Así las cosas, el error político de Evelyn, de poner todas las fichas en una sola canasta, y la derrota de la derecha en regiones emblemáticas, evidenciaron que en política no por mucho madrugar amanece más temprano.
Cuesta entender que a un conglomerado con tres partidos, decenas de personas dedicadas por décadas a vivir en y de la política –y participar en muchas elecciones–, además de un número importante de asesores, no se les haya ocurrido una peor puesta en escena que la que tuvieron el domingo 24, una vez conocidos los resultados del Gobierno Regional políticamente más simbólico del país.
¿Quién les aconsejó a los presidentes de los partidos de Chile Vamos, y a su abanderada, Evelyn Matthei, subirse al estrado en que Francisco Orrego festinaba, completamente ajeno a lo que estaba ocurriendo, como disfrutando de una fiesta en que estaba solo, para quedar asociados a la peor imagen que puede tener un político: la derrota?
¿Por qué no hicieron el punto de prensa para evaluar los resultados en un lugar neutral, que les permitiera proyectar una mirada más panorámica del proceso –llevaban candidatos en diez regiones–, en vez de poner todas las fichas en Francisco Orrego? ¿Error de principiantes para un grupo tan experimentado o exceso de confianza? Todo indica lo segundo.
El triunfo de Claudio Orrego era completamente predecible –se habían conocido las semanas previas varios sondeos que apuntaban a una distancia holgada–, salvo, por lo visto, para los integrantes de RN, la UDI y Evópoli. El error comunicacional solo se puede explicar por la excesiva confianza que tenían con el personaje televisivo, pensando que sería capaz de revertir una tendencia que ya había quedado expresada en la primera vuelta. De lo contrario, no se entiende el error.
De ahí que la frase de la alcaldesa de Providencia: “Que ustedes (la prensa) hayan pensado que efectivamente podía ganar, ya es darle mucho crédito a Pancho”, parece que correspondía más bien a su propia fe en el mediático y polémico candidato que a las proyecciones de los medios.
También cuesta entender que nadie fuera capaz de alertar y/o convencer a Evelyn Matthei, o a su entorno, que la cercanía excesiva con un personaje como Francisco Orrego era un riesgo para su propia imagen y posicionamiento.
Fue tanto lo que ella se jugó por el abogado, que en un momento pareció ser su jefa de campaña. De hecho, se le vio muy poco en las otras regiones en que iban candidatos del pacto, incluso en la cercana Región de Valparaíso, donde la exsecretaria general de su partido buscaba derrotar a Mundaca.
En círculos de la UDI, hay voces que han tratado de explicar que la conducta de Evelyn se debió al objetivo de mantener a raya al díscolo candidato, algo que tampoco se cumplió. De hecho, Orrego se subió al escenario dejando atrás la incómoda camisa blanca, chaqueta formal y la corbata que los asesores del partido le obligaron a usar al candidato en el tramo final de la campaña. El panelista de “Sin Filtros” dijo: “La guayabera llegó para quedarse”, dejando en claro que a él nadie lo va a pautear.
Paradójicamente, Evelyn terminó por alimentar a quien podría ser su rival en las primarias del sector, algo que hasta hace un mes era algo improbable –se entendía que ella sería la representante de Chile Vamos–, ya que poselección Renovación Nacional anunció que levantará a un candidato de su partido, que de acuerdo con Carlos Larraín –el financista de la colectividad– debería ser el propio Francisco Orrego. Nadie sabe para quién trabaja.
Y si hasta hace poco la derecha estaba convencida de que tenía el camino despejado para que Evelyn llegara a La Moneda –tanto en la interna de Chile Vamos cómo respecto de un oficialismo que ni siquiera tiene candidato para 2025–, el paso en falso develó que la estrategia de iniciar la campaña con tanta anticipación acarrea riesgos.
Además del desgaste que implica sostener una campaña por casi dos años, la alcaldesa quedó expuesta a que la ciudadanía la asociará a los resultados electorales y, de aquí en adelante, también lo estará a los vaivenes que tendrá el sector con lo que se avecina en el caso Hermosilla, que –de acuerdo con la información que circula– pasaría a uno de los íconos de la UDI, Andrés Chadwick, a calidad de formalizado en uno de los casos por los que se le investiga.
Pero, además, en la misma semana, un canal de TV reveló los alcances del contrato del exfiscal Manuel Guerra con el municipio de Providencia. De acuerdo con el medio –que citó una investigación de la Contraloría–, los servicios del cuestionado exfiscal corresponderían a un copy paste de artículos legales sin ningún tipo de aplicación concreta para ese municipio, precisamente en un área en que Guerra tenía poco que mostrar: probidad y anticorrupción.
El abogado fue contratado pocos meses después de haber bajado los cargos a Delano y Lavín por el caso Penta y luego condenarlos a clases de ética. A todas luces, dejó entrever el señalado medio, el contrato fue una evidente vuelta de mano por el favor otorgado a dos militantes de la UDI, conocidos por ser financistas del partido.
Así las cosas, el error político de Evelyn, de poner todas las fichas en una sola canasta, y la derrota de la derecha en regiones emblemáticas, evidenciaron que en política no por mucho madrugar amanece más temprano. Solo basta recordar que exactamente en esta misma fecha en 2020, es decir, a un año de la elección presidencial, la encuesta Cadem mostraba a la dupla Joaquín Lavín y Daniel Jadue liderando a gran distancia la carrera a La Moneda. Muy atrás estaba José Antonio Kast, y Boric ni siquiera aparecía en el sondeo.
Claro que el pecado de exceso de confianza –ese de darse por ganador antes de tiempo– no es la primera vez que ocurre en Chile, si no, pregúntenle a Ricardo Lagos en la primera vuelta presidencial del 12 de diciembre de 1999.
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