El Medio Oriente sigue siendo una caja llena de sorpresas en cuanto a cómo y cuando las acciones en un lado repercuten en otro. Lo que no es ninguna sorpresa sin embargo, es que se profundiza la posibilidad de un conflicto mayor en su seno.
Como era de prever, la campaña de Israel contra el Líbano está generando movimientos en el vecindario y más allá. Por estos días, una de las facciones rebeldes en Siria lanzó una exitosa ofensiva, penetrando por primera vez en Alepo desde el 2016 y apoderándose de buena parte de la ciudad. Esta es la segunda ciudad de Siria y, en 2012, los rebeldes la capturaron en parte. En los años siguientes el régimen de Bashar Al Assad estuvo a punto de capitular ante el embate opositor. Se salvó por la intervención de las fuerzas rusas, las cuales en 2016 lanzaron una cruenta ofensiva para recuperar la ciudad, lo que tuvo éxito y la dejó en manos gubernamentales hasta estos días. La batalla de Alepo en 2016 representó un punto de inflexión que le permitió a Assad mantenerse en el poder, controlando alrededor del 70% del territorio del país. Sin embargo, la guerra civil en Siria nunca ha cesado y se estima que han perecido al menos medio millón de personas y otros siete millones han tenido que emigrar, causando efectos sociales y políticos hasta en Europa.
Desde la intervención rusa en 2016 y la consolidación del régimen, la guerra bajó en intensidad y hubo pocos cambios sustantivos en el control territorial, hasta hace unos días. El 30% del país que no está en manos gubernamentales se reparte entre varias milicias islámicas, los kurdos (en cuya zona Estados Unidos tiene casi un millar de hombres para evitar el resurgimiento del Estado Islámico) y Turquía (además de Israel que controla los Altos del Golán desde 1967).
¿Qué gatilló esta ofensiva y qué podría implicar?
Sin duda que las operaciones israelíes contra Hezbolá en el Líbano han asestado un golpe al dictador sirio. Hezbolá, los iraníes y los rusos fueron esenciales para revertir su inminente derrota en la primera mitad de la guerra civil y para mantenerlo en el poder. En el caso de la milicia libanesa, esta combatió codo a codo con las fuerzas gubernamentales, pagando un alto precio de sangre, pero al mismo tiempo aumentando su capacidad y experiencia bélica en función de dicha participación. Mientras Hezbolá ponía a los contingentes en el terreno, los iraníes contribuyeron con armas, entrenamiento y recursos. Los rusos por su parte intervinieron principalmente con apoyo aéreo, además de inteligencia.
El ataque a Hezbolá entonces debilitó a un aliado estratégico del gobierno sirio. Los bombardeos israelíes se extendieron también a Siria, atacando depósitos de armas y bases, incluyendo a instalaciones en Alepo. Ambos factores fueron aprovechados por una de las facciones rebeldes para montar una ofensiva sorpresa, entrando por estos días en esa ciudad. Aunque habrá que ver si podrán sostener su avance ante una contraofensiva gubernamental, sin duda que ha sido un golpe de efecto que podría estimular a otras fuerzas a escalar sus ataques contra el régimen. Y si el gobierno no logra expulsarlos de la ciudad y sus alrededores, entonces dará una importante señal de debilidad que fomentará las acciones en su contra.
Quienes capturaron Alepo son apoyados por Turquía, la cual a su vez controla el territorio adyacente a su frontera. Un riesgo de esta escalada es que Rusia tenga una vez más que acudir al auxilio de Assad, pero esta vez con la renovada posibilidad de que potencias externas se enfrenten. Rusia tiene su única base naval en el Mediterráneo en Siria y su presencia en ese país ha apalancado su posición en la región. Ya hace algunos años hubo fuego directo entre turcos y rusos, lo que podría repetirse. La diferencia es que ahora los rusos están destinando todas sus energías en la guerra contra Ucrania cuya victoria vislumbran como cercana, y no estarían preparados para un esfuerzo importante en otro frente. Eso podría alentar a los turcos y sus aliados sirios para sostener la presión contra el régimen de Assad, aún cuando los rusos le aseguren su apoyo.
La tregua recién suscrita entre Israel y Hezbolá, incluso si se mantuviera, no implicará que esta milicia pueda acudir en el corto plazo en ayuda de Assad. Ha quedado demasiado vapuleada para cualquier apoyo significativo, siendo su prioridad recuperarse. En el caso de los iraníes tampoco estarían en condiciones de involucrarse más, porque tendrían que mandar tropas y eso, además de las dificultades logísticas, sería visto como una escalada intolerable por muchos, incluyendo a Estados Unidos e Israel.
En consecuencia, podríamos estar entrando en una nueva fase en la guerra civil Siria, con un régimen debilitado, que podría ceder más territorio o derechamente sucumbir. Esta reactivación sin duda que seguirá acompañada de la interferencia extranjera, la misma que ha exacerbado los efectos del conflicto y que ha permitido su prolongación en un statu quo que es el escenario menos malo para todas las potencias detrás del conflicto.
La acción israelí, con su efecto dominó, sería el detonante de esta nueva dinámica que vuelve a avivar los fuegos de guerra en la región. Si bien Israel siempre ha procurado mantener a Siria relativamente debilitada considerando la histórica amenaza que representa en su frontera norte, una implosión del país es potencialmente mucho más peligrosa para su seguridad. Por eso tampoco es descartable que, si las milicias islámicas progresan sustancialmente, el gobierno hebreo tome cartas en el asuntos interviniendo en su contra.
Estados Unidos que se retiró de casi todo el Medio Oriente, podría también volver a ser arrastrado en uno de sus conflictos, para evitar una reedición de un régimen semejante al Estado Islámico.
Hasta Ucrania podría tener interés en la reactivación de la guerra civil en Siria, en momentos en que está atravesando un complejo cuadro con la imposibilidad de revertir el avance ruso en casi todo el frente. Si esta nueva fase no significara una importante desviación de recursos militares rusos, al menos el retroceso de sus aliados implicará una erosión del poder e imagen de Rusia, lo que en algo podría favorecer a los ucranianos. A estas alturas todo suma.
El Medio Oriente sigue siendo una caja llena de sorpresas en cuanto a cómo y cuando las acciones en un lado repercuten en otro. Lo que no es ninguna sorpresa sin embargo, es que se profundiza la posibilidad de un conflicto mayor en su seno.
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