Pensiones: ganadores, derrotados y proyecciones en un año electoral
Una derecha tensionada y un oficialismo que vuelve a respirar. Este momento debería aprovecharlo Chile Vamos. La política de los acuerdos es bien vista por los ciudadanos y los efectos de la reforma comenzarán a verse en el corto plazo. Tienen que levantar un relato que deje más aislados a los KaKa.
La tercera fue la vencida. Después de los intentos fallidos de Bachelet y Piñera, nada hacía prever que fuera posible lograr la anhelada reforma, considerando que el Gobierno no tiene mayoría en el Congreso, la fuerte campaña de las AFP y, por supuesto, la dura resistencia de “las derechas” a ceder un centímetro en que el aumento de 6 % de cotización adicional -lo único claro desde Bachelet hacia adelante- fuera íntegro a capitalización individual, y del PC y el Frente Amplio de eliminar las AFP e incorporar un ente estatal al sistema.
Por supuesto, ni el oficialismo ni la oposición lograron el botín completo, pero lo importante, lo trascendente, es que se logró un acuerdo que permite dar un salto estructural respecto del sistema que teníamos vigente desde 1981, y que en solo seis meses tendremos a los primeros adultos mayores recibiendo $ 250.000 de PGU, las pensiones irán aumentando gradualmente (entre un 14 % y 35 %), disminuirá la injusta brecha de género y las administradoras de los fondos tendrán mucho más control. Como diría Michelle Bachelet -parafraseando a Pablo Milanés en el proceso constitucional II-: “No es perfecta, mas se acerca a lo que siempre soñé”.
Pero más allá del logro y del beneficio indudable para los chilenos -pese a la sentencia amarga de los republicanos de que “es una pésima noticia para Chile”-, hacía mucho tiempo que el país necesitaba una señal de unidad transversal para hacerse cargo de un problema real arrastrado por décadas. Especialmente, después del estallido social y del bochornoso doble intento fracasado de cambiar la Constitución -pese a que el 89 % estaba de acuerdo con ello- que proyectó a un país dividido, polarizado, en el que unos le negaban la sal y el agua a otros y viceversa. De ahí el valor de este acuerdo. La clase política, especialmente nuestros parlamentarios, estaba en deuda con Chile; por algo el Congreso ocupa el último lugar entre las instituciones en que la gente confía. Bueno, un logro de casi todos, ya que hubo un grupo de partidos y de líderes políticos que boicotearon el proyecto hasta el final y que se excluyeron del acuerdo. Cada uno deberá ahora asumir las consecuencias de su postura, especialmente en un año electoral.
Por supuesto, también que el acuerdo político que permitió la reforma dejó muchas dudas e interrogantes, algunas de las cuales serán subsanadas en el tiempo; sin embargo, llamó la atención la liviandad del Congreso en la reflexión acerca de los efectos que podría tener en el empleo formal el aumento del 7 % de costo para los empleadores, especialmente en el caso de las Pymes. Pero ya sabemos, muchos de nuestros parlamentarios carecen de sentido real del mundo laboral chileno, como ha quedado demostrado en leyes como 40 horas o la ley Karin, que de paso terminó con más de 14.000 denuncias en sus primeros cinco meses de aplicación, evidenciando la total incapacidad de la DT y mutuales para cumplir con los plazos de investigación.
Sí hay que reconocerles otro mérito a los parlamentarios. Pocas horas antes de que se iniciara la votación en la Cámara de Diputados, las aseguradoras de EE.UU. -representadas por ejecutivos chilenos en el país- lanzaron una amenazante carta al Estado chileno, aprovechando el impulso de los decretos delirantes de Trump y su estrategia agresiva contra el resto del mundo; sin embargo, nadie, absolutamente nadie se inmutó con la misiva. Una buena demostración de que ante ataques de ese tipo -podrían aplicarnos nuevos aranceles al cobre-, nuestra clase política se mantendrá unida. Ojalá.
Ganadores: Boric, Jara, Marcel y Galilea. Por más que la oposición, en la vocería de Felipe Kast, insistiera que esta “no es la reforma de Boric, sino del Parlamento”, el proyecto y estrategia le corresponde a esta administración. Gabriel Boric ya puede estar tranquilo con su legado político. Sin duda, la ministra del Trabajo emerge como una figura refrescante para el PC. Marcel consolida su imagen de buen negociador y lo visibiliza también como un rostro que combina lo político con lo técnico. En la oposición, si bien todos se cuadraron al final, la figura de Rodrigo Galilea resultó clave para realizar el punto de inflexión, demostrando que Renovación Nacional es el partido central de Chilevamos.
Perdedores: el Partido Republicano, Kaiser, Ximena Rincón y Pamela Jiles. La tozudez y resistencia algo infantil a ratos de la derecha más extrema dejó en evidencia que ese sector no tiene capacidad de articular acuerdos de ningún tipo y que basa su estilo y relato en oponerse a todo, sin entregar alternativas ni ceder posiciones. A tal nivel llegó la tozudez, que incluso no estaban de acuerdo con dar unanimidad para alargar unos días el periodo legislativo en caso de que no dieran los tiempos. Kaiser estaba aprovechando bien el momento de la junta de firmas de PNL y el vuelo que les da Trump, pero se jugó con todo contra el proyecto -pudo haber bajado el tono esos días, por simple pragmatismo-. Capítulo aparte para Ximena Rincón y Pamela Jiles. La primera, con su voto en contra, provocó un nuevo quiebre en Demócratas y consiguió que en RRSS se levantara la duda de su opción por su condición de exdirectora de una AFP. La diputada, por su parte, transparentó que su visión de las pensiones se reducía a los retiros. Su alocución en la Cámara quedará como uno de los momentos más bizarros en años.
La ausente: Evelyn Matthei. En las últimas semanas se ha extendido en Chilevamos una crítica subterránea respecto de la estrategia política comunicacional de la candidata del sector. La exalcaldesa tuvo opiniones vacilantes y contradictorias en la última etapa de la discusión parlamentaria. Todo indica que su apuesta era que el proyecto fracasaría, ya que ni siquiera se encontraba en esos días en el país. Definitivamente, quedó fuera de la fiesta y los aplausos.
Lo que viene: Una derecha tensionada y un oficialismo que vuelve a respirar. Este momento debería aprovecharlo Chilevamos. La política de los acuerdos es bien vista por los ciudadanos y los efectos de la reforma comenzarán a verse en el corto plazo. Tienen que levantar rápido un relato que deje más aislados a los KaKa (Kast/Kaiser), evitando caer en la tentación de sobrederechizarse. Las elecciones de 2024 demostraron que los chilenos se han vuelto a moderar. Los KaKa, por su lado, tendrán que resolver si van juntos a una primaria entre ellos -que es lo que está tratando de forzar Kaiser, que sabe eso de caballo pillado, caballo ganado- para buscar arrebatarle el balotaje a Chilevamos. Y claro, la UDI tendrá que poner diques para evitar una fuga similar a la que tuvo a los republicanos, esta vez hacia el PNL. Y el oficialismo, que sigue sin candidato -aunque en el PS aseguran que están por convencer a Bachelet-, tiene una oportunidad inesperada con este acuerdo. Fue capaz de mantener la unidad, pese a todo, y podría capitalizar el legado de Boric. Un nuevo aire a nueve meses de una elección que, hasta hace unos meses, parecía totalmente resuelta. Por lo visto, el péndulo de la política chilena sigue oscilando.
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