Crecer y crecer. Eso escucharán en los siguientes debates entre candidatos a cargos políticos. Pero no te contentes solo con ese objetivo.
Hace un par de meses me invitaron al after office de un emprendimiento. Estaban todos los trabajadores de la empresa: los gerentes de las distintas áreas, abogados, ingenieros, programadores, los encargados del servicio al cliente, operadores. Y en ese evento escuché una frase que me hizo reflexionar profundamente.
Entre bromas, a cada uno de los presentes les preguntaban por su situación amorosa. Y uno de los operadores dijo: “Yo no tengo la cabeza en las relaciones amorosas. Yo solo quiero progresar. Y me levanto todos los días a trabajar para lograrlo”.
“Yo solo quiero progresar”. Probablemente ese es el anhelo de millones de chilenos, pero ¡qué difícil es progresar en un país sin crecimiento económico! ¡Qué difícil es acceder a mejores oportunidades laborales si no se crean empleos de calidad!
La buena noticia es que la importancia del crecimiento volvió a instalarse en el centro del debate público en el último año. Incluso el actual Gobierno, que no nombraba el crecimiento entre las prioridades de su programa, hizo un cambio de discurso y dice que hoy es uno de sus principales objetivos.
En este nuevo ciclo de elecciones, van a abundar candidatos afirmando que es imperativo que Chile vuelva a crecer. Pero lo que seguramente va a escasear son candidatos que presenten propuestas concretas para que esto ocurra.
En esta columna nombraré una medida para deshacer una traba regulatoria que permitirá generar empleos e ingresos para los chilenos. Esta traba está en nuestro Código Laboral: nuestro sistema de indemnización por despido.
Exigir al empleador pagar altos montos al despedir rigidiza nuestro mercado laboral e impide que más personas puedan acceder a él. Esto se da por varias razones.
Primero, altos costos de despido se traducen en altos costos de contratación, pues los empleadores al momento de ofrecer un trabajo anticipan estos eventuales costos. Segundo, los mismos trabajadores tienen menos incentivos de cambiarse voluntariamente a empresas más compatibles con sus habilidades y preferencias, ya que solo reciben la indemnización si son despedidos. Y tercero, pagar altos montos al despedir agudiza el principal problema que enfrentan los emprendimientos en crecimiento: la caja.
Si un emprendimiento está pasando por un momento de estrechez, despedir para poder reestructurar su organización se le hace muy difícil y, si lo logra, está obligado a desembolsar una gran suma de liquidez que podría dejarlo al borde del temido “quiebre de caja”.
Por lo tanto, tener elevadas indemnizaciones por despidos puede afectar negativamente la creación de empleos. De hecho, una comparación internacional muestra que, mientras más alto es el monto de indemnización por despido, menos son las personas con empleos protegidos por ella.
Dentro de la OECD, Chile es el país que entrega la mayor indemnización por despido, pero también el país que se la entrega a un menor número de trabajadores. Solo un 31% de los chilenos en edad de trabajar tiene un contrato protegido por la indemnización de despido.
Rediseñar la indemnización con montos que converjan a los niveles de la OECD y hacerla a todo evento a través de un fortalecimiento del Seguro de Cesantía, facilitaría el crecimiento de los emprendimientos, que son los que más sufren con esta regulación, y permitiría que más chilenos puedan acceder a empleos con seguridad social.
Además, los empleados se sentirían más libre de cambiarse de trabajo y facilitaría la relocalización de trabajadores desde empresas de baja hacia alta productividad, mejorando el desempeño de toda la economía, incluyendo mejores sueldos. Hay que señalar que este rediseño solo debe aplicarse a los nuevos contratos, respetando las indemnizaciones acumuladas actuales.
Crecer y crecer. Eso escucharán en los siguientes debates entre candidatos a cargos políticos. Pero no te contentes solo con ese objetivo. Exige a tus candidatos medidas concretas, no solo promesas. Aquí te nombré una, pero hay muchos otros cambios que se pueden hacer para destrabar nuestra economía, como un mayor dinamismo en la entrega de concesiones de recursos naturales, disminuir las incertezas regulatorias en la aprobación de permisos para invertir, mejorar la calidad del gasto público y muchas más. Lo lindo de la democracia es que, a través de nuestro voto, podemos exigir que se implementen estos cambios.
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