generaciones enteras. El Mostrador es un beneficiario más de ese legado que me hace resucitar cada mañana. Pero el pluralismo, como la democracia y otros valores, siempre se encuentran en peligro. Libertas capitur, la libertad no se regala, se conquista.

Cuando comenzó la tradición del gran periodismo liberal en el siglo XIX, se decidió que información y opinión durmiesen en camas estrictamente separadas. Había que evitar las tentaciones de su excesiva cercanía. Se buscaba un periodismo sin imposiciones ni ortodoxias, un lugar donde se cultivara la oportunidad razonable del debate, donde los hechos fuesen hechos y las opiniones, opiniones. Ese es el periodismo a que se ha adscrito, según creo, El Mostrador durante esta travesía de veinticinco años. Y entre logros y aflicciones la publicación está más viva que nunca.

En un día de celebración como este, es preciso mirar hacia el futuro. El futuro, valga la paradoja, está cada vez más lleno de presente y, sin embargo, nos aparece cada día más inescrutable. Hace veinticinco años, nadie hubiese presagiado que estaríamos en los enredos tecnológicos y políticos adonde hemos llegado. Ahora solo podemos apostar por nuestros actuales valores que tengan rostro deseable de futuro: ampliar amistades, pluralizar discursos,  tratar con mimo nuestro planeta. Y también proyectarnos para que quizás en otros veinticinco años algunos de ustedes celebren el medio siglo de existencia y consideren que tantos esfuerzos merecieron sobradamente la pena.

Mañana mi primera preocupación será consultar, como siempre, los titulares de El Mostrador que nos ha unido en esta extensa amistad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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