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Posibles consecuencias de la guerra comercial Opinión

Posibles consecuencias de la guerra comercial

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Sergio Arancibia
Por : Sergio Arancibia Doctor en Economía, Licenciado en Comunicación Social, profesor universitario
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Todo este análisis tiene que ser enriquecido –y eventualmente modificado– con el análisis del dólar o de otras monedas como medios de pago y de reservas en la economía mundial, y desde luego, con el análisis geopolítico y de seguridad, que son elementos relevantes con los cuales se toman decisiones.


China, en el año 2023, exportó mercancías hacia el resto del mundo por un valor de 3.9 billones de dólares, lo cual coloca a dicho país como el primer exportador a nivel mundial. En ese mismo año Estados Unidos, ubicándose como segundo exportador, vendió mercancías al exterior por 2.1 billones de dólares, lo que es una cifra bastante menor que la exhibida por China. 

En materia de importaciones, Estados Unidos compró en el exterior, en el año 2023, mercancías por un valor de 3.2 billones de dólares, cifra mayor que sus respectivas exportaciones. China, en cambio realizó importaciones por un valor de 2.6 billones de dólares, cantidad menor que sus exportaciones.

China tiene, por lo tanto, un cómodo superávit en su balanza comercial con el exterior, mientras que Estados Unidos tiene en ese frente un déficit estructural y sostenido. Superar ese déficit le obligaría a reducir sus importaciones, lo cual parece ser parte de lo que el presidente Trump intenta perseguir en el presente. 

Pero nadie puede entender la actual política estadounidense como un intento de caminar hacia la autarquía o de cerrar las puertas de Estados Unidos a toda compra y a toda venta con el exterior y encerrarse dentro de sus fronteras para ser felices con lo suyo.  

Está en el ADN del capitalismo el expandirse por todo el mundo y tratar de imponer sus intereses en cada rincón del planeta. Si ahora parecen retroceder un poco en esa onda, por lo menos en lo que a importaciones respecta, eso solo puede ser transitorio y tener sus límites económicos y tecnológicos, hasta que no se sientan suficientemente fuertes y poderosos como para a salir nuevamente a conquistar el mundo, por lo menos en el terreno económico. Lo cierto, en todo caso, es que tratarán hoy en día de reducir sus importaciones y de suplir gran parte de aquello con producción interna. 

Si en un ejercicio meramente imaginario lograsen los estadounidenses reducir en un 20% sus importaciones, eso significaría que dejarían de importar casi 600 mil millones de dólares. Esto  implicaría que habría una cantidad grande de productos que hoy en día tienen a Estados Unidos como mercado de destino, y que se verían obligados a buscar algún otro mercado en alguna nueva parte del planeta.  

Pero como el mundo es lo que es –y no se pueden inventar ni descubrir nuevos países, territorios, ni continentes–, el problema de buscar nuevos mercados no será fácil. Los demás países del planeta tendrían que comprarse nuevas mercancías –o nuevos volúmenes de las ya conocidas– los unos a los otros por 600 mil millones de dólares. Eso llevaría a que las mercancías implicadas en esa búsqueda de nuevos mercados tendrían que bajar su precio, lo cual no sería del agrado de muchos países del mundo. El que no logre colocar su producción en nuevos mercados, tendrá de disminuir su producción.

Pero, al mismo tiempo, las mercancías que Estados Unidos exporta, y que tratará de seguir exportando, no podrán hacerlo en la misma medida en que lo hacen hoy en día. Por un lado, porque los países que se vean afectados por el cierre de las fronteras estadounidenses cerrarán también sus fronteras a las mercancías provenientes de aquel país.

Además, porque el nivel de ingresos de gran parte del mundo se verá afectado y eso se traduce necesariamente en menor demanda. Por ello, Estados Unidos tendrá problemas para conservar sus mercados externos, y tendría que bajar en alguna medida los precios de los productos que exporta, lo cual sería una tendencia positiva para el resto del mundo. 

Todos esos procesos de modificación de precios a nivel planetario causarán grandes trastornos y modificaciones productivas y tecnológicas y se tomará su tiempo para que se pueda llegar a un nuevo equilibrio económico mundial, si es que esa cosa existe.

Pero aun cuando ese milagro suceda, no se tratará de un mundo de iguales, en que todos los países se querrán y se tratarán como hermanos. No. Primero, porque todas esas nuevas demandas y ofertas no estarán repartidas por igual entre todos los países. Existen y seguirán existiendo países de diferentes grados de desarrollo económico y tecnológico, además de la posesión diferente de recursos naturales, todo lo cual genera intereses y aspiraciones también distintas.

Habrá algunos nuevos países líderes que surgirán y que tratarán de imponer sus intereses al resto del mundo, además de que Estados Unidos, Europa, Rusia, India y China, por nombrar solo a algunos, no partirán de cero en este nuevo escenario.  

Todo este análisis tiene que ser enriquecido –y eventualmente modificado– con el análisis del dólar o de otras monedas como medios de pago y de reservas en la economía mundial, y desde luego, con el análisis geopolítico y de seguridad, que son elementos relevantes con los cuales se toman decisiones en la política internacional. Pero algo de verdad seguirá habiendo en estas imaginarias reflexiones. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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