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El sueño: un pilar olvidado para la salud mental de niños y adolescentes Opinión

El sueño: un pilar olvidado para la salud mental de niños y adolescentes

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Juan Carrillo Azócar
Por : Juan Carrillo Azócar Médico - cirujano por la Universidad de Concepción. Director Departamento de Sueño, Asociación Latino Americana de Tórax (ALAT). Máster en Medicina y Fisiología del Sueño. Magister (c) en Salud Pública.
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Promover un sueño saludable en niños y adolescentes no es una tarea imposible. Más bien, es urgente y necesario impulsar políticas para priorizar el sueño saludable en la agenda de salud pública.


En un mundo cada vez más acelerado, donde las pantallas y las actividades extracurriculares compiten por el tiempo de nuestros hijos, el sueño suele quedar relegado a un segundo plano. Sin embargo, dormir bien no es un lujo, sino una necesidad biológica fundamental, especialmente para niños y adolescentes.

La relación entre el sueño y la salud mental en esta etapa de la vida es tan estrecha, que ignorarla no solo puede profundizar el daño, sino también el problema de salud pública que conlleva.

Imaginen a un adolescente que pasa horas frente al celular hasta altas horas de la noche. Al día siguiente, está irritable, ansioso y con cambios de humor bruscos. Esto no es casualidad. La falta de sueño dificulta la regulación emocional, haciendo que los jóvenes sean más propensos a la ansiedad y la frustración. Por el contrario, un sueño reparador les permite enfrentar los desafíos diarios con mayor equilibrio y resiliencia.

El sueño no solo afecta las emociones, sino también el cerebro en desarrollo. Estudios han demostrado que la falta de sueño perjudica la atención, la memoria y el rendimiento académico.

Un niño que no duerme lo suficiente o que padece un trastorno del sueño, puede tener dificultades para concentrarse en clase o recordar lo que aprendió, lo que a su vez puede generar frustración y baja autoestima. En cambio, un sueño adecuado y de buena calidad favorece el aprendizaje y la capacidad de resolver problemas, esenciales para su desarrollo.

¿Sabía que muchos niños diagnosticados con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) en realidad podrían estar sufriendo de falta de sueño? Así es, porque la privación del sueño puede manifestarse como hiperactividad, impulsividad y dificultades para seguir normas, comportamientos que a menudo se confunden con trastornos conductuales. Un sueño adecuado en duración y calidad, por otro lado, promueve un comportamiento más estable y una mayor capacidad para seguir rutinas.

La falta de sueño crónica no solo afecta el día a día, sino que también aumenta el riesgo de desarrollar trastornos mentales como la depresión y la ansiedad. Para aquellos que ya padecen estas condiciones, dormir mal puede agravar los síntomas.

En cambio, un sueño de calidad actúa como un escudo protector, ayudando a prevenir problemas de salud mental y apoyando la recuperación de quienes ya los enfrentan.

Durante la adolescencia, el reloj biológico sufre cambios naturales que retrasan la hora de dormir y despertar. Este fenómeno, conocido como “retraso de fase”, puede chocar con los horarios escolares tempranos, generando un déficit de sueño crónico. Este desajuste no solo afecta el estado de ánimo, sino también la producción de hormonas como la melatonina y el cortisol, clave para manejar el estrés y las emociones.

Los problemas de sueño en los niños y adolescentes no solo los afectan a ellos, sino a toda la familia. Padres que se desvelan preocupados por los hábitos de sueño de sus hijos, noches interrumpidas y mañanas caóticas pueden generar un ciclo de estrés que impacta a todos. Por el contrario, cuando los jóvenes duermen bien, el ambiente en casa tiende a ser más tranquilo y armonioso.

Promover un sueño saludable en niños y adolescentes no es una tarea imposible. Más bien, es urgente y necesario impulsar políticas para priorizar el sueño saludable en la agenda de salud pública. Las instituciones de salud y educación deberían ser las primeras en abordar este tema, para proteger a nuestros niños y adolescentes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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