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Más allá de los números: la encuesta como herramienta de influencia y el desafío ético en política Opinión Foto: AgenciaUNO

Más allá de los números: la encuesta como herramienta de influencia y el desafío ético en política

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Marco Moreno Pérez
Por : Marco Moreno Pérez Decano Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile.
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Las encuestas seguirán siendo una parte indispensable de nuestro sistema político, pero es fundamental que revisemos y cuestionemos constantemente su papel para asegurar que su impacto fortalezca, y no debilite, la calidad de nuestra democracia.


En las recientes semanas, el desempeño de Carolina Tohá en las encuestas ha generado un intenso debate entre encuestadores, analistas (entre los que me incluyo) y estrategas políticos. La presión para que Tohá muestre un ascenso en las preferencias electorales –se le ha puesto un piso de rendimiento en estas para los próximos días– no solo refleja la dinámica cambiante de la opinión pública, sino que también plantea preguntas serias sobre la función de las encuestas en nuestro sistema democrático.

Primero, es esencial reconocer que las encuestas, aunque importantes, son herramientas de medición que capturan un momento específico de la percepción pública. No están diseñadas para establecer metas o dictar estrategias políticas. Su rol principal es informar sobre el estado actual de la carrera electoral y proporcionar insights sobre cómo las propuestas y mensajes de los candidatos están conectando con sus audiencias y públicos.

Sin embargo, no podemos soslayar el hecho de que de forma creciente en las disputas electorales las encuestas se han venido instalando como el “demiurgo” de las decisiones políticas. De esta forma y de manera subliminal, y no siempre reconocido, se busca acomodar percepciones y su interpretación para elevar o depreciar candidatos como si fueran productos en el mercado.

Este fenómeno transforma las encuestas en herramientas de influencia, capaces de moldear la opinión pública más que de reflejarla. Al hacerlo, se corre el riesgo de que las encuestas pasen de ser instrumentos objetivos de medición a ser mecanismos activos en la formación de agendas políticas. La discusión acerca de la legitimidad de esto último es otra discusión que desborda este espacio.

Esto nos lleva al delicado equilibrio entre el uso de datos y la promoción de agendas marcadas por la opacidad. Los encuestadores y analistas debemos mantener una rigurosa neutralidad y objetividad en nuestro trabajo. La credibilidad y la utilidad de las encuestas dependen de su capacidad para mantenerse imparciales y centradas en entregar datos precisos.

Cualquier desviación hacia influir activamente en los resultados electorales bajo la apariencia de análisis neutral, compromete tanto la integridad del proceso electoral como la confianza pública en este tipo de mediciones.

En el caso de Carolina Tohá, la presión para subir en las encuestas podría interpretarse como un reflejo de la necesidad de ajustar y mejorar su campaña, asegurando que su mensaje y propuestas realmente atiendan a las necesidades y expectativas del electorado. Pero sería ingenuo pensar que detrás de esas metas impuestas no hay otros propósitos motivados por razones de tipo electoral o de viabilidad política o por las que sean.

Lo que no podemos perder de vista es que las encuestas, por lo tanto, deben ser utilizadas como un feedback valioso para las campañas, no como un fin en sí mismas.

La situación actual plantea una oportunidad para una reflexión más profunda sobre cómo las encuestas están siendo utilizadas en la arena política. Es crucial que las demandas por mejoras en las encuestas permanezcan dentro de los límites de la ética y la utilidad práctica, y que la verdadera medida de una campaña sea su capacidad para conectar genuinamente con los votantes, más allá de las fluctuaciones numéricas.

Las encuestas seguirán siendo una parte indispensable de nuestro sistema político, pero es fundamental que revisemos y cuestionemos constantemente su papel para asegurar que su impacto fortalezca, y no debilite, la calidad de nuestra democracia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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