Ausentismo en el sector público: la trampa de las cifras
El problema es que, para muchos, el trabajo ha dejado de ser una fuente de propósito y satisfacción. En este contexto, el ausentismo surge como respuesta lógica ante la falta de apoyo, reconocimiento o sentido de pertenencia.
Nos estamos equivocando al hablar del ausentismo laboral en el sector público. Mientras las cifras nos alarman —31,8 días de ausencias promedio por funcionario al año— y las soluciones parecen centrarse en controles e incentivos, el verdadero problema sigue sin resolverse. Reducir los días de ausencia puede parecer un objetivo lógico, pero enfocarnos solo en eso es como tapar una fisura en la pared mientras ignoramos el daño estructural que la causa.
La falta de recursos en sectores críticos como salud y educación, sumada a señales negativas desde las autoridades, como la baja asistencia en votaciones parlamentarias, ha creado un ambiente donde la inasistencia no solo es comprensible, sino que también se ha convertido en una norma. Este entorno ha debilitado el sentido de propósito de los trabajadores del sector público. Si el mensaje que reciben es que su trabajo no tendrá el impacto previsto o que sus esfuerzos no se valoran, no es difícil entender por qué terminan desconectándose.
El problema es que, para muchos, el trabajo ha dejado de ser una fuente de propósito y satisfacción. En este contexto, el ausentismo surge como respuesta lógica ante la falta de apoyo, reconocimiento o sentido de pertenencia. Reducir el ausentismo con incentivos puede parecer una solución, pero no fomenta el compromiso ni motiva a las personas. Las ausencias bajan, pero la desconexión sigue. Esta desconexión no solo afecta a quienes se ausentan, sino que crece cuando las autoridades no lideran con el ejemplo y fomentan una cultura en la que faltar es aceptable y cuestionarlo no lo es. Así, se perpetúa un círculo vicioso que ni los incentivos ni los controles logran romper.
Mientras sigamos atrapados en la obsesión por los números, estaremos ignorando las verdaderas causas que limitan el aporte del sector público al bienestar de nuestra sociedad. Es como intentar curar a un enfermo bajándole la fiebre sin tratar la infección que la causa. Los incentivos y controles pueden reducir las ausencias, pero no abordarán el problema subyacente: la desconexión, la falta de propósito y el ambiente laboral que desmotiva. Lo urgente no es solo reducir días de ausencia, sino transformar las condiciones que han llevado a tantos trabajadores a querer ausentarse. Esto significa ofrecer recursos suficientes, reconocer los esfuerzos y, sobre todo, liderar con claridad y propósito. Las personas quieren sentirse parte de algo importante, y ese debería ser el mensaje que reciban desde las más altas esferas del sector público.
Para enfrentar este desafío, es crucial ir más allá de un enfoque limitado. Si bien el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Economía tienen razones válidas para preocuparse por el ausentismo debido a sus implicaciones en el presupuesto y la productividad, sería miope abordar este problema exclusivamente desde esa perspectiva. No podemos limitarnos a escuchar solo a economistas; necesitamos incorporar a especialistas de diversas áreas, como antropólogos, psicólogos, sociólogos y expertos en comportamiento organizacional. Solo con una mirada multidisciplinaria podremos hacer un diagnóstico sobre las dinámicas que están en juego y diseñar soluciones integrales que no solo reduzcan las ausencias, sino que también fortalezcan el compromiso y la motivación de los trabajadores públicos. Enfocarnos en mejorar la productividad del sector público no solo beneficia a sus trabajadores, sino a toda la sociedad.
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